Redacción (Jueves, 13-07-2017, Gaudium Press) Tres pequeños niños pastores de Portugal presenciaron, el día 13 de julio de 1917, una triste y aterradora visión presentada a ellos directamente por la Santísima Virgen María en las apariciones de Fátima. Hoy, un siglo después, la verdad que esta visión hizo patente sigue siendo una «verdad incómoda» para la cultura y la sociedad: la existencia del infierno, un lugar de tormento a donde están condenados los pecadores que no se acuden a la misericordia de Dios antes de morir.
La «Puerta del Infierno», un cráter de gas natural en Derweze, Turkmenistán. Foto: Stefan Krasowski |
«Oren, oren mucho porque muchas almas se van al Infierno», expresó Nuestra Señora a los niños videntes, para luego extender sus manos y presentarles un agujero en el suelo donde se veían numerosas almas con forma humana consumiéndose en el fuego, entre gritos y llantos desgarradores. Los videntes describieron que en el lugar se veían demonios de aspecto horrible que atormentaban a los condenados. La visión fue tan desgarradora que Lucía, la mayor de las videntes, gritó de pánico.
Los Santos Jacinta y Francisco, acompañados de su prima Lucía Dos Santos, presenciaron las Apariciones de Fátima en 1917. Foto: FPL. |
La Santísima Virgen explicó a los videntes el sentido de su visión. «Habéis visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os digo se salvarán muchas almas y tendrán paz», explicó la Madre de Dios, quien anticipó una serie de tragedias con las cuales la humanidad será castigada por los pecados y el triunfo final de su Inmaculado Corazón. Al final de esta explicación y la comunicación del tercer secreto, Nuestra Señora pidió orar después de cada misterio del Santo Rosario: «Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente las más necesitadas de tu misericordia».
Cien años más tarde, estudios como el Religious Landscape Study de 2014 del Centro de Investigación Pew de Estados Unidos dan cuenta de la baja popularidad de la creencia en el infierno, incluso entre católicos. A pesar de ser un dogma declarado de la Iglesia (y por tanto de obligatoria creencia para los fieles) sólo el 63 por ciento de los católicos estadounidenses encuestados afirmó creer en la existencia del infierno, mientras que un 85 por ciento aseguró creer en el Cielo. Entre los no creyentes las cifras descienden radicalmente, con apenas un tres por ciento de los ateos y un nueve por ciento de los agnósticos.
En contradicción a los sondeos de opinión, el Mensaje de Fátima insiste en las verdades de fe menos populares: la posibilidad de la condenación eterna como un peligro auténtico para muchas personas – incluyendo a los creyentes -, la necesidad de la conversión y la penitencia para la propia salvación y la urgencia de orar y sacrificarse para obtener la conversión de los pecadores que, de otro modo, estarían destinados irremediablemente a las penas eternas. Recordar las palabras de la Santísima Virgen y el testimonio de los videntes, dos de ellos Santos, puede ser un antídoto muy necesario en una era de incredulidad. Después de todo, es un asunto de vida o muerte: las puertas del infierno siguen bien abiertas.
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