Ciudad del Vaticano (Miércoles, 31-05-2017, Gaudium Press) En la Audiencia General de hoy, en la Plaza de San Pedro, el Papa habló de la relación entre esperanza y la acción y presencia del Espíritu Santo, en la inminencia de la fiesta de Pentecostés.
Valiéndose de textos de la Escritura, el Pontífice mostró cómo el Paráclito nos llena ya en esta tierra de la alegría de la esperanza, cómo nos hace sembradores de la esperanza, y cómo inunda de esperanza la creación entera.
«La expresión ‘Dios de la esperanza’ no quiere decir solamente que Dios es el objeto de nuestra esperanza, es decir, a Quien esperamos alcanzar un día en la vida eterna; quiere decir también que Dios es Quien ya ahora nos hace esperar, es más, nos hace «alegres en la esperanza» (Rom 12,12): alegres de esperar, y no solo esperar ser felices», expresó Francisco.
La esperanza cristiana, fruto de la acción del Espíritu Santo sobreabunda, es decir, nos hace esperar «incluso cuando disminuye todo motivo humano para esperar, como fue para Abraham cuando Dios le pidió sacrificar a su único hijo, Isaac, y como fue, aún más, para la Virgen María bajo la cruz de Jesús».
Es una esperanza con el «Espíritu Santo dentro que nos impulsa a ir adelante, siempre adelante. Y por esto la esperanza no defrauda».
Sembradores de esperanza
«Hay más: el Espíritu Santo no nos hace sólo capaces de esperar, sino también de ser sembradores de esperanza, de ser también nosotros – como Él y gracias a Él – los ‘paráclitos’, es decir, consoladores y defensores de los hermanos».
Decía el Beato Cardenal Newman, que «seremos, según nuestra capacidad, consoladores a imagen del Paráclito – es decir, del Espíritu Santo – y en todos los sentidos que esta palabra comporta: abogados, asistentes, dispensadores de consolación. Nuestras palabras y nuestros consejos, nuestro modo de actuar, nuestra voz, nuestra mirada, serán gentiles y tranquilizantes» (Parochial and plain Sermons, vol. V, Londra 1870, pp. 300s.)»
Finalmente, el Papa apuntó que «el Espíritu Santo alimenta la esperanza no sólo en el corazón de los hombres, sino también en la entera creación. Dice el Apóstol Pablo – esto parece un poco extraño, pero es verdad. Dice así: que también la creación «está proyectada con ardiente espera» hacia la liberación y «gime y sufre» con dolores de parto (Cfr. Rom 8,20-22). «La energía capaz de mover el mundo no es una fuerza anónima y ciega, sino es la acción del Espíritu de Dios que «aleteaba sobre las aguas» (Gen 1,2) al inicio de la creación» (Benedicto XVI, Homilía, 31 mayo 2009). También esto nos impulsa a respetar la creación: no se puede denigrar un cuadro sin ofender al artista que lo ha creado».
Con información de Radio Vaticano
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