sábado, 23 de noviembre de 2024
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El Tweet del Papa en la conmemoración de los Santos Inocentes

Ciudad del Vaticano (Viernes, 29-12-2017, Gaudium Press) El tweet del Santo Padre para el 28 de diciembre, conmemoración de los Santos Inocentes, fue inspirado en las palabras que él mismo pronunció en su homilía de la noche de Navidad en el 2016.

Dice el Papa en su tweet: «Recemos hoy por los niños que fueron impedidos de nacer, por los que lloran por causa del hambre, por los que no tienen en las manos juguetes, sino armas».

El mensaje fue escrito por Francisco en su cuenta ‘@pontifex’ de la red social Twitter en la fiesta litúrgica de los Santos Inocentes, mártires, cuando se conmemora la masacre de los niños inocentes ordenada por el rey Herodes con la intención de matar al Niño Jesús, conforme Mateo 2, 16-18.

Navidad, noche de Dios con nosotros

Recordemos algunas palabras del Papa dichas en la homilía de aquella noche de Navidad:

«Es una noche de gloria, esa gloria proclamada por los ángeles en Belén y también por nosotros en todo el mundo. Es una noche de alegría, porque a partir de hoy y para siempre Dios, el Eterno, el Infinito, se hizo Dios con nosotros: no está lejos, no debemos buscarlo en las órbitas celestes o en una idea mística; está próximo, se hizo hombre y no se cansará jamás de nuestra humanidad, que Él hizo Suya».

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Noche de luz, señal de la presencia de Dios

Aquella noche de luz, de acuerdo con la profecía de Isaías, recuerda el Papa en la Navidad de 2016, iluminará a aquellos que andan en las tierras de las tinieblas y cercará todos los hombres con su luz porque «un niño nació para nosotros».

«Esta es la señal de siempre encontrar a Jesús no solo entonces, sino también hoy. Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos esta señal: la frágil simplicidad de un recién nacido, la dulzura de verlo reclinado, la ternura de los pañales que lo cubren. Está Dios», dijo Francisco en aquella homilía.

La Paradoja de un binomio: fragilidad y poder

Con esta señal, explicó entonces el Papa Francisco en aquella homilía, el Evangelio revela una paradoja, la paradoja del emperador, el gobernador, los grandes de la época, pero Dios no está presente allá; no aparece en la sala noble de un palacio real, sino en la pobreza de un establo; no en la pompa de la apariencia, sino en la simplicidad de la vida; no en el poder, sino en una pequeñez que sorprende:

«Y, para encontrarlo, usted debe ir allá, donde él está es necesario reclinarse, agacharse, tornarse pequeño», dice el Papa, y continúa: «El niño nacido nos desafía a dejar los engaños de lo efímero para ir a lo esencial, a renunciar nuestras pretensiones insaciables, a abandonar las insatisfacciones permanentes y la tristeza delante de cualquier cosa que siempre nos faltará.»

Desafíos de ayer y de hoy

En aquella ocasión el Papa además dijo: «Por tanto, dejémonos desafiar por el Niño en el Pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que, hoy, acostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre ni de un padre, sino que yacen en los escuálidos pesebres donde es devorada su dignidad: el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos, en las veredas de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes».

El misterio de la navidad, que es luz y alegría, concluye el Obispo de Roma, interpela y golpea, porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y tristeza. Él trae consigo un gusto de tristeza, porque el amor no fue acogido, la vida es descartada. Sin embargo, por encima de todo, la Navidad tiene un sabor de esperanza porque, a pesar de nuestra oscuridad, la luz de Dios brilla.

Noche de luz, señal de la presencia de Dios

Esa noche de luz, según la profecía de Isaías, recordó el Papa, iluminará a quien camina en tierras de tinieblas y envolverá con su luz a todos los hombres porque «un niño nació por nosotros».

«Esta es la señal de siempre para encontrar a Jesús no solo en aquella época, subraya el Pontífice, sino también hoy. Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos esta señal: la simplicidad frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verlo acostado, la ternura de los paños que lo cubren. Allí está Dios». (JSG)

De la Redacción Gaudium Press, con informaciones VaticanNews.

 

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