Redacción – (Jueves, 08-06-2017, Gaudium Press) – «Sacerdote para siempre, según la Orden de Melquisedec» es así aquel que recibe el Sacramento del Orden.
Para siempre él será un sacerdote. Poco importa la época en que él vive: él lo será para siempre. Por eso los comentarios que se pueda hacer sobre el sacerdocio son válidos para todos los siglos, sin importar la época en que fueron hechos.
Trascribimos apenas cuatro comentarios hechos por Papas recientes.
Existen muchos otros, con todo, vamos a degustar primeramente estos… y meditar en esas afirmaciones:
Juan XXIII, in «Sacerdotii Nostri Primordia»
– Damos, pues, gracias a la divina Providencia, que ya dos veces se dignó alegrar e iluminar las horas solemnes de nuestra vida sacerdotal con el esplendor de la santidad del Cura de Ars […]. No os sorprenderá, es más, que, al dirigiros esta carta, nuestro espíritu y nuestro corazón se vuelvan especialmente a los sacerdotes, nuestros hijos queridísimos, a fin de exhortaros a todos instantemente – y sobre todo a los que están empeñados en el ministerio pastoral – a meditar los admirables ejemplos de un hermano en el sacerdocio, tornado su celeste patrono.
Pablo VI – in «Christus Dominus»
– Los principales colaboradores del Obispo son, aún, los párrocos, a quien, como pastores propios, es confiada, bajo la autoridad del Obispo, la cura de almas en una parte determinada de la diócesis. […] Con sus coadjutores, ejerzan de tal manera su ministerio de enseñar, santificar y gobernar, que los fieles y las comunidades parroquiales se sientan de hecho miembros tanto de la diócesis como de todo lo que forma la Iglesia universal.
Juan Pablo II – in «Ecclesia de Eucharistia»
– Como enseña el Concilio Vaticano II, «los fieles por su parte concurren para la oblación de la Eucaristía, en virtud de su sacerdocio real», pero es el sacerdote ministerial que «realiza el sacrificio eucarístico haciendo las veces de Cristo y lo ofrece a Dios en nombre de todo el pueblo».
Benedicto XVI – en la Apertura del Año Sacerdotal
– ¿Cómo olvidar que nosotros, presbíteros, fuimos consagrados para servir, humilde y respetablemente, el sacerdocio común de los fieles? Nuestra misión es indispensable para la Iglesia y para el mundo, que requiere plena fidelidad a Cristo y unión incesante con Él; o sea, exige que tendamos constantemente a la santidad, como hizo San Juan María Vianney.
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