Redacción (Lunes, 25-09-2017, Gaudium Press) Un sacerdote anónimo de Zaragoza obtuvo por medio de su experiencia en los púlpitos de diversas comunidades cristianas, la comprensión de enfermedades graves que apenas se daban durante las celebraciones. Tal ocurrencia deseaba él combatir, entretanto, esas enfermedades se tornaban tanto más expansivas cuanto mayor el número de fieles. Son ellas:
Afasia litúrgica: Es un súbito bloqueo de los órganos vocales que ocurre en las personas al entrar por la puerta de la iglesia. Se nota durante los cánticos, en las respuestas al final de las oraciones e, inclusive, a la hora de decir «amén» al recibir la comunión.
Vanguardofobia: Basta penetrar en el santuario y no tarda en aparecer: piernas tiemblan y un miedo implacable impide al individuo de ponerse en los primeros bancos de la iglesia. Se sienten, tal vez, aludidos con los aprietos de Jesús en el Evangelio a los fariseos, acusados de ocupar los primeros lugares. Es un mal muy útil para casos de incendio.
Doble corriente auricular: Es la enfermedad más grave. Se debe a la amplia apertura en los conductores auriculares permitiendo que el sonido entre por un oído y salga, inmediatamente, por el otro, sin pasar por el cerebro, ni por el corazón. Los síntomas se intensifican en casos de avisos finales o recomendaciones.
Síndrome Homilética: se trata de un estado de semi-transe. El paciente tiende a perder el contacto con la realidad y, en poco tiempo, entra en una total inconsciencia. Apenas se manifiesta cuando el sacerdote comienza la homilía. Desaparece cuando los demás se ponen en pie para cantar el Credo.
Precisamos precavernos para que esos males no se abatan sobre nosotros. Pues, debemos sacar de la Misa todo el provecho, visto que el Santo Sacrificio es la obra más santa y agradable a Dios, es lo que hace aplacar la cólera del Altísimo, abatir las fuerzas del infierno, además de obtener gracias más abundantes para los hombres.
«El punto verdaderamente vital de la lucha de la Revolución y la Contra-Revolución está en que sean celebradas muchas Misas. Así como de Ella participen, también convenientemente los fieles, ya sea acompañando el rito de la Misa, ya sea comulgando […]. Si acabasen las Misas, la Revolución acabaría por apoderarse del mundo en un instante». (Plinio Corrêa de Oliveira 22/08/88)
«La Misa es el elemento esencial para la lucha. Es la mejor arma, es la mejor muralla. Y la mejor forma de estar ligados al Cielo». (Mons. João 10/05/10)
Por tanto, cabe a todos hacer justicia a las gracias que nos son obtenidas todos los días a través de las Misas. Así como la Tierra precisa del Sol, también los hombres necesitan de las Misas, pues, caso contrario, serían privados de todos los bienes y sobrecargados de todos los males.
Por Hermana Aline Karolina de Souza Lima.
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