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La batalla que quiso desencadenar el Divino Niño junto al sanedrín corrupto

Redacción (Jueves, 22-02-2018, Gaudium Press) En su extraordinario libro «San José: ¿quién lo conoce?», Monseñor João Clá Dias, EP, narra hechos maravillosos del verdadero enfrentamiento que tuvo el Divino Niño con los doctores de la ley, cuando la pérdida y hallazgo en el Templo.

El Niño Dios no fue directamente a conversar con los doctores de la ley; primero quiso Él hablar con la gente que visitaba el Templo. Pero antes de entrar «rezó fervorosamente al Padre Celestial en la esperanza de que los sacerdotes se convirtiesen, a pesar de conocer la terrible corrupción moral en que muchos de ellos vivían». (1) Después de rezar junto a los sacerdotes, se dirigió al patio interior.
Allí, y aún en un lugar secundario, atraídos por la luz de su inocencia divina, vio que «en poco tiempo, había un numeroso e interesadísimo círculo de personas en torno de Él. Derramando su gracia en profusión, ayudaba a aquellas personas a presentir por su presencia, la proximidad del Mesías y de la liberación de Israel, no de la dominación romana, sino del pecado: ¡los cielos serían abiertos!».

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Pero claro, los miembros del Sanedrín deseosos de controlar a todo momento cualquier tipo de liderazgo que surgiese, pronto se informaran de un Niño que estaba deslumbrando a todos en el Templo.

«Muy aguzados cuando se trataba de defender sus intereses, inmediatamente hicieron el cálculo del tiempo trascurrido desde la venida de los Magos de Oriente, de los rumores entre los pastores de Belén y del bullicio creado en Jerusalén en los días de la Presentación en el Templo. Y sospecharon que aquel niño fuese el mismo de quien se dijera ser el Mesíad, pero sobre el cual no se tenían noticias desde hace muchos años. Sin demora dos maestros de la Ley más graduados comparecieron al círculo, demostrando simulada simpatía por Jesús, en cuanto levantaban junto a Él diversas cuestiones que les permitieses comprobar de quien se trataba». Se equivocaron los doctores de la ley ahí, pues las brillantes respuestas de Jesús Niño sorprendieron y encantaron aún más al ya favorable al auditorio.
Entretanto, ellos no eran bobos, y por eso «llamaron al Niño para conversar con otros maestres de la Ley en una sala en el interior del Templo. Allí buscaban inquirirlo al respecto de sus intenciones. Era justamente lo que Jesús deseaba…».

Ya solo con los doctores, el Niño Dios «no podía postergar por más tiempo su declaración de guerra contra aquellos que habían desviado por completo la herencia del Señor. Tomado de indignación, Jesús desató una increpación relativa a la situación de la religión judaica, recordando la censura que Él mismo, siglos antes, inspirara al profeta Ezequiel contra sus ministros prevaricadores: ‘Ay de los pastores de Israel que sólo cuidan de su propio pasto’ «.

No había forma de responder las invectivas de Jesús. Por ello, los doctores de la Ley «planearon entonces ganarlo para su partido, pues el hecho de Él estar desligado de su supervisión constituía un peligro cierto. Por eso las disputas continuaron en los dos días subsecuentes, acentuando las humillantes impresiones de los magistrados… Compréndese con facilidad que, cuando Nuestro Señor iniciase la vida pública, ellos lo conociesen y odiasen con furor satánico. ¡Los campos estaban definidos hacía muchos años!».

Sin embargo, hubo algunos doctores que admiraron la sabiduría de Jesús: «Apenas algunos sacerdotes y doctores de la Ley, con buenas intenciones, simpatizaron con Nuestro Señor, como fruto de las oraciones que Él hiciera antes de entrar en el Templo y de la intercesión de San Zacarías, fallecido padre de San Juan Bautista. A pesar de no manifestarse en su favor en aquel momento, esos, entre los cuales se encontraba Nicodemo, acabaron apartándose de la peor facción del Sanedrín».

Llega después la Virgen y San José, y en esa escena lo encuentran. Vieron la Virgen y San José con su discernimiento, el odio mortal de los que rodeaban a su Hijo. Y los doctores también se percataron de ellos como sus enemigos. «Al notar la presencia de San José y de nuestra Señora, la reacción del Sanedrín fue la de catalogar dos más adversarios. Ambos eran muy conocidos, sobre todo Nuestra Señora, por los años que allí había vivido. Pero cuando los doctores percibieron que ellos eran los padres de aquel Niño y que le estaban plenamente unidos, entendieron que era el momento de trabar la mayor batalla hasta entonces presentada. No creían que Jesús fuese Dios, ni incluso que sería su ruina, sino que vieron en la Sagrada Familia su mayor enemigo potencial… En un futuro próximo, precisarían hacer guerra contra esos tres que tenían delante de sí. Se dieron cuenta que el Mesías no había sido muerto por ocasión de la matanza de los Santos Inocentes y, a partir de ahí, comenzaron a organizarse para bloquear su acción».

Los campos estaban definidos.

Por Saúl Castiblanco

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(1) Todas las citas son tomadas de CLÁ DIAS, EP, João Scognamiglio. São José: quem o conhece? São Paulo: Lumen Sapientiæ, 2017

 

 

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