viernes, 22 de noviembre de 2024
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Autor canadiense expone cómo el hombre necesita la belleza por su hambre de Dios

Toronto (Miércoles, 23-08-2017, Gaudium Press) Michael D. O’Brien, Escritor y Artista residente del Our Lady Seat of Wisdom College de Ontario, Canadá, presentó una ponencia sobre la necesidad de belleza que se encuentra en cada persona. «El hombre está hecho para la belleza eterna», afirmó en el Wojtyla Summer Institute de esta misma institución celebrado del 10 al 13 de agosto. «La belleza no es una decoración en un muro» o «un estímulo sensorial en un salón de conciertos», explicó, sino «un lenguaje celestial que sobrepasa todas las barreras», que penetra los corazones y «nos toca de maneras en las que el pensamiento racional no puede».

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«Estamos atestiguando la creciente diabolización de Occidente», advirtió Michael D. O’Brien. Foto: Our Lady Seat of Wisdom College

Este gran potencial de la belleza está fundamentado para el autor en una razón teológica: «La Belleza es uno de los atributos de la Santísima Trinidad». Al ser creado el hombre a imagen y semejanza de Dios, adquiere su capacidad de razonar, amar y crear, y se encuentra «en un camino a través de la historia de la salvación hacia el Cielo, donde debemos estar». Esta realidad trascendente que se expresa por ejemplo en el arte sobrepasa la materialidad a la que estarían reducidos los seres que fueran simplemente un «mecanismo complejo biomecánico» resultante de un proceso de evolución natural.

El autor profundizó sobre el concepto de la belleza según las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino y expuso sus atributos de integridad, proporción y «claritas». La integridad se refiere a la coherencia, la perfección de la propia naturaleza. «Un pato o una jirafa son cosas hermosas, pero si un pato intenta comportarse como una jirafa o viceversa, es una catástrofe». La proporción se refiere a la armonía, el orden, la unidad y a un «sentido de lugar apropiado en la jerarquía del ser». La «claritas» es la «irradiación o luz que emana desde dentro».

El artista cristiano busca y ora por integrar en sí mismo la verdad, la bondad y la belleza, así como por la comunión, la comunicación con Dios, posible gracias al sacrificio de Cristo. «Así es como los artistas cristianos trabajan, no como letras muertas sino como palabras vivas». Esta labor se contrasta con el proceso de descristianización actual que busca transformar la conciencia del hombre y alejarlo de Dios.

«Estamos atestiguando la creciente diabolización de Occidente», advirtió O’Brien. El arte se transforma en «anti-humano» para herir al hombre como imagen de Dios. «El arte se ha hecho más oscuro, más violento, más terrorífico e incluso más entronizado por las galerías de arte del mundo». Por cada una de estas obras anti-humanas, la gracia suscita numerosas obras de belleza y el autor invitó a promover la visión católica del arte y la cultura que «da fruto y da vida a los demás».

Con información de The Catholic Register.

 

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