Redacción (Lunes, 04-12-2017, Gaudium Press) A través de la famosa profecía de las 70 semanas de años, el Arcángel San Gabriel anunciara al Profeta Daniel, en Babilonia, la fecha de la venida del Mesías (cf. Dn 9, 20-27). Después del transcurso de cinco siglos, el mismo Arcángel aparece a San Zacarías, en el Templo de Jerusalén, para comunicarle el nacimiento del Precursor de Nuestro Señor Jesucristo.
«Justos delante de Dios»
San Zacarías y Santa Isabel, padres de San Juan Bautista, pertenecían «a la ilustre familia de Aarón, la más gloriosa que entonces existía después de la de David, de la cual debía nacer el Mesías». Pero ellos «tenían todavía otra nobleza más preciosa que la de la sangre: la nobleza de la virtud».
De hecho, dice la Sagrada Escritura que «ambos eran justos delante de Dios y cumplían fielmente todos los Mandamientos y preceptos del Señor» (Lc 1, 6).
Zacarías era sacerdote, y ese elogio que de él hace San Lucas «es bien significativo durante el triste reino de Herodes, donde imperaba, sea en el pueblo judío en general, sea en particular entre los sacerdotes, una tan profunda corrupción».
«No tenían hijos, pues Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada» (Lc 1, 7). El Evangelista presenta esos detalles para resaltar mejor el milagro que a seguir narrará. Juan Bautista será un niño nacido milagrosamente como anteriormente el Patriarca Isaac y el Profeta Samuel.
Santificado por Nuestra Señora
Esa virtuosa pareja residía en la ciudad de Ain-Karim. Cierto día, San Zacarías se dirigió a Jerusalén para ejercer en el Templo funciones sacerdotales, y fue sorteado para hacer la ofrenda del incienso. Estando él solito en el Santuario para el incensario – pues el pueblo en ese momento permanecía del lado de afuera -, le apareció San Gabriel. Él quedó con mucho miedo, pero el Arcángel le dijo:
«No tengas miedo, Zacarías, porque el Señor oyó tu pedido. Isabel, tu esposa, te dará un hijo, y tú le pondrás el nombre de Juan» (Lc 1, 13). El pedido de Zacarías no era tener un hijo, sino que viniese luego el Mesías. Realmente, ese hijo será el Precursor de Nuestro Señor.
«Muchos se alegrarán con su nacimiento» (Lc 1, 14). Además de Nuestra Señora, el único santo cuya venida al mundo la Iglesia conmemora es San Juan Bautista; tal fiesta es celebrada el 24 de junio.
«Él será grande delante del Señor […] y, desde el vientre de la madre, estará lleno del Espíritu Santo» (Lc 1, 15). «Ser grande delante de Dios no significa gozar de las honras terrestres, sino poseer la virtud, la santidad en grado eminente.»
Seis meses después de la concepción del Precursor, Nuestra Señora, en cuyo seno virginal el Verbo de Dios se encarnara, visitó a Santa Isabel, que era su prima, y la saludó.
Afirma el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira:
«Al oír la voz de la Virgen Bendita, al sentir la presencia de Dios, el niño estremeció de alegría. Y, también de acuerdo con los teólogos, en ese momento, todavía en el seno materno, él fue santificado por María.
«Podemos conjeturar que Nuestra Señora comunicó, de un modo misterioso, algo del espíritu de Ella a San Juan Bautista. Y todo cuanto este hizo en su vida, era una consecuencia de esa gracia inicial recibida por la intercesión de María, constantemente intensificada hasta alcanzar una plenitud en el momento de su martirio.»
Tendrá el espíritu de Elías
El Arcángel San Gabriel afirmó también que Juan Bautista «caminará al frente [de los israelíes] con el espíritu y el poder de Elías» (Lc 1, 17). Tres décadas después, el propio Nuestro Señor dirá que él es otro Elías (cf. Mt 11, 14)
San Elías brilló por su admirable combatividad contra el mal. Por ejemplo, él increpó al Rey Ajab, los judíos conniventes con la idolatría y mató los 450 falsos profetas de Baal (cf. I Rs 18, 40). En otra ocasión, hizo descender por dos veces fuego del cielo para eliminar los soldados enviados por el Rey Ocozías, que pretendían prenderlo (cf. II Rs 1, 9-12).
Así también San Juan Bautista hizo increpaciones contra los fariseos y saduceos, llamándolos de víboras (cf. Mt 3, 7), y censuró firmemente al Rey Herodes Antipas, que mandó matarlo.
El mutismo de Zacarías fue un símbolo
Entretanto, San Zacarías dudó de las palabras de San Gabriel, diciendo que él y su esposa eran de edad avanzada. Entonces el Arcángel declaró:
«Yo fui enviado para hablar contigo y anunciarte esta buena nueva. Y ahora quedarás mudo […] hasta el día en que estas cosas sucedan, ya que no creíste en mis palabras, que se cumplirán en el tiempo cierto» (Lc 1, 19-20).
Tal mutismo ocurrió de inmediato. Al salir del Templo, Zacarías no podía hablar con el pueblo que lo aguardaba; entonces «se comunicaba con ellos por medio de gestos» (Lc 1, 22).
Porque su Fe falló en ese momento, él fue castigado con la mudez, que era un símbolo. «Allí estaba figurado el silencio al cual la religión mosaica estaría próximamente reducida por la propagación del Evangelio». De hecho, San Juan Bautista es el hilo que une los dos Testamentos: abre el Nuevo al mismo tiempo en que encierra el Antiguo.
«Algún tiempo después, su esposa Isabel quedó embarazada […]; ella decía: ‘Así el Señor hizo conmigo en estos días: Él se dignó a sacar la vergüenza que pesaba sobre mí'» (Lc 1, 24-25).
«Vergüenza» porque «entre los judíos, y en general en todo el Oriente, la privación de hijos siempre fue considerada una señal de descontento divino y, consecuentemente, una gran humillación».
Pidamos la intercesión de San Zacarías junto a Nuestra Señora para que Ella nos consiga un aumento de nuestra Fe, a fin de que tengamos absoluta certeza de la victoria de la Santa Iglesia contra sus enemigos.
Por Paulo Francisco Martos
(in Noções de História Sagrada – 131)
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Bibliografía
FILLION, Louis-Claude. La sainte bible avec commentaires – Évangile selon S. Luc. Paris: Lethielleux. 1889.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. São João Batista, precursor do Cordeiro de Deus. In Dr. Plinio, São Paulo. Ano VII, n. 75 (junho 2004)
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