viernes, 22 de noviembre de 2024
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¿Republicanos prototípicos?

Redacción (Lunes, 13-11-2017, Gaudium Press) Si se quiere hacer idea de lo que fue un caudillo liberal, y anticlerical del siglo XIX en Latinoamérica recién independizada de España, léase con ojo cuidadoso la vida de Tomás Cipriano de Mosquera y Arboleda, rico señor feudal contradictorio y falaz del que hay innumerables biografías, casi todas muy elogiosas, incluso las provenientes de la izquierda radical que tanto odia la propiedad privada.

Como es sabido, el hombre era un terrateniente con posesiones inconmensurables, cientos de indios y negros esclavos a su entera disposición, clientela política y económica a su alrededor y un clan familiar muy cohesionado haciendo negocios a la sombra del temible cabecilla. En sus tierras había ríos, fauna, flora, lagunas, minas, indios y esclavos, ganados y cultivos.

Curiosamente su poder le venía del extranjero donde sus con-fraternos ingleses, franceses y estadounidenses lo tenían por uno de los hombres más ricos del continente suramericano y le apoyaban a sus demenciales persecuciones a la Iglesia y la tradición hispánica, en elogiosos artículos de prensa. De allá le llegaron armas, municiones, uniformes, préstamos hipotecarios y franquicias que lo catapultaron cuatro veces a la presidencia de la república.

El puntero de la historia pasó por sus manos. Tenía una comprobada inteligencia, que bien hubiese podido prestar un gran servicio a la Cristiandad como García Moreno en Ecuador. Pero de lo que estamos hablando es de un ególatra y oportunista que encontró su cuarto de hora para hacerse a fama y acrecentar riqueza que era lo que más ambicionaba. Murió excomulgado, porque había perdido la fe hacía muchos años atrás y de nada le valdría que su joven segunda esposa y sobrina intentara reconciliarlo con la religión que odió hasta con la médula de sus propios huesos. La soberbia y la sensualidad incontenidas habían hecho de este siniestro personaje un verdadero poseso sin escrúpulos ni temor a Dios ni a nadie. De comparársele con alguien, tal vez podría ser con el funesto y horripilante Eloy Alfaro de la hermana república ecuatoriana que podría llegarle a la estatura. Ambos prefirieron encontrar aquí en la tierra su vida para perderla en la Eternidad. (Mt 16,25) Tal vez el único mal negocio que hicieron en sus existencias terrenas y en el que con certeza los dos quedaron suficientemente chamuscados.

Esto para hacernos una idea más o menos aproximada de lo que era un caudillo liberal pro-independentista en el siglo XIX, que vio su oportunidad aprovechándose de la decadencia de España y los apuros en que el protestantismo anglosajón apoyado por el laicismo francés, habían puesto al país de los sufridos misioneros que nos trajeron la religión católica. Pero los caudillos, hacendados latifundistas, prefirieron alimentar su ego y ayudarle a los racionalistas a desmontar el catolicismo del Continente Hispanoamericano, favor que le hicieron a la izquierda marxista que nunca los critica a pesar de saber que eran grandes propietarios de tierras. Gracias a Dios no lo consiguieron, y aunque lo desfiguraron mucho, todavía está vivo entre el menudo pueblo de Dios un pabilo que aún humea, una brasa al rojo vivo que espera el soplo divino de una gran gracia del Divino Espíritu Santo y hacerse llama viva para continuar «la marcha victoriosa de los hombres que tienen fe» (1). Un resto pacífico y tranquilo aquí y allá, a lo largo y ancho del continente, que está dispuesto al martirio y a la tortura espiritual o física para restaurar los derechos de la verdadera Iglesia de Dios en la tierra.

Por Antonio Borda

(1) Plinio Correa de Oliveira, Conferencia, Sao Paulo-Brasil.

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