viernes, 22 de noviembre de 2024
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Dios o la Virgen en una orquídea

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Foto: Pluckytree

Redacción (Viernes, 10-11-2017, Gaudium Press) En un mundo que se va tornando gris, cada vez más gris, pardo y sucio como el lodo, no solo es bueno sino necesario tener espacios donde se respire el aire puro, donde podamos restaurar la idea de que no todo es hediondez sino que muy por el contrario, detrás de unas nubes grises siempre sigue presente el cielo maravilloso que nos espera para toda la eternidad, si sabemos luchar.

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En días recientes Pablo Cesio en Aleteia daba buena cuenta del ‘boom’ del cultivo de orquídeas que desde hace un tiempo ocurre en Ecuador, y de que detrás de este auge estaba la labor del sacerdote salesiano Ángel Andreetta, quien de Italia llegó al país andino a integrarse en las labores de su comunidad, a la par que entregaba parte de su tiempo al cultivo, investigación y clasificación de las orquídeas de ese rico país.

Incluso, una especie de orquídea fue bautizada en honor a él como ‘Scuticaria salesiana’.

El P. Andreetta creó en 1974 la Asociación Ecuatoriana de Orquideología, que más tarde se incorporaría a la ‘American Orchid Society’. El próximo 12 de noviembre Guayaquil será sede de la Conferencia Mundial de Orquídeas, tercera que se realiza en Suramérica, ratificando con ello que Ecuador es destino turístico también a causa del bello arte del cultivo de la exótica flor.

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Foto: Sandra Rocha

De hecho el padre italiano también ejerció su ministerio expandiendo la «devoción» a las orquídeas en tierras ecuatorianas. El sacerdote es pontífice, puente entre Dios y los hombres, y promoviendo ese bello arte hizo que toda una nación elevase sus vistas hacia la belleza, que no es otra cosa sino reflejo de Dios.

Porque las orquídeas son verdaderamente bellas.

Decía Plinio Corrêa de Oliveira que si bien la rosa es la reina de las flores, y que ella expresa de manera sin igual el esplendor del orden, la orquídea se encuentra casi a su altura, siendo la flor de las sorpresas, de la fantasía y del misterio, de una belleza sublime que sólo la fantasía sabe componer, una belleza desconcertante que le recordaba al ilustre brasileño el temperamento burbujeante y volátil de los pueblos latinoamericanos.

La orquídea es una verdadera fábula, de una belleza original, multivariada, que asombra.

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Foto: Peter Miller

Por ejemplo ésta de arriba.

Ella es fuerte, es afirmativa, pareciera casi una intrusa, que al mismo tiempo que exige su contemplación quiere adentrarse en nuestras almas para indagar, con espíritu fisgón, que hay ahí adentro. Pareciera ella simbolizar la «curiosidad» que le despierta a Dios cada uno de los hijos de los hombres, aquellos que según declaró el Salvador, hacían su alegría cuando Él estaba en medio de ellos.

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Foto: Russ Morris

O esta otra de pétalos amarillos salpicados de manchillas rojas, menos exuberante que la de arriba siendo sin embargo muy original, un tanto más ‘civilizada’, algo mimosa, delicada y frágil, digna de estar en el peinado o tocado de una dama, u ornando el altar de la Reina de la vírgenes el día de su luminoso nacimiento.

Todo lo bello es puente hacia Dios.

Por Saúl Castiblanco

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