Villavicencio (Viernes, 08-09-2017, Gaudium Press) En su tercer día en Colombia, el Pontífice ofició una misa en el recinto de ferias de Catama, en la ciudad de Villavicencio, que es puerta a los amplios llanos orientales del país. En la misa, asistida por más de 600.000 fieles, el Pontífice hizo el elogio de la Virgen, en el día de su Natividad.
«¡Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, es el nuevo amanecer que ha anunciado la alegría a todo el mundo, porque de ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios! (cf. Antífona del Benedictus). La festividad del nacimiento de María proyecta su luz sobre nosotros, así como se irradia la mansa luz del amanecer sobre la extensa llanura colombiana, bellísimo paisaje del que Villavicencio es su puerta, como también en la rica diversidad de sus pueblos indígenas», dijo el Papa.
«María es el primer resplandor que anuncia el final de la noche y, sobre todo, la cercanía del día. Su nacimiento nos hace intuir la iniciativa amorosa, tierna, compasiva, del amor con que Dios se inclina hasta nosotros y nos llama a una maravillosa alianza con Él que nada ni nadie podrá romper. María ha sabido ser transparencia de la luz de Dios y ha reflejado los destellos de esa luz en su casa, la que compartió con José y Jesús, y también en su pueblo, su nación y en esa casa común a toda la humanidad que es la creación», continuó el Pontífice.
El Pontífice invitó a todos a la verdad, la bondad, y la reconciliación. Y dijo que «esto sólo es posible si llenamos de la luz del Evangelio nuestras historias de pecado, violencia y desencuentro».
Entretanto, «el recurso a la reconciliación no puede servir para acomodarse a situaciones de injusticia. Más bien, como ha enseñado san Juan Pablo II: «Es un encuentro entre hermanos dispuestos a superar la tentación del egoísmo y a renunciar a los intentos de pseudo justicia; es fruto de sentimientos fuertes, nobles y generosos, que conducen a instaurar una convivencia fundada sobre el respeto de cada individuo y de los valores propios de cada sociedad civil»».
Al final de su homilía el Pontífice mencionó a los dos nuevos beatos de la Iglesia colombiana. Mons. Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, Obispo de Arauca, y el sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, mártir de Armero, son «la expresión de un pueblo que quiere salir del pantano de la violencia y el rencor». Estos dos nuevos beatos de la Iglesia son la manifestación de la cercanía de Jesús el Enmanuel: «Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos» (Mt 28, 21).
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