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El Bautista, el hombre que ya iba dividiendo las aguas

Redacción (Martes, 20-06-2017, Gaudium Press) ¡Qué coloso era San Juan Bautista! Elogiado hasta el máximo por el mismo Cristo, fue, como todos los profetas, signo de contradicción para los hombres de su tiempo.

Era la hora de anunciar al Mesías, de allanarle los caminos, de preparar los caminos del Señor. Suscita Dios para ello a un hombre «vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura», que se «alimentaba de saltamontes y miel silvestre» (Mc 1,6) ¿Por qué Dios no quiso que fuese un gran potentado, que con sus riquezas causase un santo temor y una gran impresión entre aquellos que recibirían la prédica del Mesías?

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Lo cierto es que él «representaba la penitencia; representaba, por lo tanto, el ayuno, la flagelación, la soledad en el desierto, la mortificación. Y por esa causa su cuerpo tenía la piel bronceada por los mil soles ardientes de Oriente Medio. Era fuerte y, sin embargo, muy delgado, de tal forma le habían consumido los ayunos. Era también la representación misma de la severidad llena de bondad». (1)

Toda su apariencia, de asceta eximio, era entretanto magna, y chocaba mucho con las costumbres disolutas de buena parte de la sociedad de entonces.

«Deambular por regiones despobladas, vestido con la áspera piel de camello, alimentándose de saltamontes y miel silvestre, constituían signos inequívocos de vida ascética. Antes ya se había difundido ‘por toda la montaña de Judea’ (Lc 1, 65) las milagrosas circunstancias de su nacimiento. Todo ello contribuyó a que se grabara en la opinión pública la figura de una persona completamente excepcional». (2)

Este hombre no necesitó grandes apariencias para que su voz fuera escuchada por todos, incluso por el rey Herodes, quien lo admiraba y le temía. A medida que trascurrían los días el mito del Bautista crecía y crecía, y «el pueblo judío sentía que en aquella figura austera existía el prenuncio de algo grandioso».

Él atraía, pero también chocaba: «El Precursor produjo un auténtico choque en aquellas personas acostumbradas a preocuparse exclusivamente con las cosas de la tierra, adoradoras de la comodidad y de la vida agradable. Al contrario que la mayoría de sus oyentes, comenta el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, ‘es desinteresado, es una antorcha ardiendo de amor de Dios. No vive más que para llevar a cabo la misión que tiene. Sólo tiene a Dios ante sus ojos’ «. (3)

Él atraía, como todo lo que está bastante cercano a Dios, pero con sus palabras y presencia recriminaba a los hombres que no estaban en los caminos de Dios. Ante él, como ante Cristo, las aguas se dividían: unos para reafirmarse en el camino del bien, otros para regresar al camino del bien, otros -ciertos tibios mundanos- para definirse por el mal camino, y otros para radicalizarse en ese mal camino. San Juan Bautista, a imitación de Jesús, era signo de contradicción.

«El contraste de los hombres impuros y codiciosos con aquella figura recta, sencilla, elocuente y que gritaba: ‘¡Haced penitencia!’, dejaba a las conciencias profundamente confundidas. San Juan Bautista despertaba un enorme sentimiento de vergüenza. En el contacto con él, las personas comprendían que no podrían ser así. Y el Precursor completaba el efecto diciendo: ‘Allanad los caminos del Señor… Que viene el mesías… El día de Dios se acerca'». (4)

Pidamos a la Virgen que ante la Palabra, proferida con toda la radicalidad propia de un Dios que es Verdad, nuestras almas se inclinen por el camino del bien, aunque éste sea doloroso. Que no queramos torcer la voz de Dios a nuestros caprichos, sino que permitamos que la gracia opere en nosotros para hacernos aquello que Dios quiere seamos.

Por Saúl Castiblanco

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1. Fillion, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée, Paris: Letouzey et Ané, 1912, t. VII, p. 194 In : Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo inédito sobre los Evangelios – Comentarios a los Evangelios dominicales Ciclo B – Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascual – Tomo III. Librería Editrice Vaticana – Heraldos del Evangelio. Lima. 2014. p. 35

2. Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo inédito sobre los Evangelios – Comentarios a los Evangelios dominicales Ciclo B – Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascual – Tomo III. Librería Editrice Vaticana – Heraldos del Evangelio. Lima. 2014. p. 35

3. Ibídem, p. 38

4. Plinio Corrêa de Oliveira. Conferencia. Sao Paulo, 17 nov. 1972. In: Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo inédito sobre los Evangelios – Comentarios a los Evangelios dominicales Ciclo B – Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascual – Tomo III. Librería Editrice Vaticana – Heraldos del Evangelio. Lima. 2014. p. 38

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