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Matatías, un sacerdote guerrero

Redacción (Martes, 13-06-2017, Gaudium Press) – Viendo las abominaciones practicadas en Jerusalén, el sacerdote Matatías salió de la ciudad santa y fue a establecerse en Modi’ín.

¡Todo aquel que tiene celo por Dios que me siga! Tenía él cinco hijos, entre los cuales Judas — conocido como el Macabeo –, Simón y Jonatán, que continuarán la guerra contra los impíos, iniciada por Matatías.

Determinado día, funcionarios del Rey Antíoco Epífanes llegaron a Modi’ín y promovieron un culto a los ídolos en plaza pública, del cual todas las personas eran obligadas a participar. Matatías y sus hijos comparecieron al lugar.

Uno de los funcionarios, después de elogiarlo como «jefe ilustre y grande en esta ciudad», pidió que Matatías tomase la delantera en obedecer al rey, «como hicieron todas las naciones y los ciudadanos de Judá y los que permanecieron en Jerusalén» (I Mc 2, 17-18). Si él ofreciese el incienso, recibiría mucho oro y plata y sería considerado amigo del rey. «Este era, entonces, un título oficial que designaba a los primeros oficiales de la corte.»

En alta voz, Matatías declaró: «Aunque todas las naciones se alejasen de Dios para obedecer al rey, yo y mi familia continuaremos fieles a la verdadera religión».

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Apenas acabara él de manifestar con ufanía su fe, un judío se dirigió al altar para hacer el nefando sacrificio. Viendo eso, Matatías, «en un impulso de ira santa, avanzó sobre el apóstata y lo trucidó sobre el altar. Mató también al funcionario del rey, que obligaba a sacrificar, y destruyó el altar. Actuó así por el celo de la Ley, como hizo Pinjás con Zimrí» (I Mc 2, 24-26). De hecho, esas puniciones eran ordenadas por el propio Dios (cf. Dt 12, 3; 13, 6-10). La justiciera acción practicada por el sacerdote Pinjás, nieto de Aarón, es narrada en Nm 25, 6-15.

En seguida, Matatías recorrió la ciudad de Modi’ín clamando: «¡Todo aquel que tiene el celo de la Ley y quiere permanecer en la Alianza, salga de aquí y sígame! Huyó, entonces, él y sus hijos a las montañas, dejando en la ciudad todo lo que poseían» (I Mc 2, 27-28).

Fundador del movimiento de los macabeos

Muchos judíos fieles huyeron al desierto de Judá, donde había grandes y numerosas cavernas, y allí se establecieron con sus familias y sus rebaños. Sabiendo de eso, soldados del rey fueron a su búsqueda y, al verlos, se prepararon para atacarlos en día de sábado.

Pero, interpretando erradamente el precepto de la Ley mosaica, los judíos resolvieron no reaccionar. Y los inicuos soldados mataron a todos ellos con sus mujeres e hijos, cerca de mil personas. Eso nos hace recordar que, en 320 a. C, Ptolomeo I, Rey de Egipto, tomó Jerusalén sin deshacer ningún golpe, en un día sábado…

Aclara el Padre Fillion que la Ley prohibía el trabajo los sábados, pero no «una ocupación que tenía por fin salvar la vida o la propiedad de un israelita (cf. Mt 12, 1-8)». Y en el presente caso se trataba de legítima defensa.

Cuando Matatías y los suyos tomaron conocimiento de esa matanza, decidieron enfrentar a los enemigos incluso los sábados, pues de lo contrario todos serían diezmados. A ellos se unieron los hombres corajudos de Israel, que estaban disconformes con las abominaciones practicadas.

«Así, organizaron un ejército y comenzaron, en su ira, a golpear a los pecadores y, en su furor, a golpear los impíos» (I Mc 2, 44). La palabra ‘pecadores’ significa aquí no los paganos, «sino los judíos apóstatas. Fue primero contra esos miserables que explotó la cólera de los macabeos». Dirigidos por Matatías, ellos hicieron incursiones por el país, destruyendo los altares idolátricos, promoviendo una «guerra santa».

Fue Matatías el fundador de ese admirable movimiento de insurrección contra la impiedad, que recibió el nombre de macabeos.

«¡Jamás desfallecerán los que esperan en Dios!»

Percibiendo que se aproximaba la muerte, el heroico Matatías dirigió bellísimas palabras a sus hijos, recomendando que recordasen de los hombres que brillaron por su fidelidad a Dios: Abraham, Pinjás, Josué, David, Elías, Daniel, etc.

Y, repasando así las diversas generaciones, agregó:

«¡Comprended que jamás desfallecerán los que esperan en Dios! No temáis las amenazas de los pecadores, pues su gloria está en el estiércol y los gusanos: hoy se exaltan y mañana desaparecen, pues volverán al polvo de donde vinieron, y su proyecto fracasará.

«¡Mis hijos, sed fuertes y actúen valientemente según la Ley, pues en ella seréis gloriosos!» Y concluyó, diciendo: «Judas Macabeo, valiente desde joven, va ser vuestro comandante; él dirigirá la guerra del pueblo. Atraed a vosotros todos los cumplidores de la Ley y asegurad el desquite de vuestro pueblo. Retribuid a los gentiles aquello que os hicieron, observando siempre los preceptos de la Ley» (I Mc 2, 61-68).

Y Matatías entregó su alma a Dios, en 166 a. C. Él fundó también una nueva dinastía levítica, la de los asmoneos.
Que del Cielo, donde su gran alma se encuentra, Matatías nos ayude a no pactar con las abominaciones hoy cometidas, sino que luchemos confiando en Nuestra Señora, seguros de que Ella triunfará.

Por Paulo Francisco Martos

(in Noções de História Sagrada – 114)

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Bibliografía

FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée – Le premier Livre des Machabées. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné.1923.
FUSTER, Eloíno Nácar e COLUNGA, Alberto OP. Sagrada Biblia – versión directa de las lenguas originales. 11.ed. Madri: BAC. 1961.

 

 

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