Redacción (Miércoles, 09-08-2017, Gaudium Press) En la Basílica de San Pascual Bailón de Villarreal, Diócesis de Segorbe-Castellón, España, ha habido un nuevo sacrilegio: forzadas las puertas de la real capilla, fue abierto el sagrario y robadas las Sagradas Hostias el pasado 14 de julio.
Se trata de un atentado contra la Eucaristía, el mayor tesoro que tenemos en nuestra Iglesia y, precisamente, en el templo en que se venera a San Pascual, el ardoroso hermano lego franciscano aragonés del siglo XVI, apasionado adorador, que es patrono de las asociaciones y de los congresos eucarísticos.
Se dice que San Pascual Bailón apenas sabía leer y escribir. Sin embargo, con razón le fueron dedicados estos versos: «De ciencia infusa dotado, siendo lego sois Doctor, Profeta y Predicador y Teólogo consumado». ¿Y cómo tales elogios? Aquí está el secreto: Dedicaba un tiempo enorme a la adoración Eucarística, de rodillas, a veces con los brazos encruz. Por las noches pasaba horas seguidas ante el Santísimo Sacramento. Prolongaba su adoración hasta bien tarde y en la madrugada llegaba a la capilla antes que los demás. El Señor lo asemejó a Sí.
Realizó un intenso apostolado en España donde fue muy querido, y cierta vez fue enviado a Francia por sus superiores para combatir la herejía que negaba la presencia real, lo que le costó que los calvinistas atentaran contra su vida.
¿Dónde están en los días de hoy los émulos de este maravilloso adorador? Lo menos que se puede decir es que no abundan.
En Villarreal, duermen sus restos a la espera de la resurrección final, mientras la ciudad vive, come, compra, vende, reposa, se agita… peca.
Hace apenas dos meses atrás, en la misma diócesis de Segorbe-Castellón, ocurrió otro sacrilegio similar en una parroquia del municipio llamado Teresa. Al mismo tiempo en otras diócesis del mundo se multiplican los sacrilegios. ¿Usquequo, Domine? (Salmo 13).
¿Hasta cuándo, Señor? sí, porque si el don de tu santísima y real presencia es la prueba más cabal del amor que nos tienes; si el sacrificio que haces por nosotros nos beneficia tantísimo sin que lo merezcamos; si el remedio de inmortalidad que nos ofreces con el Pan del cielo es prenda segura de vida eterna… ¿Cómo se puede corresponder a tanto regalo con tanta maldad?
Choca mucho el odio satánico manifestado por los inescrupulosos profanadores. Pero lo más doloroso del caso es la indiferencia con que la mayoría de los católicos reacciona -o no reacciona… mientras la fuerza de la ley humana se muestra impotente. Claro que a los criminales les cabe la peor censura canónica: la excomunión latae sententiae, pena en la que se incurre ipso facto… cosa que, por cierto, no les importará nada a los criminales.
Cuando se piensa en los dos mil años en que la Eucaristía ha nutrido a la Iglesia y a la misma sociedad, produciendo tantos frutos de civilización y de santidad; al considerar la historia de nuestros países de tradición cristiana, y al verlos hoy tan distantes de las sagradas raíces que les dieron vida, no se sabe bien cómo orientar una sentida oración reparadora.
Ciertamente se debe pedir misericordia y conversión para los responsables directos u ocultos y alivio para los eventuales fieles en estado de shock. Pero también hay que saber que se glorifica a Dios ¡y mucho! deseando que la justicia sea plenamente satisfecha sobre aquellos que han conculcado los derechos de la divina Victima que, en este caso, es también el Supremo Juez.
En los días que corren, la lista de los agravios al don eucarístico en el mundo es demasiado grande, especialmente en los países de población «católica».
«Hay de ti, Corozaín, hay de ti Betsaida, hay de ti Cafarnaún…» advierte el Señor en el Evangelio. Por su insensibilidad ante los milagros portentosos realizados por Jesús en bien de sus pobladores, esos lugares serán juzgados con más rigor que Sodoma (Mt. 11, 20-24). Esta ciudad, de espantosa memoria, quedó reducida a cenizas por el fuego bajado del cielo. Materia para meditar…
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Cuentan las crónicas que en la tumba de San Pascual Bailón se escuchan de vez en cuando golpecillos misteriosos. Es el santo que se comunica con sus devotos dándoles una señal, un signo de cosas buenas o malas que puedan ocurrir y que, efectivamente, suceden después.
La Iglesia aprueba esas manifestaciones sobrenaturales, ya que en el día de su fiesta se reza en un responsorio: «Golpeas en el arco y suenas, y en son misterioso auguras, ya desgracias ya venturas, y al mundo de asombros llenas».
En el siglo pasado, hubo algunos de esos golpes en su sepultura; impresionan especialmente dos que anunciaron desgracias: en 1912, en vísperas de un trágico incendio en un cine familiar de Villarreal en que murieron más de 60 personas, y en 1936, preanunciando la terrible guerra civil y la profanación de su tumba. En 1992 también se escucharon golpes, pero esta vez era una ocasión jubilosa: así celebraba San Pascual el IV centenario de su entrada en el cielo, de su pascua.
Interesante sería que el santo se manifestase en nuestros días con sus discretos golpes, vaticinando nuevas maravillas. Por ejemplo, el fin de los sacrilegios contra la Eucaristía, y la victoria de la fe sobre los escombros de la infidelidad derrotada.
En todo caso, lo que ardientemente deseamos es el triunfo de los Corazones Eucarísticos de Jesús y de María.
Por el P. Rafael Ibarguren, EP
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