viernes, 22 de noviembre de 2024
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Papa en la misa en Temuco: precisamos de la riqueza que cada pueblo puede ofrecer

Ciudad del Vaticano (Jueves, 18-01-2018, Gaudium Press) Todavía en la primera etapa de su 22° Viaje Apostólico Internacional, el Papa Francisco celebró misa ayer en el Aeropuerto de Maquehue, en Temuco, al sur de Chile.

La homilía del Santo Padre se inició por un agradecimiento a Dios por él poder visitar «esta parte linda de nuestro continente, la Araucanía: tierra bendecida por el Creador con la fertilidad de inmensos campos verdes, con florestas llenas de imponentes araucarias, sus majestuosos volcanes cubiertos de nieve, sus lagos y ríos llenos de vida», citando una poetisa chilena.

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Tierra Bendecida por el Creador

«Este paisaje nos eleva a Dios, siendo fácil ver su mano en cada criatura. Muchas generaciones de hombres y mujeres amaron, y aman, este suelo con celosa gratitud». «Y quiero detenerme aquí para saludar de forma especial a los miembros del pueblo Mapuche, así como los otros pueblos indígenas que viven en estas tierras del sur: Rapanui (Isla de Pascua), Aymara, Quechua y Atacama, y muchos otros», dijo el Papa.

Y, continuó Francisco, subrayando:

«Esta tierra, si la vemos con ojos de turista, nos dejará extasiados, pero después continuaremos nuestra estrada como antes; si, al contrario, nos aproximamos al suelo, lo oiremos cantar: ‘Arauco tiene una pena que no puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar'».

«Es en este contexto de acción de gracias por esta tierra y por su pueblo, pero también de tristeza y dolor, que celebramos la Eucaristía».

Unión

«El sacrificio de Jesús en la cruz está repleto de todo el pecado y el sufrimiento de nuestros pueblos, un sufrimiento a ser rescatado.

«En el Evangelio que oímos, Jesús pide al Padre que ‘todos sean uno solo’. En una hora crucial de su vida, se detiene a pedir la unidad. Su corazón sabe que una de las peores amenazas que afecta, y afectará, a su pueblo y toda la humanidad será la división y el conflicto, la subyugación de unos por los otros. ¡Cuántas lágrimas derramadas!

Hoy queremos agarrarnos a esta oración de Jesús, queremos entrar con Él en este huerto de dolor, también con nuestros dolores, para pedir al Padre con Jesús: que también nosotros seamos uno solo. No permitáis que nos venza el conflicto ni la división».

Todavía de acuerdo con las palabras de Francisco, en su homilía, «esta unidad, implorada por Jesús, es un don que debemos pedir insistentemente por el bien de nuestra tierra y sus hijos. Y es necesario estar atento a eventuales tentaciones que puedan aparecer y ‘contaminar por la raíz’ este don con que Dios nos quiere regalar y con el cual nos invita a ser auténticos protagonistas de la historia».

Unidad y uniformidad no son sinónimos

Continuando la homilía el Papa resaltó que «una de las principales tentaciones a enfrentar es confundir unidad con uniformidad. Jesús no pide a su Padre que todos sean iguales, idénticos; pues la unidad no nace, ni nacerá, de neutralizar o silenciar las diferencias. La unidad no es una simulación de integración forzada ni de marginalización armonizadora».

Para Francisco, «la riqueza de una tierra nace precisamente del hecho de cada parte saber compartir su sabiduría con las otras». No es, ni será, una uniformidad asfixiante que normalmente nace del predominio y del poder del más fuerte, ni una separación que no reconozca la bondad de los otros.

La unidad pedida y ofrecida por Jesús reconoce lo que cada pueblo y cada cultura son invitados a ofrecer a esta tierra bendecida, afirmó el Papa. Para él, «La unidad es una diversidad reconciliada, porque no tolera que, en su nombre, se legitimen injusticias personales o comunitarias».

Señor, hacednos artesanos de unidad

Y es por eso que, dice el Pontífice, precisamos de la riqueza que cada pueblo puede ofrecer, poniendo de lado la lógica de pensar que hay culturas superiores o inferiores: «Un bello manto requiere tejedores que conozcan el arte de armonizar los diferentes materiales y colores; que sepan dar tiempo a cada cosa y a cada fase. Se podrá imitar de modo industrial, pero todos reconoceremos que es una pieza de ropa confeccionada sintéticamente.

El arte de la unidad precisa y requiere artesanos auténticos que sepan armonizar las diferencias en los ‘laboratorios’ de las aldeas, las estradas, las plazas y los paisajes. No es un arte de oficina o hecha apenas de documentos; es un arte de escucha y reconocimiento. En esto se enraíza su belleza y también su resistencia al desgaste del tiempo y a las inclemencias que tendrá que enfrentar.»

«La unidad, de que necesitan nuestros pueblos, requiere que nos escuchemos, pero sobre todo que nos reconozcamos, lo que no significa apenas ‘recibir informaciones sobre los otros (…), sino recoger lo que el Espíritu sembró en ellos como un don también para nosotros’.

Esto nos introduce al camino de la solidaridad como forma de tejer la unidad, como forma de construir la historia; solidaridad, que nos lleva a decir: tenemos necesidad unos de otros con nuestras diferencias, para que esta tierra continúe siendo linda.»

«Es la única arma que tenemos contra la ‘deforestación’ de la esperanza. Por eso pedimos:

Señor, hacednos artesanos de unidad.» (JSG)

 

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