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Denver (Viernes, 25-08-2017, Gaudium Press) Con motivo de las recientes amenazas al Secreto de Confesión en Australia, rechazadas por los Obispos locales (ver noticia anterior), la agencia informativa CNA destacó el testimonio histórico de Santos Mártires y sacerdotes que tuvieron que proteger con su vida el sigilo prescrito por las normas canónicas y que defiende la sacralidad de la comunicación necesaria para celebrar el Sacramento.
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| San Mateo Correa Magallanes. Foto: Bernardo del Hoyo Calzada |
«El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo», establece el Código de Derecho Canónico en su cánon 983, extendiendo este deber de secreto a un eventual intérprete y «todos aquellos que, de cualquier manera, hubieran tenido conocimiento de los pecados por la confesión». La protección de la información revelada por el penitente es tal, que los sacerdotes no pueden hacer uso de ella a la hora de tomar sus propias decisiones o del gobierno de su comunidad o de las instituciones a su cargo.
Para demostrar la seriedad con la cual los sacerdotes católicos toman estas normas, la agencia presentó el ejemplo de varios presbíteros que prefirieron morir antes de violentar el Sacramento. En primer lugar, propuso la historia de San Juan Nepomuceno, nacido en lo que es hoy República Checa cerca del año 1340. Mientras servía como Vicario general de la Arquidiócesis de Praga, el Santo fue confesor de Sofía de Bavaria, esposa del rey Wenceslao, recordado por sus arranques de ira y celos. El mandatario quiso obligar al sacerdote a revelar los pecados confesados sacramentalmente por su esposa y fue amenazado de muerte ante su negativa. En un altercado posterior por el intento de expropiación de un convento, el rey cumplió sus amenazas y ordenó la tortura y asesinato del Santo, cuyo cuerpo fue arrojado al río Vltava.
San Mateo Correa Magallanes es otro ejemplo de martirio por proteger el sigilo sacramental. El sacerdote mexicano, nacido en Tepechitlán, Zacatecas, sirvió como capellán y fue miembro de los Caballeros de Colón. Fue arrestado durante la persecución religiosa en 1927 bajo las órdenes del general Eulogio Ortiz, quien lo envió a servir a un grupo de condenados a muerte. Esta encomienda resultó ser una trampa, ya que el militar pretendía que el sacerdote revelara los pecados oídos en la confesión de los condenados. Al no ceder a esta presión, fue fusilado. Sus restos son venerados en la Catedral de Durango.
Un sacerdote español que también dio su vida para proteger el Secreto de Confesión, y cuya causa de beatificación avanza en la actualidad, fue el P. Felipe Císcar Puig, de la ciudad de Valencia. De manera similar al mártir mexicano, fue puesto en prisión en la persecución religiosa de la Guerra Civil Española y amenazado de muerte para que revelara los contenidos de la confesión de un religioso, el fraile franciscano Andrés Ivars. «Hagan lo que quieran, pero no revelará la confesión, moriría antes de eso», fue la heroica respuesta del sacerdote. Tras un juicio improvisado en el que reiteró su negativa fue condenado a muerte. El Beato Fernando Olmedo Reguera, también víctima de la persecución en España. Fue arrestado y golpeado para intentar obtener información de las confesiones. Tampoco cedió y fue ejecutado por órdenes de un «tribunal popular» en las afueras de Madrid.
Con información de CNA.
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