Ciudad del Vaticano (Lunes, 05-02-2018, Gaudium Press) En la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo y día de la Vida Consagrada, el dos de febrero pasado, el Papa Francisco presidió la celebración eucarística, en la Basílica de San Pedro en conmemoración de la fecha.
Dijo el Pontífice en su homilía a una Basílica repleta de religiosos:
«Cuarenta días después de la Navidad, celebramos al Señor que, entrando en el templo, viene al encuentro de su pueblo. En el Oriente cristiano, esta fiesta es llamada precisamente «Fiesta del Encuentro»: es el encuentro entre el Dios Niño, que trae vida nueva, y la humanidad a su espera, representada por los ancianos en el templo».
Raíces del Pueblo, raíces de la Fe
Francisco recuerda que, «en el templo, María y José encuentran las raíces del pueblo, lo que es importante, pues la promesa de Dios no se realiza individualmente y de una sola vez, sino conjuntamente y a lo largo de la historia.
Y encuentran también las raíces de la fe, porque la fe no es una noción que se debe aprender en un libro, sino el arte de vivir con Dios, que se recibe de la experiencia de quien nos precedió en el camino».
«Encontrando a los ancianos, los dos jóvenes se encuentran a sí mismos. Y los dos ancianos, caminando ya para el final de sus días, reciben a Jesús, sentido de su vida.»
Así, aclara el Papa, «este episodio cumple la profecía de Joel: ‘Vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros jóvenes tendrán visiones’. En aquel encuentro, los jóvenes ven su misión y los ancianos realizan sus sueños; y todo esto porque, en el centro del encuentro, está Jesús.»
Todo comenzó con el Encuentro con el Señor
«¡Miremos nuestro caso, amados hermanos y hermanas consagrados! Todo comenzó por el encuentro con el Señor. De un encuentro y de un llamado, nació el camino de consagración. Es preciso recordarlo.
Y, si nos recordamos bien, veremos que, en aquel encuentro, no estábamos solitos con Jesús: estaba también el pueblo de Dios, la Iglesia, jóvenes y ancianos, como en el Evangelio.
En este, hay un detalle interesante: cómo los jóvenes María y José observan fielmente las prescripciones de la Ley, y nunca hablan, los ancianos Simeón y Ana acuden y profetizan.»
Continuó además el Pontífice:
«¡Parece que debía ser lo contrario! Generalmente son los jóvenes que hablan con entusiasmo del futuro, mientras los ancianos guardan el pasado. En el Evangelio, ocurre lo contrario, porque, cuando nos encontramos en el Señor, llegan puntualmente las sorpresas de Dios».
«Para permitir que las mismas [sorpresas] acontezcan en la vida consagrada, conviene recordarnos que no se puede renovar el encuentro con el Señor sin el otro: nunca lo dejes para atrás, nunca hagas descartes generacionales, sino diariamente caminad lado a lado, con el Señor en el centro.»
«Porque, si los jóvenes son llamados a abrir nuevas puertas, los ancianos tienen las llaves.»
Juventud de un Instituto
«Y la juventud de un instituto [de vida consagrada] se encuentra yendo a las raíces, oyendo a las personas ancianas. No hay futuro sin este encuentro entre ancianos y jóvenes; no hay crecimiento sin raíces, y no hay florecimiento sin nuevos brotes.
¡Jamás profecía sin memoria, jamás memoria sin profecía; sino que siempre se encuentren!»
Para el Papa Francisco, «la vida agitada de hoy nos induce a cerrar muchas puertas al encuentro y, con frecuencia, por miedo del otro. Las puertas de los centros comerciales y las conexiones de red están siempre abiertas. Pero, en la vida consagrada, no debe ser así:
El hermano y la hermana que Dios me da son parte de mi historia, son regalos que debo guardar.»
«Que no nos suceda mirar más al display del celular que para los ojos del hermano, o fijarnos más en nuestros programas que en el Señor. «
Con efecto, subrayó el Santo Padre, cuando se colocan en el centro los proyectos, las técnicas y las estructuras, la vida consagrada deja de atraer y comunicarse a otros; no florece, porque olvida ‘aquello que tiene debajo de la tierra’, esto es, las raíces.»
Francisco resaltó que «la vida consagrada nace y renace del encuentro con Jesús así como es: pobre, casto y obediente. La línea sobre la cual camina es doble: por un lado, la amorosa iniciativa de Dios, de la cual todo comienza y a la cual siempre debemos retornar, y, por otro, nuestra respuesta, que es de amor verdadero cuando no hay ‘si’ ni ‘mas’, cuando imita a Jesús pobre, casto y obediente».
«De este modo, mientras la vida del mundo busca acumular, la vida consagrada deja las riquezas que pasan, para abrazar a Aquel que permanece. La vida del mundo corre atrás de los placeres y ambiciones personales, la vida consagrada deja el afecto libre de cualquier propiedad para amar plenamente a Dios y a los otros.»
El Papa reafirma su pensamiento:
«La vida del mundo apuesta en poder hacer lo que se quiere, la vida consagrada escoge la obediencia humilde como libertad mayor».
Y, continúa el Pontífice, subrayando: «Mientras la vida del mundo deprisa deja vacías las manos y el corazón, la vida según Jesús llena de paz hasta el fin, como en el Evangelio, donde los ancianos llegan felices al ocaso de la vida, con el Señor en sus brazos y la alegría en el corazón».
Tener al Señor en los Brazos
«¡Cómo nos hace bien tener al Señor ‘en los brazos’ (Lc 2, 28), a semejanza de Simeón! No solo en la mente y el corazón, sino también en las manos, o sea, en todo lo que hacemos: en la oración, el trabajo, en la mesa, al teléfono, en la escuela, con los pobres, por todos lados.»
Francisco continúa: «Tener al Señor en las manos es el antídoto contra el misticismo aislado y el activismo desenfrenado, porque el encuentro real con Jesús endereza tanto a los sentimentalistas devotos como a los activistas frenéticos. Vivir el encuentro con Jesús es el remedio también contra la parálisis de la normalidad, abriéndose al rebullicio diario de la gracia».
Dejarse Encontrar con Jesús
«Dejarse encontrar por Jesús, hacer encontrar a Jesús: es el secreto para mantener viva la llama de la vida espiritual. Es el modo para no ser absorbido en una vida asfixiante, donde prevalecen las quejas, la amargura y las inevitables decepciones.»
«Encontrarse en Jesús como hermanos y hermanas, jóvenes y ancianos, para superar la retórica estéril de los ‘buenos viejos tiempos’, para silenciar el ‘aquí nada funciona’. El corazón, si encuentra cada día a Jesús y sus hermanos, no se polariza para el pasado ni para el futuro, sino vive el ‘hoy’ de Dios en paz con todos».
El Papa resaltó que «al final de los Evangelios, hay otro encuentro con Jesús que puede inspirar la vida consagrada: el de las mujeres en el sepulcro. Fueron a encontrar un muerto, y su camino parecía inútil».
Caminar contra la Corriente, ser Alborada perenne
«También vosotros camináis, en el mundo, contra la corriente: la vida del mundo fácilmente rechaza la pobreza, la castidad y la obediencia.»
«Pero, como aquellas mujeres, continuad para adelante, no obstante las preocupaciones con las piedras pesadas a remover. Y, como aquellas mujeres, primero encontrad al Señor resucitado y vivo, estrechadlo al corazón y, luego a seguir, anunciadlo a los hermanos, con ojos que brillan de gran alegría.
«Sed, así, la alborada perenne de la Iglesia. Deseo que hoy mismo podáis reavivar el encuentro con Jesús, caminando juntos hacia Él: esto dará luz a vuestros ojos y vigor a vuestros pasos», concluyó Francisco. (JSG)
(De la de Redacción Gaudium Press, Con informaciones de Vatican News)
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