Táriba (Jueves, 17-08-2017, Gaudium Press) Numerosa fue la procesión en honor a Nuestra Señora de la Consolación que ocurrió el martes 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen, en Táriba, Diócesis de San Cristóbal, Estado de Táchira en Venezuela. Familias, jóvenes, pequeños, y también algunos adultos mayores, procedentes de diversas partes de la diócesis, y de otros puntos del país suramericano, se dieron cita en un evento mariano lleno de esperanza.
Los homenajes a la Virgen comenzaron desde la madrugada del martes con la llevada de la imagen original a la Catedral de San Cristóbal, de donde comenzó la multitudinaria procesión rumbo al Atrio de la Basílica menor de Nuestra Señora de la Consolación en Táriba, donde Mons. Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal, presidió una solemne Eucaristía.
En la homilía el prelado reflexionó sobre la imagen de la Virgen de la Consolación, quien lleva tiernamente al Niño Jesús en sus brazos: «hoy, en el mundo y entre nosotros en Venezuela, la Iglesia Madre asume el mensaje manifestado en esta figura: sus brazos abiertos están listos para recibir y perdonar, para defender y sostener, para cargar al herido y frenar al opresor. Hoy, la Iglesia en Venezuela y, particularmente en el Táchira, ofrece sus brazos para acompañar a quienes están sufriendo y buscar lo necesario para quienes pasan hambre, para darles el consuelo y mantener viva la esperanza».
La multitudinaria romería comenzó desde la madrugada del martes 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de María / Foto: Diócesis de San Cristóbal. |
En este sentido llamó a los católicos y personas de buena voluntad a seguir el ejemplo de María y extender los brazos a quien necesita; «brazos que haga sentir la fuerza del amor que todo lo puede: que advierten y reconforman, que corrigen y promueven la conversión, que hacen justicia y producen libertad (…) ¡Qué hermoso comprobar cómo existen brazos dispuestos a ser como los de María!», expresó.
Bajo esta reflexión, Mons. Moronta dijo que «un buen católico no presta sus brazos para el mal», por lo que denunció «los brazos de los violentos que destruyen la seguridad de nuestras comunidades, de los narcotraficantes que llenan de muerte a nuestra sociedad, de los delincuentes que se creen poderosos con sus armas y acciones malignas, de los contrabandistas al llevarse por egoísmo lo que es del pueblo, de los asesinos de todo tipo».
Señaló que los brazos de quienes se hacen llamar discípulos de Jesús han de estar destinados «para hacer realidad la paz verdadera; para proteger a las familias; para defender la institucionalidad y el respeto de las leyes; para abrigar las esperanzas de los niños y de los jóvenes; para consolar a los enfermos y necesitados de ayuda; para abrazar incluso a los enemigos y animarlos a que dejen sus malas sendas».
Concluyendo la homilía, el Obispo de San Cristóbal dijo que Nuestra Señora, con su ejemplo, invita a todos a que «nos prestemos mutuamente nuestros propios brazos para ser solidarios, para apoyarnos y sostenernos».
Tras la Misa, la imagen de la Virgen de la Consolación fue ubicada en un lugar especial en la Basílica para la veneración de los fieles.
Nuestra Señora de la Consolación
La venerada imagen de Nuestra Señora de la Consolación, que muestra la Virgen María coronada llevando consigo al pequeño Jesús, quien aparece bendiciendo con su manito derecha, llegó a Táriba alrededor del 1561 de manos de los padres Agustinos, quienes la ubicaron en una Ermita que edificaron en el lugar, por entonces era residencias de los indígenas Táriba.
La imagen original de la Virgen de la Consolación presidó la procesión / Foto: Diócesis de San Cristóbal. |
Años después la imagen queda abandonada luego de la invasión de los indios Guásimos y Capachos, que obligaron a los Agustinos dejar allí la misión. Por fortuna una indígena conversa la lleva a su choza, donde la guarda; pero con el tiempo la imagen se destiñe y queda en el olvido.
Pasan los años, y ocurre un milagro. Era el 1600, y unos jóvenes se dirigen a una despensa donde se almacenaba el maíz en busca de una tabla para una partida de bolos. Al entrar allí toman la imagen, que ya se hallaba muy deteriorada e intentan utilizarla para el juego, pero le es imposible, ya que además de ser irrompible, sonaba muy extraño. La madre de los jóvenes se da cuenta de lo que ocurre, y decide regresar aquella tabla a la despensa.
Al rato, comienza a salir de aquel lugar un resplandor, tan brillante, que llama la atención de todos, quienes, con curiosidad, entran y ven cómo de la tabla salían destellos luminosos notándose nítidamente la imagen del a Virgen María.
Con el paso de los años, la imagen gana devotos y muchos comienzan a contar los milagros que Dios realizaba a través de Nuestra Señora de la Consolación.
De la redacción de Gaudium Press, con información de la Diócesis de San Cristóbal.
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