Redacción (Martes, 16-05-2017, Gaudium Press) La confianza en la omnipotencia divina del Centurión romano recibió el mayor elogio que podía recibirse, pues fue éste proferido por los propios labios del Salvador del mundo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe» (Lc 7, 9).
Recordemos que un Centurión del que la Escritura no registra el nombre, radicado en Cafarnaún, supo de la llegada del Señor. Este Centurión -oficial romano que dirigía una centuria, unidad básica de infantería de 80 hombres- muy probablemente se encontraba harto cercano de la fe judía, pues de su propio peculio había mandado a construir una sinagoga. El Centurión tenía un criado bastante estimado a punto de morir y envió a Jesús «unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado». (Lc 7, 3)
El Señor gustó tanto del pedido que se fue con los judíos a la casa del Centurión, y ya en las cercanías recibió un nuevo recado del oficial, diciéndole que él no era digno de que entrase en su casa, no era digno ni siquiera de ver personalmente al Salvador, sino que bastaba una mera palabra de Jesús para que su siervo quedase curado. Esa actitud motivó el gran elogio del Redentor: «Al oír esto, Jesús se admiró de él». (Lc 7, 9)
Tal alabanza de Cristo, merece también que profundicemos en los meandros de esa gran fe.
Destaca Mons. João Clá Dias, EP, en Lo Inédito sobre los Evangelios (1) la importancia de la mediación y del mediador. No fue el siervo el que pidió por su salud sino su señor: «El Salvador no exige a los enfermos la manifestación del deseo de ser curados, le basta la fe de los intercesores». El Señor apreciaba la fe del centurión y en atención a ella otorgó la curación. Nosotros tenemos un sinnúmero de santos que pueden ser nuestros mediadores ante Dios, especialmente la Virgen María.
La fe del Centurión estaba revestida de una gran humildad, virtud agradabilísima a Dios. El centurión era un personaje destacado en la comarca, pero no por ello orgulloso. Se consideraba no digno ni siquiera de atender con sus riquezas a Cristo. Su humildad le abre también el conocimiento del poder de Jesús, y «suponía justamente que Nuestro Señor era el dueño de todas las fuerzas de la naturaleza, y que podía mandarlas cuando quisiera» (San Agustín). San Agustín incluso afirma que el Centurión llegó a conocer la divinidad de Jesús: «Si yo, que estoy subordinado, mando a los que están debajo de mí, tú que no estás subordinado a nadie ¿no podrás mandar a tu criatura, siendo así que todas las cosas han sido hechas por ti y sin ti nada ha sido hecho?». Y efectivamente el milagro fue realizado.
Pero no debemos aprender aquí sólo de la fe del Centurión, sino también de la admiración de Jesús.
Sabemos por teología que en Cristo hay varios tipos de conocimiento, el divino, el beatífico, el infuso y el experimental o humano. Siendo Dios, desde toda la eternidad Jesús conoció la maravillosa fe del Centurión, y sabía que en honor a ella y para enseñanza de los siglos futuros, realizaría el milagro pedido. Además la propia fe del Centurión era Él mismo quien la había suscitado. Entretanto, con su conocimiento experimental se dejó llevar de un movimiento de admiración: » ‘¿Pero quién había introducido en el centurión aquella fe, sino el mismo que se admiraba? Y aun cuando otro se la hubiese inculcado, ¿por qué se admiraba quien todo lo sabe? Nuestro Señor nos da a entender cuando admira, que nosotros somos los que debemos admirarnos», aclara San Beda».
Entonces, muchas lecciones de pocas líneas evangélicas: Si queremos los favores de Dios, pidamos a Dios la fe, y pidamos a Dios con fe, con humildad. Mejor si usamos buenos intercesores, para que Dios, por los méritos de los intercesores nos otorgue el favor pedido. No nos vanagloriemos incluso de los dones reales, como la riqueza o la autoridad, pues todo viene de Dios. Incluso con muchos dones, siempre necesitamos de Dios. Y cuando veamos dones en otros, nada de envidiar, sino admirar a ejemplo del Salvador, porque en ellos debemos ver la obra de Dios. Quien admira los múltiples dones de Dios regados en el Universo, ya tiene algo a la manera de una visión de Dios.
Por Saúl Castiblanco
(1) Todas las citas son tomadas de Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo inédito sobre los Evangelios – Comentarios a los Evangelios dominicales – VI – Ciclo C – Domingos del Tiempo Ordinario. Libreria Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano. 2012.
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