Ciudad del Vaticano (Miércoles, 18-10-2017, Gaudium Press) Hoy, en la audiencia general, el Papa Francisco trató el asunto de como enfrenta la esperanza cristiana el tema de la muerte.
La muerte es un misterio, una dura realidad. Pero es una certeza, y es preciso mirarla de frente. «Recita el salmo 90: «Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría» (v. 12). Contar los propios días como el corazón se hace sabio. Palabras que nos conducen a un sano realismo, expulsando el delirio de omnipotencia. ¿Qué cosa somos nosotros? Somos «casi nada», dice otro salmo (Cfr. 88,48)».
La realidad de la muerte «pone al desnudo nuestra vida. Nos hace descubrir que nuestros actos de orgullo, de ira y de odio eran vanidad: pura vanidad. Nos damos cuenta con tristeza de no haber amado lo suficiente y de no haber buscado lo que era esencial. Y, por el contrario, vemos lo que verdaderamente bueno hemos sembrado: los afectos por los cuales nos hemos sacrificado, y que ahora nos sujetan la mano».
Entretanto, Jesús iluminó el misterio de la muerte.
«Jesús nos pone sobre esta «cima» de la fe. A Marta que llora por la desaparición del hermano Lázaro presenta la luz de un dogma: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». (Jn 11,25-26). Es lo que Jesús repite a cada uno de nosotros, cada vez que la muerte viene a arrancar el tejido de la vida y de los afectos. Toda nuestra existencia se juega aquí, entre el lado de la fe y el precipicio del miedo. «Yo no soy la muerte, dice Jesús, yo soy la resurrección y la vida, ¿crees tú esto?, ¿crees tú esto?». Nosotros, que hoy estamos aquí en la Plaza, ¿creemos en esto?»
«Somos todos pequeños e indefensos ante el misterio de la muerte. ¡Pero, que gracia si en ese momento custodiamos en el corazón la llama de la fe! Jesús nos tomará de la mano, como tomó de la mano a la hija de Jairo, y repetirá todavía una vez: «Talitá kum», «¡Niña, levántate!» (Mc 5,41). Lo dirá a nosotros, a cada uno de nosotros: «¡Levántate, resurge!»
La muerte solo se explica, y se enfrenta con base en la fe dejada por Cristo. Él es la esperanza ante la muerte.
Con información de Radio Vaticano
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