San Francisco (Lunes, 29-01-2018, Gaudium Press) El Arzobispo de San Francisco, Estados Unidos, Mons. Salvatore Cordileone, destacó el deber de los creyentes de aceptar el orden deseado por Dios desde la creación y contradecir el caos y la muerte, en una Eucaristía celebrada el pasado 27 de enero en la Catedral de la Santa María de la Asunción y que precedió la Marcha por la Vida en la Costa Oeste. «Todo el universo está ordenado hacia la vida», recordó el Arzobispo.
Mons. Salvatore Cordileone, Arzobispo de San Francisco, Estados Unidos. Foto: Arquidiócesis de San Francisco. |
«Pensemos en cómo Dios construyó este mundo. Específicamente, pensemos en cómo Dios le dio a la persona humana ciertas atracciones muy fuertes, y un poderoso impulso de participar en un acto capaz de producir una nueva vida», propuso el Arzobispo, quien destacó que incluso los desastres naturales dan paso una nueva vida dentro del orden natural, según informó National Catholic Register. «Tal es la acción creadora de Dios, la creación del orden donde había caos. Entonces, cuando respetamos ese orden y organizamos nuestras vidas en consecuencia, nuestras vidas y nuestra sociedad en su conjunto estarán bien ordenadas. Pero cuando nos alejamos de ese orden e intentamos hacer las cosas a nuestra manera porque creemos que tenemos una idea mejor, surgen toda clase de daños».
Mons. Cordileone alertó que muchos males sociales provienen directamente por el rechazo de aceptar el orden de Dios, incluso referido a nuestros propios cuerpo. «Desintegración familiar, niños que crecen en hogares rotos y abusivos, devaluar la vida humana de muchas maneras diferentes», fueron ejemplos citados por el prelado. «Ahora se ha llegado al punto en el que mucha gente incluso recurrirá a matar para complacer esos impulsos de una manera que rechace el plan de Dios. Es por eso que consideran que algunas nuevas vidas no son dignas de ser bienvenidas en el mundo». La realidad actual hace eco de la caída de los primeros padres y ante ella brilla la acción de Dios, quien restaurará el orden hacia la vida. «La nueva Jerusalén es la Iglesia que, como la esposa de Cristo, engendra y nutre una nueva vida para su Reino, es decir, nosotros, los miembros de la Iglesia», explicó.
Pero para que esa acción de Dios ocurra en la vida de los fieles, el Arzobispo propuso imitar a la Santísima Virgen, el templo en el cual habitó Dios en su Encarnación y que hizo posible «el matrimonio de su divinidad y nuestra humanidad». Recordando que San Pablo enseña que los cuerpos de los creyentes son templos del Espíritu Santo, expuso que la fe permite seguir «el patrón que fue establecido de manera singular por la Santísima Virgen María». «Nos convertimos literalmente en un templo de Dios cuando recibimos la Sagrada Comunión, Dios habitando dentro de nuestros cuerpos. Y así que sí, debemos glorificar a Dios con nuestros cuerpos, manteniéndonos puros en cuerpo, mente y lenguaje».
El prelado recordó la obediencia de la Santísima Virgen a la voluntad de Dios y motivó a los fieles a imitar sus virtudes, «virtudes que se oponen directamente a los valores que el mundo nos ofrece: humildad, no derecho; obediencia, no voluntad de poder; modestia, indulgencia carnal; caridad, no avaricia; resignación, no desafío.virtudes que se oponen directamente a los valores que el mundo nos ofrece: humildad, no honores; obediencia, no voluntad de poder; modestia, no indulgencia carnal; caridad, no avaricia; resignación, no desafío».
«Vivimos en una época que nos dice que podemos dividir, incluso la verdad: toma lo que te gusta, deja lo que no», se lamentó Mons. Cordileone. «Pero no funciona de esa manera, no si quieres vivir según el orden de Dios (…). Afirmar la dignidad de la vida humana en el útero es afirmar cualquier otro aspecto de este orden; dejar de lado cualquier aspecto desentraña todo el orden, devolviendo el caos y todo lo que conlleva: la muerte y el luto, el llanto y el dolor». La Santísima Virgen es signo de contradicción a esa tendencia: «María refleja el orden con el cual Dios originalmente creó el universo, y lo recrea a través de su Hijo. Esto es lo que significa ser pro vida: reconocer, aceptar y vivir todo este orden. Significa organizar toda nuestra vida en torno al respeto por este ingenioso orden divino, vivirlo tanto en nuestros cuerpos como en nuestras mentes y corazones, nuestras actitudes y nuestros valores», concluyó. «Entonces las palabras de Cristo se realizarán en nuestras vidas: ‘He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’. Entonces conoceremos la felicidad con él ahora en esta vida, y la felicidad perfecta con él para siempre en la vida del cielo».
Con información de National Catholic Register.
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