Vladivostok (Jueves, 25-05-2017, Gaudium Press) Vladivostok es uno de los lugares más alejados de Rusia desde la perspectiva occidental, y también es uno de los «confines del mundo» a donde el Evangelio tuvo que ser llevado después de haber sido prácticamente eliminado por la Unión Soviética. En esta región, habitada actualmente por unas 600 mil personas, se martirizó a unos 7.000 católicos durante el comunismo. Dos sacerdotes fueron invitados por un Obispo para reconstruir la Iglesia y con la ayuda de la Sociedad Misionera María Madre de Dios y la comunidad de Canónigos Regulares de Jesús el Señor (ambas plataformas creadas para esta misión particular) han desarrollado la ardua tarea de sembrar de nuevo el Evangelio.
Edición del periódico «Amanecer» de la Misión en Vladivostok con motivo de los 25 años de la parroquia de la Santísma Madre de Dios. Foto: Sociedad Misionera María Madre de Dios |
«Después de la revolución de 1917, Rusia se convirtió en la muestra de la nueva era comunista, una tierra sin templos y sin Dios. Bajo Stalin, todos los templos católicos fueron confiscados y muchos fueron dedicados a los usos más degradantes imaginables», explica la Sociedad Misionera María Madre de Dios. En 1992, los sacerdotes P. Myron Effing y el P. Daniel Maurer llegaron a Vladivostok y desde entonces han fundado o refundado 11 parroquias en el este de Rusia y desarrollado programas caritativos y catequéticos.
La Sociedad, creada en Estados Unidos para apoyar la pastoral en Rusia, apoya las vocaciones sacerdotales, ya que los presbíteros son indispensables en esta tarea. «Ahora parece que la siguiente generación de sacerdote en Rusia del Este serán filipinos e indonesios, así que continuamos financiándolos tanto como podemos», explicó la organización.
Desde el inicio de la presencia de la Iglesia, el apostolado en la región era un notable reto: la parroquia de Irkutsk, creada en 1820, fue la más grande del mundo en su tiempo con una cobertura geográfica de la región de Yakutia y la provincia de Irkutsk. A mediados de siglo sólo tres parroquias servían al vasto territorio, donde la presencia de católicos era casi exclusivamente la prisión y el destierro, como el de los polacos que participaron en las revueltas de 1830 y fueron condenados a trabajos forzados en Siberia. La construcción de tren trans-siberiano atrajo una nueva oleada de católicos y la Iglesia creció con nuevas parroquias y capillas.
El crecimiento de la Iglesia frenó drásticamente con el inicio del ataque a la religión por parte del comunismo, que significó la prisión de los sacerdotes y el cierre de los templos. Nuevos creyentes perseguidos llegarona Siberia pero sus condiciones de represión les impidieron reorganizar las parroquias que sólo pudieron revivir tras la caída de la Cortina de Hierro en 1991. Desde entonces se ha registrado el paulatino regreso de las comunidades religiosas y los misioneros que reconstruyen tanto la comunidad de fe como los templos que habían perdido su esplendor.
Con información de National Catholic Register y Sociedad Misionera María Madre de Dios.
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