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El sabor de la mediocridad

Redacción (Lunes, 22-05-2017, Gaudium Press) De gustos no hay nada escrito, reza un conocido adagio. En lo que concierne a la culinaria, el que nos guste una comida u otra, puede ser que no tenga tanta trascendencia, si bien el hombre es cuerpo y alma y hasta en sus costumbres alimenticias podemos percibir ciertas facetas del alma.

Pero en lo que se refiere a los gustos espirituales, pasamos a otro nivel muy alto de relevancia al que no podemos ser indiferentes, si tomamos en cuenta el que dependiendo de cuales sean los «gustos» de las personas en esta materia, veremos trazarse ante nuestro ojos y «paladares» el rumbo al que se dirige la humanidad, la Historia…

¿Pero qué tipos de gustos espirituales podríamos diferenciar en la sociedad actual en que prepondera la idea de la «religión a la carta»? No hace falta ser un gran catador de lo espiritual para darse cuenta que abundan sabores y gustos mucho más que lo abundan en la culinaria. Pero analizando un poco podremos diferenciar ciertos grupos, que parecen ser los de la mayoría.

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Mediocres indiferentes

No es para nada raro encontrar personas que se autodenominen indiferentes en lo que respecta a los gustos espirituales. Y llámense agnósticos, católicos no practicantes, new age, sincretistas espiritualistas o como se quiera, en realidad representan un subgrupo más dentro de lo que podríamos denominar, el grupo de las personas con sabor a mediocridad.

Mediocres en el actuar

Existe otro subgrupo humano con este «sabor» peculiar, al que le gustan mucho las palabras, e incluso aparentar ser idealistas; pero su idealismo no pasa de publicaciones en redes sociales, discusiones entre amigos, y a lo mucho algún insulto…en fin, no pasa de mera verborragia. Y cuando se les pide poner de sí mismos, se les pide el sacrificio, es que revelan su mediocridad.

Este pseudo-idealismo mediocre conviene resaltar es más común de lo que parece hoy en día, en los más variados campos, sea religión, política, academia, etc…

Mediocres intelectuales

Dios no es igualitario, y por eso ha creado algunos seres humanos con mayores capacidades intelectuales que otros, por lo que no solo es injusto, si no tonto, pretender que todas las personas tengan una igual comprensión de la realidad, y de asimilar conocimientos.

Pero tenemos que saber que esto no excusa para nada, a aquellos que sea por pereza, dejadez, o un vergonzoso miedo a ver la Verdad de frente, prefieren quedarse en el manso lago de la mediocridad intelectual, que entrar en el tormentoso mar de la realidad y ver las cosas como son, sin tapaderas, en toda su asombrosa complejidad.

Una mediocridad de las peores, pues evita que se busque la verdad con honestidad, sin importarse de las terribles consecuencias que puede traer el conocer la cruda realidad, muchas veces triste, pero al final alentadora.

Pero es bueno aclarar, que en la búsqueda de esa Verdad, no se puede prescindir de la gracia, del auxilio Divino, sin el cual es imposible encontrar el Camino, que es la Verdad y la Vida.

Mediocres filosóficos

Los mediocres que prefieren abrazar lo absurdo, las teorías más «tiradas de los pelos», antes que tener que doblegarse ante las verdades inmutables, para de esa manera encontrar un falso sosiego en sofisticados sofismas, que son un anestésico para su conciencia atribulada.

Mediocres «tolerantes» y «pacificadores»

Quizás los mediocres más prestigiosos son los «grandes hombres» que en nombre del humanitarismo proclaman la necesidad de tolerar todo, hasta lo absurdo, de tolerar el pecado, y no el pecador, y de mantener la «paz del mundo» no la de Cristo, a todo costo para evitar cualquier conflicto e incomodidad.

Sin considerar que «… una buena paz es mejor que una buena guerra, y una buena guerra es aún mejor que una mala paz.» 1. Y que Jesucristo dijo: «No vine a traer paz, sino espada» (Mt 10, 34)

La virtud mundana de la «tolerancia» es como decía G. K. Chesterton…»la virtud de los que no tienen ninguna convicción».

Una de las preferidas «virtudes» del mal, porque es la que les permite avanzar y ganar terreno hasta que siendo más poderosos la dejan atrás para acabar con lo que queda de bien.

Muy común y fácil es el justificar esta falsa tolerancia con las palabras del propio Señor Jesucristo, diciéndonos que debemos poner la otra mejilla, pero:

«Tampoco cuando emplea la imagen retórica de poner la otra mejilla nos está pidiendo Cristo que nos convirtamos en unos seres pasivos que se dejan vapulear por sus agresores, sino que nos recuerda que Dios está con quien recibe una agresión por su causa; y que debemos hacérselo ver al agresor, para que entienda que el daño de su bofetada es ínfimo, comparado con el beneficio de la caricia divina.» 2

Por otro lado, el León de Judá muy claro nos dejó en sus discusiones con los fariseos hipócritas como debemos actuar delante del mal, y que no hay que reservar energías cuando de defender el Templo se trate.

Pero en nuestra sociedad blandita, acostumbrada a los sabores artificiales y químicos, sabe a dulce la habladuría de estos mediocres cuando en realidad, bien desagradable es su discurso con sabor a plástico.

Mediocres envidiosos

«La envidia es el reconocimiento de la propia mediocridad.» Plinio Correa de Oliveira

Mediocres mediocres

Existen también los mediocres con un especial sabor a redundante mediocridad que generalmente unen las «virtudes» de todos los anteriores con un toque más acentuado de monótona vulgaridad, que se ve reflejado en lo aborregado e insípido de su actuar… Quienes conocen alguno, saben a qué me refiero.

Mediocres diabólicos

Aunque son menos, también existen un tipo de mediocres con un especial grado de perversidad. Algunos definen a quienes pecan con un especial conocimiento de la ofensa que realizan a su Creador, como pecadores diabólicos, pues el Diablo sabía lo que hacía. Así también hay mediocres diabólicos que conociendo el pérfido papel que realizan, lanzan su veneno relativista con la intención de destruir los tejidos más sensibles de la sociedad, y lo hacen con convicción.

La madre de todos los vicios

¿Pero cómo un solo término – mediocre- puede abarcar tantas definiciones?

Se le atribuye a la sabiduría popular la tesis de que: «La pereza es la madre de todos los vicios», y si analizamos la mediocridad como siendo la mayor expresión de la pereza, tiene mucho sentido, y así comprendemos como muchos y diversos males pueden provenir de esa misma raíz.

Decía el Dr. Plinio Correa de Oliveira que la mediocridad es «el mal de los que, enteramente absorbidos en las delicias de la pereza y por la exclusiva deleitación de lo que está al alcance de la mano, por el entero confinamiento de lo inmediato hacen del estancamiento la condición normal de sus existencias. No miran para atrás, pues les falta el sentido de lo histórico, no miran hacia el frente o para arriba: no analizan ni preveen. Tienen pereza de se abstraer, de alinear silogismos, de sacar conclusiones, y su vida mental se cifra en la sensación de lo inmediato» 3

Definición que bien podríamos aplicar a las masas humanas que en la actualidad son arrebañadas y conducidas por el camino de la mediocridad hacia el abismo.

¿Como le sabe a Dios la mediocridad?

La mediocridad cuesta caro, ¡y que caro le costará a nuestra sociedad si no abre los ojos a la realidad!

Si no hacemos un detenido examen de conciencia, pues muchos en algún punto nos dejamos llevar por la mediocridad, que es parte de nuestra miseria humana.

A pesar de que hemos podido comprobar la gran gama de desagradables sabores que puede presentar la mediocridad, una cosa tienen en común, y es que se sirve tibia.

No se nos propone como maldad militante, como una frívola comida, dura y extravagante. Y tampoco se nos propone como un plato caliente y saludable, íntegro en el bien, ardiente y radical en su búsqueda de lo Absoluto. Si no, como un plato tibio de desagradables lentejas, que vilmente cambiamos por la primogenitura.

Y bien sabemos por las escrituras que piensa Dios de los platos tibios: «Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, Yo te vomitaré de mi boca» Apocalipsis 3:16.

Por Santiago Vieto

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1- G. K. Chesterton – El Hombre Eterno
2- Juan Manuel de Prada – Santa Ira / http://infocatolica.com/blog/notelacuenten.php/1509220253-santa-ira
3-Plinio Correa de Oliveira. «Mediocres y mediocrátas», Folha de Sao Paulo, 20.06.1981.

 

 

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