Redacción (Jueves, 13-07-2017, Gaudium Press) Después de ayunar durante «cuarenta días con sus cuarenta noches» (Mt 4, 2), Jesús fue tentado en el desierto.
El demonio no tenía plena conciencia de a Quien se enfrentaba, por lo que albergaba la esperanza de vencerlo. La lucha allí fue arquetípica.
Dice Mons. João Clá que «Cristo era Dios y, como tal, no fue al desierto con el objetivo de prepararse en la soledad para la lucha que estaba por llegar, sino para empezarla. Lejos de buscar refugio contra el mal, iniciaba su vida pública enfrentando y venciendo los ataques del enemigo». (1)
El demonio tienta a Jesús Santuario del Tibidabo, Barcelona |
El Señor «quería asumir sobre sí nuestras tentaciones para vencerlas. Con la derrota infligida al demonio en el desierto, Cristo, Cabeza del Cuerpo Místico, obtuvo la victoria para todos sus miembros, conforme lo afirma San Gregorio Magno: ‘No es, pues, indigno de nuestro Redentor, que había venido a que le dieran muerte, el querer se tentado; antes bien, justo era que, como había venido a vencer nuestra muerte con la suya, así venciera con sus tentaciones las nuestras’ «. (2)
Repitamos lo dicho por Santo Tomás, que «Cristo nos enseñó a pedir no que no seamos tentados, sino que no caigamos en la tentación. Porque si el hombre vence la tentación, merece premio». (3)
Es decir, Dios, Rey y Señor del Universo, permite la tentación para que venzamos y podamos entrar con esos méritos a la gloria eterna. Ese es el principal beneficio de quien enfrenta con éxito la tentación. Los otros conducen al principal, pero es importante detallarlos, como hace el Padre Royo Marín:
«Son innumerables las ventajas de la tentación vencida con la gracia y ayuda de Dios. Porque humilla a satanás, hace resplandecer la gloria de Dios, purifica nuestra alma llenándonos de humildad, arrepentimiento y confianza en el auxilio divino; nos obliga a estar siempre vigilantes y alerta, a desconfiar de nosotros mismos, esperándolo todo de Dios; a mortificar nuestros gustos y caprichos; excita a la oración; aumenta nuestra experiencia, y nos hace más circunspectos y cautos en la lucha contra nuestros enemigos». (4)
La tentación nos enseña a ser humildes y nos obliga a estar unidos a Dios. Si no fuéramos asaltados por las huestes infernales, no seríamos pocos los que olvidaríamos a Dios. Si la persona va avanzada en su vida espiritual, los ataques del enemigo nada lograrán diferente que aumentar nuestro mérito.
No debemos desanimarnos si caemos en tentación. «Aunque sucumbamos ante alguna tentación, Él [Cristo] nos obtuvo las fuerzas para levantarnos y continuar en el camino de la santificación».
Señala Mons. João Clá que lo que sobre todo busca el demonio es nuestro desánimo, particularmente en las caídas, y «si lo consigue nos atrapará entre sus garras».
Expresiones como «no hay nada que hacer», «siempre con lo mismo», «pido y nada», y otras por el estilo son características del alma desanimada. Esa es la tentación que más hay que rechazar, porque tira el recurso a Dios.
Dios siempre está atento a nuestros pedidos, siempre nos manda gracias cuando las pedimos, a veces esas gracias no son suficientes por nuestra maldad, por nuestra inclinación al pecado, pero si recurrimos constantemente a Dios, él irá transformando nuestro interior hasta hacernos vivir su ley.
La vida sobrenatural es un camino en el que debemos aprender que todo depende de Dios, que todo es gracia. «Para que sea efectiva la conversión a la que el Señor nos invita (…) es indispensable que juntemos las manos para rezar y decir, con el profeta: ‘Conviérteme y yo me convertiré, porque Tú, Señor, eres mi Dios’ (Jer, 31, 18)». (5) El luchar por estar en paz con Dios es un camino de rosas y de espinas, pero si se persevera, se triunfa sobre el orgullo, vence Dios en nos.
Por Saúl Castiblanco
(1) Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo inédito sobre los Evangelios – Comentarios a los Evangelios dominicales Ciclo B – Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascual – Tomo III. Librería Editrice Vaticana – Heraldos del Evangelio. Lima. 2014. p. 173
(2) Ibídem, pp. 173-174.
(3) Santo Tomás de Aquino. In Orationem Dominicam, a.6 apud Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo inédito sobre los Evangelios – Comentarios a los Evangelios dominicales Ciclo B – Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascual – Tomo III. Librería Editrice Vaticana – Heraldos del Evangelio. Lima. 2014. p. 174
(4) Royo Marín, OP, Antonio. Nada te turbe, nada te espante. 3 ed. Madrid: Palabra, 1982, p. 56-57 apud Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo inédito sobre los Evangelios – Comentarios a los Evangelios dominicales Ciclo B – Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascual – Tomo III. Librería Editrice Vaticana – Heraldos del Evangelio. Lima. 2014. pp. 174-175
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