Roma – Italia (Miércoles, 21-06-2017, Gaudium Press) El lunes pasado el Papa visitó el Congreso de la Diócesis de Roma y allí afirmó que «una cultura desenraizada, una familia desenraizada es una familia sin historia, sin memoria, sin raíces». Aceptó, en seguida, la invitación para estar al lado de los adolescentes allí presentes cuando recordó que la adolescencia es una fase de la vida caracterizada como siendo un «tiempo difícil», pero «no es una enfermedad».
Temática del Congreso
El tema de este año para el Congreso Diocesano se dedicó al acompañamiento a los padres en la educación de los hijos adolescentes. El Papa dijo a los presentes que la vida de las familias y la educación de los adolescentes no puede ser llevada «con ánimo leve» y, dirigiéndose más a las familias, afirmó:
«Vosotros vivís las tensiones de esta gran ciudad»: el trabajo, la distancia de los afectos, el tiempo cada vez más limitado, el dinero que nunca es suficiente. Por eso, para simplificar, «la reflexión, la oración, podéis hacerla en ‘romanesco’ (dialecto romano), con rostros bien concretos y pensando cómo podéis ayudar entre vosotros a formar vuestros hijos en esta realidad».
El riesgo del desenraizamiento
Francisco habló del «fenómeno creciente de la sociedad desenraizada». Roma corre el riesgo del ‘desenraizamiento’. Las «familias» gradualmente van perdiendo sus lazos, aquel tejido vital tan importante para sentirnos parte unos de otros, compartiendo con los otros un proyecto común. Es la experiencia de saber que ‘pertenecemos’ a los otros (en el sentido más noble del término).
Es importante tener consciencia de este clima de desenraizamiento, porque poco a poco él pasa delante de nuestras miradas y especialmente en la vida de nuestros hijos:
«Una cultura desenraizada, una familia desenraizada es una familia sin historia, sin memoria, sin raíces, de hecho», dijo Francisco que comentó también que «muchas veces exigimos de nuestros hijos una formación excesiva en algunos campos que consideramos importantes para su futuro. Nosotros os hacemos estudiar una cantidad de cosas, para que puedan dar el ‘máximo’. Pero no damos igual importancia al hecho de que ellos conozcan su tierra, sus raíces».
La Adolescencia
El Papa definió la adolescencia como «un tiempo precioso en la vida de vuestros hijos. Un tiempo difícil, sí. Un tiempo de cambios y de inestabilidad, sí. Una fase que presenta grandes riesgos, sin duda. Pero, por encima de todo, es un tiempo de crecimiento para ellos y para toda la familia. La adolescencia no es una enfermedad y no podemos enfrentarla como si fuese tal».
«La adolescencia no es una enfermedad que debemos combatir. Forma parte del crecimiento normal, natural de la vida de nuestros hijos». «Así, nuestros niños buscan ser y quieren sentirse – lógicamente – protagonistas», ellos buscan en muchos modos el ‘vértigo’ que los hace sentir vivos. Por tanto, demos a ellos este ‘vértigo’! «Estimulemos todo aquello que los ayuda a transformar sus sueños en proyectos. Propongámosles metas amplias, grandes desafíos y ayudémoslos a realizarlos, a alcanzar sus objetivos», dijo el Papa para encerrar sus palabras. (JSG)
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