viernes, 22 de noviembre de 2024
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El Papa habla del último horizonte del cristiano: La Jerusalén celestial

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 23-08-2017, Gaudium Press) En la catequesis de la Audiencia General de hoy, sobre la esperanza cristiana, el Papa Francisco comentó un texto del libro del Apocalipsis que reza: «Yo hago nuevas todas las cosas» (21,5). Esta novedad de la que habla la Escritura es fundamentalmente la novedad última, la que se dará en la Jerusalén Celestial.

«Las páginas finales de la Biblia nos muestran el horizonte último del camino del creyente: la Jerusalén del Cielo, la Jerusalén celestial. Esta es imaginada sobre todo como una inmensa carpa, donde Dios acogerá a todos los hombres para habitar definitivamente con ellos (Ap 21,3). Y esta es nuestra esperanza. Y ¿Qué cosa hará Dios, cuando finalmente estaremos con Él? Usará una ternura infinita en relación a nosotros, como un padre que acoge a sus hijos que han largamente fatigado y sufrido. Profetiza Juan en el Apocalipsis, profetiza: «Esta es la morada de Dios entre los hombres […] – ¿qué cosa hará Dios? – Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó […] Yo hago nuevas todas las cosas» (21, 3-5). El Dios de la novedad», dijo Francisco.

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El cristiano está destinado a la Patria celestial

El Papa manifestó que había saludado antes de la audiencia, a personas provenientes de Barcelona y del Congo, lugares que han padecido recientes calamidades. Ocurren calamidades en muchas partes, con muchas personas.

Entretanto, hay «un Padre que llora con nosotros; existe un Padre que llora lágrimas de infinita piedad en relación de sus hijos. Nosotros tenemos un Padre que sabe llorar, que llora con nosotros. Un Padre que nos espera para consolarnos, porque conoce nuestros sufrimientos y ha preparado para nosotros un futuro diferente».

¿Cuál es ese futuro? El Reino de los Cielos.

«El cristiano sabe que el Reino de Dios, su Señoría de amor está creciendo como un gran campo de trigo, a pesar de que en medio está la cizaña. Siempre existen problemas, existen las habladurías, existen las guerras, existen las enfermedades… existen los problemas. Pero el trigo crece, y al final el mal será eliminado. El futuro no nos pertenece, pero sabemos que Jesucristo es la más grande gracia de la vida: es el abrazo de Dios que nos espera al final, pero que ya desde ahora nos acompaña y nos consuela en el camino. Él nos conduce a la gran ‘morada’ de Dios entre los hombres (Cfr. Ap. 21,3), con tantos otros hermanos y hermanas, y llevaremos a Dios el recuerdo de los días vividos aquí abajo. Y será bello descubrir en ese instante que nada ha sido perdido, nada, ni siquiera una lágrima: nada ha sido perdido; ninguna sonrisa, ni ninguna lágrima. Por cuanto nuestra vida haya sido larga, nos parecerá de haber vivido en un momento. Y que la creación no se ha quedado en el sexto día del Génesis, la creación no ha terminado el sexto día, sino ha proseguido incansablemente, porque Dios siempre se ha preocupado por nosotros. Hasta el día en el que todo se cumplirá, la mañana en la cual se terminaran las lágrimas, el instante mismo en el cual Dios pronunciará su última palabra de bendición: «Yo hago nuevas todas las cosas» (v. 5). Si, nuestro Padre es el Dios de la novedad y el Dios de las sorpresas. Y aquel día nosotros seremos verdaderamente felices, y ¿lloraremos?, sí, pero lloraremos de alegría».

Con información de Radio Vaticano

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