Redacción (Martes, 06-02-2018, Gaudium Press) Después de la visita de los Reyes Magos, se precipitó contra el Niño Jesús una terrible persecución que buscaba su muerte.
Herodes quería matar al Niño Jesús
El Ángel de San José se le apareció, nuevamente en sueños, y le ordenó: «Levántate, toma al Niño y su Madre y huye para Egipto; quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va buscar al Niño para matarlo» (Mt 2, 13).
Comprendiendo que era la voz de Dios, el esposo virginal de María obedeció, «aún sabiendo todos los riesgos que correría yendo para Egipto y que Jesús podría ser muerto en cualquier momento. ¡Una tremenda perplejidad más, a exigirle sangre del alma!»
Si él no hubiese sido dócil a las mociones divinas a lo largo de la vida, ciertamente no estaría preparado para serlo en esta ocasión. Flexible a la gracia, ‘se levantó durante la noche, tomó al Niño y su Madre y partió para Egipto’ (Mt 2, 14).
«San José no esperó el rayar de la aurora para actuar. Habiéndose levantado luego después del sueño, fue hasta el aposento de Nuestra Señora, que dormía un sueño angélico, y la despertó a fin de comunicarle la necesidad de partir de inmediato.
«El Dios-Niño, la Virgen-Madre y el padre virginal salieron a la noche, acompañados de un burrito que era montado por Nuestra Señora y cargaba los pocos equipajes y alimentos que consiguieron preparar para el incierto viaje.
San Juan Bautista fue conducido a otra ciudad
«La Santa Pareja estaba recelosa de que la cólera de Herodes alcanzase también a San Juan Bautista, por su relación con el Niño Jesús y los hechos maravillosos que rodearon su nacimiento. Decidieron, entonces, ir hasta Ain-Karim, pidiendo a los Ángeles que avisasen a Santa Isabel y San Zacarías de su paso.
«Encontrándose en la estrada, las dos familias juzgaron más prudente que María y José llevasen consigo al pequeño Juan. Él sería dejado bajo la custodia de un pariente de Zacarías, también levita, que vivía en una ciudad más próxima del litoral, hasta cesar el peligro en la región.»
Informado sobre varios hechos ocurridos después del nacimiento de Jesús, Herodes «se puso muy loco» (Mt 2, 16a). Haciendo los cálculos respecto a la edad de ese supuesto rival, «conforme el tiempo exacto que había indagado de los Magos» (Mt 2, 16b), concluyó que, máximo, Él contaría con dos años. Entonces, ese cobarde asesino: mandó matar a todos los niños que pudiesen amenazar su trono ‘en Belén y sus alrededores’ (Mt 2, 16a).
«Se realizaba la profecía de Simeón: «Es que este Niño está destinado a ser una causa de caída y de surgimiento para muchos hombres en Israel» (Lc 2, 34). Él venía trayendo todo el bien, pero muchos no lo aceptaban por no querer reconocer el mal que practicaban.»
Castigo de los que escogen la tercera posición
Hubo, entonces, la tremenda carnicería. «¡El espectáculo no podría ser más espantoso! Hombres armados, acostumbrados a la guerra y desprovistos de sensibilidad, entran en todos los hogares a la búsqueda de los niños. Algunos están en el regazo de sus madres. Estas abrazan los hijos con toda la fuerza, en la ilusión de que los soldados se compadecerán… ¡De forma alguna! Arrancados de los brazos maternos, son degollados todavía en el aire y se ven sus cuerpos lanzados al piso chorreando sangre.
«¡Las mujeres, naturalmente, desmayan de dolor; nada, sin embargo, conmueve el corazón de esos verdugos! Otros retoños están escondidos, pero lloran y luego son encontrados por los soldados. Agarrando a aquellos inocentes con sus manos viles, les atraviesan el pecho con la punta de la espada. Mientras la sangre se esparce, muchos padres intentan reaccionar, pero las instrucciones son muy claras: quien se rebele, debe también ser ejecutado sin piedad.
«Muchos de los familiares ruines de San José […] intentaron evitar que la muerte sobreviniese a sus hogares denunciando a los soldados de Herodes que la Sagrada Familia había huido. Buscaban que ellos partiesen a su seguimiento y el Niño Jesús fuese muerto, alejando la espada de sus descendientes.
«Con todo, recibiendo el premio de los que optan por la tercera posición, ni una cosa ni otra consiguieron. Los niños fueron exterminados, y la Santa Pareja escapó con el verdadero Rey de los judíos. Todavía, en razón de esa denuncia, Herodes extendió la matanza no solo a los alrededores de Belén, como a otras ciudades, alcanzando, inclusive, al lugar donde vivían Santa Isabel y San Zacarías, como María y José habían previsto sagazmente […]
Primeros mártires de la Iglesia Católica
«Concluido el trabajo, los verdugos se retiraron. Una matanza abominable, de clamar a los Cielos y hecha de sangre inocente, se realizara bajo la mirada de Dios, dentro de Él, con su conocimiento desde toda la eternidad. Y, como Hombre, Él también la seguía de lejos, camino al desierto…
«Su Corazón Divino, Sagrado y Modelo de todos los corazones, si bien que de un bebé, era más sensible que cualquier otro. En el regazo de su Madre y distante de los perseguidores, los gritos, gemidos y llantos eran como que llevados por el viento hasta los sacrosantos oídos de Nuestro Señor Niño, y tal vez Él haya llorado. Pensaba en aquellas escenas horribles y se condolía profundamente de esas víctimas que se inmolaron, muchas sin saber, para que Él fuese salvado.»
«Estos fueron los primeros mártires de la Iglesia Católica. ¿Por qué mártires? Por una razón muy simple. Ellos fueron muertos por odio a la Fe, a Dios […]; aunque no tuviesen consciencia de sí mismos, fueron todos para el Cielo como mártires. Y son los Santos Inocentes cuya fiesta se celebra el día 28 de diciembre […]. Esos niños fueron bautizados en la propia sangre.»
El asesinato de esos inocentes hecho por hombres matones nos causa horror. Pero actualmente muchas madres matan a sus propios hijos, a través del aborto… Pidamos a los Santos Inocentes que intercedan junto a Dios, para hacer cesar las abominaciones hoy practicadas en todo el mundo.
Por Paulo Francisco Martos
(in «Noções de História Sagrada» – 139)
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CLÁ DIAS, João Scognamiglio, EP. São José: quem o conhece?… São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae. Arautos do Evangelho. 2017, p. 268.270.278 passim.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Um auge de amor de Deus. In Dr. Plinio, São Paulo. Ano XX, n. 237 (dezembro 2017), p. 34.
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