miércoles, 27 de noviembre de 2024
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El Arte y la Moral

Redacción (Lunes, 18-09-2017, Gaudium Press) Quizás el vocablo arte sea una de las cosas más difíciles de definir, ya que se se puede relacionar con muchos de los campos del quehacer y la creatividad humana desde la cocina, la pintura, la música y en realidad casi todo lo que afecta alguno de nuestros sentidos.

Y además, como es conocido, existen los más diversos juicios al respecto, desde los que entienden el arte como cualquier expresión del ser humano que tenga alguna idea de fondo, un arte más «conceptual»…, hasta los que prefieren solamente calificar de arte aquella actividad o producto creado con una finalidad estética que en el fondo busca expresar una visión del mundo, y una búsqueda de la Belleza y la Verdad en esencia.

Pero quizás, más importante que definir lo que es el arte «en tesis o en el aire» sea considerar cómo este afecta el ser humano y su relación con la moral, y a partir de esos presupuestos deducir su verdadero significado.

La línea recta de la Moral

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La moral es entendida por muchos como un conjunto de normas, creencias, valores y costumbres que dirigen o guían la conducta de las personas en la sociedad, y les permiten distinguir lo que es correcto de lo que es incorrecto.

El famoso escritor inglés G. K. Chesterton, presentó cierta vez la relación entre arte y moral con una muy pintoresca frase:

«En el arte, como en la moral, se trata de dibujar una línea en algún lado» 1

Pero lo que quizás no dejó muy claro y muchas personas no consiguen intuir es que esa línea no debe de ser dibujada en cualquier lado, sino que debe estar en el lugar exacto, colocada con mucha precisión en harmonía con la naturaleza de aquello que quiere definir.

Y así como la verdadera moral es natural al hombre, por ser la aplicación de la ley natural, el arte debería de dibujar sus líneas en armonía con el orden de la creación, buscando en la belleza y en el orden su verdadera y máxima expresión.

Antimoral y antiarte

1.jpgY es por eso que así como sabemos que «antimoral» es todo aquello que va directamente en contra al orden de la ley natural, como corolario podemos considerar que el «antiarte» es todo aquello que va en contra de la belleza y las «leyes de la estética».

Y para comprender cómo esto afecta el ser humano es interesante ver cómo entendía la moral, de una forma un poco incompleta pero verdadera el escritor Ernest Hemingway:

«Hasta ahora, al respecto de moral, solo sé que es moral aquello que te hace sentir bien después de hacerlo, e inmoral aquello que después de realizado te hace sentir mal» 2

Y de hecho es inmoral el pecado, porque siempre, inevitablemente traerá después de cometido la frustración. Después del efímero placer ilícito, el sentimiento natural de la persona que traiciona su propia naturaleza y la gracia será la tristeza, el remordimiento, la confusión y el odio.

Estos mismos sentimientos son los frutos del antiarte en el alma humana, que traiciona la estética, distorsiona la realidad y nos pide fundirnos en el caos de lo incomprensible, lo indefinido y hasta en lo corrompido y putrefacto del pecado.

El hombre que se acostumbra a la antimoral adopta el antiarte

«El hombre es un monolito de lógica», suele repetir Mons. Joao Clá Dias, EP, para explicar cómo es que funciona el mecanismo sofístico de defensa que usa el hombre para siempre justificar sus actos por medio de la razón, y es por eso que para no lastimar su «Unum», su unidad, solo adopta el antiarte aquella persona que destruye su inocencia, y que de alguna u otra forma abraza la antimoral.

El hombre para vivir tranquilo una vida en contra de la moral necesariamente tendrá que crear sofismas que aunque en el fondo él sabe que son ilógicos, le permiten ahogar la conciencia y crear la ilusión de que se es aceptado por los demás. Y de igual manera, para que el alma humana acepte el «antiarte» es necesario crear modas, que por más que sean irracionales, produzcan por medio de la retórica y superficialidad una especie de aceptación social.

4.jpgSimilis simili gaudet, y es por este principio que podemos afirmar que sólo el alma deformada, distorsionada por la «antimoral» se alegrará con el caótico antiarte.

Y en una sociedad que prevarica ante el relativismo moral, fácilmente se aceptará la idea de un arte antiestético, totalmente subjetivo e ilógico.

La unión entre el arte y moral

Es necesario entender que para el bien del alma humana, no debe existir contradicción alguna entre el arte y moral, y que estos deben de complementarse de tal forma que en esa unión encontremos un camino seguro para alcanzar la perfección espiritual y la estética.

«Esta unión puede darse cuando el artista profundiza y vive una moral fundada en la caridad: como el artista no puede crear contra su concepción más íntima, sólo cuando su interior haya sido purificado y transformado por la caridad, cumplirá gustosamente la ley, no se sentirá encadenado por ella, y lo que realice libremente será acorde con las reglas morales… Su amor a Dios y a los hombres se habrá convertido en una exigencia subjetiva, que su arte tendrá que respetar. Y para poder respetarlo, su arte deberá elevarse.» 3

Pero para el artista no es tarea fácil poseer esa integridad que le permita crear casi que de «segunda naturaleza», siendo enteramente fiel al orden creado por Dios, al verdadero juicio estético que parte del alma inocente, y a la moral, y es por eso que para alcanzar este estado de perfección se exige la santidad, que traerá la verdadera satisfacción al artista en el cumplimiento de su vocación.

«Este identificarse por la caridad con la ley moral puede, a veces, suponer una lucha, pero es el único camino, y sólo así [el artista] podrá repetir aquellas palabras que, anciano ya, escribía Paul Claudel a Arthur Fontaine: «Será dulce para mí, cuando esté en el lecho de muerte, pensar que mis libros no han contribuido a aumentar la espantosa suma de tinieblas, de duda, de impurezas, que aflige a la humanidad, sino que aquellos que los han leído no han encontrado en ellos más que motivos para creer, para alegrarse, para esperar».» 4

Y al considerar esto claramente vemos que más que unión, debe existir una subordinación de todas las actividades humanas, incluido el arte a la moral, como nos lo enseña el Concilio Vaticano II:

«La primacía del orden moral objetivo ha de ser respetada absolutamente por todos, puesto que el orden moral es el único que supera a todos los demás órdenes de las cosas humanas, incluido el del arte, por muy dignos que sean, y es el que los conjuga armoniosamente. Sólo el orden moral afecta en su naturaleza entera al hombre (criatura racional de Dios llamada a lo sobrenatural), y si se observa íntegra y fielmente, lo lleva hasta alcanzar la perfección y la felicidad plenamente». 5

Apóstoles de la Esperanza

5.jpg«Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, es quien pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste la usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la admiración.» 6

Así se expresaba la iglesia en el mensaje dirigido a los artistas, en la clausura del Concilio Vaticano II:

«Que estas manos (las de los artistas) sean puras y desinteresadas. Recordad que sois los guardianes de la belleza en el mundo, que esto baste para libertaros de placeres efímeros y sin verdadero valor, para libraros de la búsqueda de expresiones extrañas o desagradables.

Sed siempre y en todo lugar dignos de vuestro ideal y seréis dignos de la Iglesia, que por nuestra voz os dirige en este día su mensaje de amistad, de salvación, de gracia y de bendición.»7

Y en estas bellas palabras vemos relucir la magnífica vocación del artista, guardián de la belleza, apóstol de la verdadera esperanza en un mundo cada vez más oscuro y confundido.

Y por esto mismo, debería de ser la preocupación de todo artista ser de aquellos que recuerden constantemente a todos los hombres cuál es nuestra vocación común, que es ser Hijos de Dios, herederos de un trono celestial para toda la eternidad. Y que por medio de su arte, ya sea la pintura, la música, el teatro, la arquitectura, etc, crear ambientes, propiciar sentimientos, costumbres y principalmente pensamientos que eleven las mentes a Dios y se conviertan en oración, haciéndonos anhelar la Patria celestial.

Y en un mundo que se parece cada vez más al infierno, revolucionario, relativista, víctima del liberalismo imperante, hacer una contrarrevolución artística que destruya por medio del esplendor de la Belleza las horrendas insidias del demonio, haga de este mundo un reflejo de la Jerusalén Celeste, con caminos de oro y murallas de piedras preciosas, y haga triunfar en el arte el Inmaculado Corazón de María, cumpliendose con plenitud el pedido que hacemos siempre: la unión del cielo con la tierra, en la oración que el Divino Maestro nos enseñó: «Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo».

Por Santiago Vieto

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1- G. K. Chesterton, as quoted in Arts magazine: Vol. 1 (1926), also in The Golden Book magazine, Vol. 7, (1928) by Henry Wysham Lanier, p. 323.
2- Ernest Hemingway, Death in the Afternoon (1932), Ch. 1.
3- FEDERICO DELCLAUX.http://www.mercaba.org/Rialp/A/arte_y_moral.htm
4- Idem.
5- CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II (Decreto sobre los medios de comunicación social, n° 6)
6- CLAUSURA DEL CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, MENSAJE A LOS ARTISTAS. https://w2.vatican.va/content/paul-vi/es/speeches/1965/documents/hf_p-vi_spe_19651208_epilogo-concilio-artisti.html
7- Idem.

 

 

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