Washington (Lunes, 05-06-2017, Gaudium Press) Con motivo de la Solemnidad de Pentecostés, el P. Dwight Longenecker, célebre converso proveniente del anglicanismo, dedicó una reflexión especial al papel de la Santísima Virgen en medio de los Apóstoles en el momento de la llegada del Espíritu Santo. En contraste con la falta de atención a la enorme importancia de la Santísima Virgen que vivió antes de su conversión al catolicismo, el sacerdote afirmó que «la historia de Pentecostés revela la profunda verdad de que usted no puede tener la Iglesia apostólica sin tener a María en el centro de ella».
«Pentecostés» de Jean Restout II. |
El P. Longenecker recordó que la Santísima Virgen es Madre de la Iglesia porque es Madre de Cristo, Cabeza de la iglesia. «El primer ‘sí’ de María al Espíritu Santo allanó el camino a nuestro ‘sí’ al Espíritu Santo», explicó. «Debido a que ella fue cubierta por la sombra y llena del Espíritu Santo y llevó en sí al Hijo de Dios, nosotros también podemos ser cubiertos por la sombra y llenos del Espíritu Santo y llevar al Hijo de Dios al mundo».
Además de esta primera dimensión, «la unión esponsal de la Santísima Virgen y el Espíritu Santo es precursora de la unión nupcial entre Cristo y la Iglesia como lo enseña San Pablo en Efesios», continuó el sacerdote. «Cristo es el esposo. Nosotros somos la novia. Similarmente, el Espíritu Santo fue el esposo y María la esposa en la relación que trajo al Hijo de Dios al mundo». La presencia de la Santísima Virgen en medio del misterio de la unión de Cristo y la Iglesia reafirma el carácter matrimonial de la misma.
La unión esponsal de Cristo y la Iglesia es fértil en la Evangelización, que debe producir fruto como lo mandó Jesucristo y este fruto son las almas ganadas para Dios. «La presencia de María nos recuerda también que mientras la Iglesia es madre también es virgen», comentó el P. Longenecker. «San pablo también dice en Efesios 5 que la Iglesia será presentada al esposo como ‘gloriosa, sin mancha o arruga’. María Inmaculada revela a la Iglesia Inmaculada».
«Finalmente, este matrimonio es completado y consumado en el Cielo. Allí San Juan nos dice que todo Amor es completado en las bodas del Cordero», concluyó el sacerdote. «Esta unión nupcial es dirigida, animada y permitida por el don del Espíritu Santo. Sólo el fuego de amor del Espíritu Santo permite que esta unión entre Cristo y su Iglesia se plenifique y produzca el rico fruto que Él ordena». Para el presbítero, junio significa Pentecostés y es un tiempo muy propicio para las bodas. «Así que, Ven Santo Espíritu y renueva la faz de la tierra, y renueva el matrimonio místico entre Cristo y su Iglesia».
Con información de National Catholic Register.
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