Ciudad de México (Martes, 12-12-2017, Gaudium Press) En la principal manifestación pública de México, millones de devotos celebran la Solemnidad de Santa María de Guadalupe que conmemora las apariciones de la Santísima Virgen en el Cerro del Tepeyac de la capital del país. La Basílica de Guadalupe es el centro de peregrinación en el que confluyen multitudinarias romerías, pero la celebración se extiende a todas las ciudades, donde en Santuarios y Parroquias lo mexicanos celebran a su Madre y Patrona en una festividad firmemente arraigada en la identidad nacional. Los devotos desafiaron las bajas temperaturas de un frente frío que afecta al país y desde la víspera peregrinaron para demostrar un año más su devoción filial.
El Cardenal Norberto Rivera, Arzobispo de México, agradece a la Virgen de Guadalupe su presencia en su vida y su ministerio pastoral. Foto: SIAME. |
El Cardenal Norberto Rivera, Arzobispo de México, celebró por última vez la Solemnidad al frente de la Arquidiócesis, y en su homilía destacó la trascendencia del acontecimiento guadalupano en la historia. «Ella (la Virgen de Guadalupe) fue la que forjó esta patria y sigue caminando con nosotros en este peregrinar de la vida hasta su Amado Hijo, Jesucristo», declaró el Cardenal. «Ella realiza una perfecta inculturación, no un sincretismo (…). El Acontecimiento Guadalupano no es nada de esto. Ella no es ninguna continuidad de la idolatría, ni del antiguo culto indígena, sino que Ella sólo toma las cosas buenas y verdaderas de la cultura humana desarrollándolas en la plenitud de su Hijo Jesucristo».
La Santísima Virgen tomó en sus apariciones en el cerro del Tepeyac los elementos positivos de la cultura indígena y los incorpora a la obra de evangelización que dio forma al pueblo latinoamericano. «Ella pone a Jesús dentro del corazón humano, más allá de fronteras, culturas, lenguas, tradiciones; manifestando la participación de todos como la nueva civilización del Amor. Civilización que une, que armoniza, que integra a todos y que nos confirma en nuestra dignidad de ser hijos de Dios y ser parte de su única familia», explicó el purpurado. «Ella se aparece en el cerro del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, y también Ella habla el idioma indígena, toma características y conceptos indígenas; pero Ella es madre de todos los pueblos, de todas las naciones, de todas las estirpes; su mensaje y su imagen es tan profundo y actual, cuyo centro y esencia es su amado Hijo, el Emmanuel, Dios con nosotros».
Un grupo de devotos lleva una imagen de la Virgen de Guadalupe en su peregrinación a la basílica. Foto: SIAME. |
Sobre su petición de construirle un templo, el Cardenal Rivera propuso profundizar en un significado que va más allá del material. «Tenemos que construir esta ‘casa sagrada’ desde lo profundo del corazón, quitar toda idolatría, todo error, toda falsedad y traición, toda oscuridad y temor, toda mentira y egoísmo», exhortó. «También esto se manifiesta en la corrupción, en la violencia y en la delincuencia, estos son los desastres que aniquilan la esperanza, como el tráfico nacional e internacional de la droga que envenena y mata, el dinero mal habido, asesinatos, violencias, secuestros, y demás desastres que son un verdadero terremoto continuo que destruye la casa sagrada de nuestra dignidad, de nuestros valores, de nuestra existencia, de nuestras familias, de nuestra juventud, de nuestra vida». La confianza en el poder de Dios es lo que sustenta la frase de la Virgen en México: «No tengas miedo».
«La Virgen de Guadalupe es nuestra Madre y Ella dice tener el honor y la dicha de serlo, pues Ella es nuestra protección y resguardo, Ella es la fuente de nuestra alegría, Ella nos coloca en su mismo amor, en el hueco de su manto en el cruce de sus brazos», exclamó el Arzobispo. «No necesitamos nada más. La Madre de Dios nos coloca exactamente en Jesucristo, nuestro Señor, quien ha vencido al pecado y a la muerte». El prelado hizo una pausa en su homilía para hacer una sentida oración de acción de gracias a la Santísima Virgen por su presencia en todos los momentos de su vida desde la infancia y durante su servicio al frente de la Arquidiócesis de México, encomendado esta jurisdicción a la protección de la Virgen de Guadalupe, para «hacer silencio y detener toda estridencia del pecado y escuchar el murmullo del amor de Dios que nos pide dignificar la vida de todo hermano que nos necesita».
«Gracias por todos estos años, por cada uno de los momentos vividos en este servicio», concluyó el Cardenal. «Gracias Madre mía, pues tu amor permanece y siempre permanecerá en mi corazón. Gracias Dios mío, Gracias misericordioso Señor del amor».
Con información de SIAME.
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