Ciudad del Vaticano (Lunes, 11-12-2017, Gaudium Press) El discurso que el Papa Francisco pronunció antes de la recitación de la oración del Ángelus fue rápido.
El Papa habló del adviento recordando que el domingo anterior había la invitación para vigiarlo y que, en este segundo domingo de preparación para la Navidad, la liturgia nos indica que estamos en el tiempo de reconocer los vacíos en nuestra vida, de liberar el terreno de todas las agruras del orgullo y crear espacio para acoger a Jesús que llegará.
Citando al profeta Isaías, que anuncia el fin del exilio en Babilonia y el regreso a Jerusalén, el Papa mostró que él invita a preparar los caminos del Señor en el desierto y elevar los valles.
Rezar más
Francisco comentó que «valles» son los vacíos de nuestro comportamiento, de nuestras actitudes delante de Dios, o sea, nuestros pecados de omisión.
Recordó que una omisión importante es el hecho de no rezar o de rezar poco:
«Entonces, el Adviento puede ser un momento favorable para rezar con más intensidad, para reservar a la vida espiritual el lugar importante que le toca», subrayó.
La falta de oración no es el único vacío que existe en las almas. Francisco mencionó otro vacío: la falta de caridad en relación al prójimo, sobre todo en relación a los más necesitados de ayuda no solo material, sino también espiritual.
Según el Papa, «somos llamados a estar más atentos a las necesidades de los otros, más próximos. Tal como Juan Bautista, de este modo podemos abrir caminos de esperanza en el desierto de los corazones áridos de tantas personas».
Orgullo, prepotencia, soberbia
Recordando que el profeta Isaías exhortó a «bajar todos los montes y colinas», Francisco explicó que él habla del orgullo, la soberbia, la prepotencia:
«Donde hay orgullo, donde hay prepotencia, donde hay soberbia, el Señor no puede entrar, porque aquel corazón está lleno de orgullo, de prepotencia, de soberbia. Por eso, debemos bajar este orgullo. Debemos asumir actitudes de mansedumbre y de humildad, sin gritar, oír, hablar con mansedumbre y así preparar la venida de nuestro Salvador, Él que es manso y humilde de corazón».
El Santo Padre, además, indicó que este tiempo de Adviento nos sugiere eliminar los obstáculos colocados por nosotros mismos e impiden nuestra unión con el Señor. Para él las palabras de Isaías sugieren eso:
«El terreno accidentado se transforme en planicie y la ladera se transforme en valle. Se revelará, entonces la gloria del Señor y todos los hombres juntos han de verla»
Acciones hechas con Alegría
«Estas acciones deben realizarse con alegría, porque tienen la finalidad de preparar la llegada de Jesús. Cuando esperamos en casa la visita de una persona muy querida, preparamos todo con cuidado y felicidad. Queremos, del mismo modo, predisponernos para la venida del Señor: esperarlo todos los días con solicitud, para ser culminados con su gracia cuando venga», destacó Francisco.
El Pontífice concluyó su reflexión señalando que «el Salvador que esperamos, es capaz de transformar nuestra vida con su gracia, con la fuerza del Espíritu Santo, con la fuerza del amor (…) el amor de Dios, fuente inagotable de purificación, de vida nueva, de libertad»
Para terminar, Francisco invocó a Nuestra Señora que se dejó «bautizar» por el Espíritu Santo y preparó la vida de Cristo con toda su existencia, para que nos ayude a seguir su ejemplo y guíe nuestros pasos al encuentro del Señor que está por venir. (JSG)
Deje su Comentario