viernes, 22 de noviembre de 2024
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El mundo de hoy necesita de los cristianos el testimonio de la santidad: Arzobispo emérito de Corrientes

6.JPGCorrientes (Viernes, 23-02-2017, Gaudium Press) En su sugerencia para la homilía del próximo domingo de la Transfiguración, Mons. Domingo Castagna, Arzobispo emérito de Corrientes – Argentina, afirmó que hoy «no hay evangelización sin el protagonismo de los santos. Me refiero a quienes entre nosotros viven heroicamente las virtudes cristianas. Para que el mensaje de la Iglesia sea creíble necesitamos santos: sacerdotes, consagrados y laicos».

A continuación el texto de las sugerencia de homilía para el domingo de la Transfiguración:

La Transfiguración: delicada pedagogía de Dios

La prodigiosa transfiguración de Jesús no pretende ser una manifestación mágica de poder. Se descorre el velo que habitualmente no permite ver la realidad trascendente, de la que lo visible es un tenue ocultamiento, destinado a desaparecer, como lo afirmara el Beato Cardenal Newmann. Es importante, para aquellas columnas del grupo de los Doce (Pedro, Santiago y Juan), la clara definición de la identidad del Maestro. La delicada pedagogía de Dios toma este rumbo extraordinario para que aquellos testigos no perdieran el ánimo ante la inminente Pasión y Cruz de Jesús. Es una vislumbre de la inspiración que asistirá a los Apóstoles y a la Iglesia – fundada en ellos- a partir de la Resurrección, hasta el fin de los tiempos. La visión es impactante, sobre todo por su misteriosa simbología.

Simultáneamente con el resplandor de su figura, aparecen junto a Él dos personajes emblemáticos del Antiguo Testamento: Moisés y Elías.Constituyen la expresión más clara de la Ley (Moisés) y del profetismo (Elías). Jesús los menciona con frecuencia como los más remotos precursores de su aparición en la tierra, hasta Juan Bautista.

Acreditación del Magisterio de Jesús

El núcleo del mensaje de la transfiguración es la misteriosa manifestación del Padre Dios: «Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: ‘Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo'». (Marcos 9, 7). Es la acreditación divina del Magisterio de Jesús. Desde entonces todo el mundo está obligado a escucharlo, y adecuar su comportamiento a sus enseñanzas. El interés misionero de los Apóstoles – al contrario de todaambición proselitista – busca la salvación de los hombres. Para ello debe ser presentado al mundo Cristo,su auténtico Salvador. Es la tarea obligada de quiénes deben anunciarlo: los Apóstoles y la Iglesia sobre ellos fundada.

Recordemos la dramática afirmación del Apóstol San Pablo: «Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! (1 Corintios 9, 16). Todos los hombres tienen el derecho a ser notificados del único acontecimiento que afecta a su salvación. A medida que se adhieren al mismo, por la fe, son investidos de la misión de transmitirlo a quienes aún no lo han recibido. Esa notificación se produce por el testimonio de vidas santas, conformadascon la palabra y comportamiento del mismo Jesús.

El grave escándalo de los abusos

El don incuestionable de la libertad hace a todo hombre responsable de su aceptación o de su rechazo. La fuerza del testimonio de santidad de los cristianos transparenta el anuncio, y el antitestimonio lo opaca, hasta hacerlo irreconocible. «A las pruebas me remito», rezaba un viejo y proverbial adagio. El grave escándalo, causado por los abusos pedofílicos de algunos eclesiásticos y consagrados, constituye un escollo desacreditante para la acción evangelizadora de la Iglesia. Gracias a Dios el número de los santos supera con creces a quienes no obran moralmente como corresponde. Pero, la santidad no es rentable para el mercado mediático que impera en nuestra sociedad; sí lo es el escándalo. La gente, aún sin mala intención, consume lo que le ofrecen los diversos medios y adopta los criterios que le son dictados. Es el momento en que los Pastores de la Iglesia se esmeren, como principal objetivo de su ministerio, en predicar incansablemente la Palabra de Dios: «proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar». (2 Timoteo 4, 2) San Pablo es un maestro incuestionable para quienes deben ejercer el ministerio sagrado.

Urgente identificación de los santos

La intrepidez evangélica de los Santos Apóstoles, adoptada por eximios Pastores y misioneros laicos, a lo largo de la historia del cristianismo, necesita hoy una oportuna actualización. Nace de una vivencia humilde y generosa del Misterio cristiano. Los santos – Pastores y simples fieles – constituyen los necesarios testigos de la fe. Es oportuno reiterar la afirmación simple y clara de San Juan Pablo II: «El mundo actual necesita de los cristianos el testimonio de la santidad» (2001).No hay evangelización, en el mundo actual, sin el protagonismo de los santos. Me refiero a quienes, entre nosotros, viven heroicamente las virtudes cristianas. Para que el Mensaje de la Iglesia sea creíble, necesitamos santos: sacerdotes, consagrados y laicos. Los últimos abarcan la mayoría de los miembros de la Iglesia, por ello se requiere particularmente su testimonio: «El amplio campo de su actividad evangelizadora (de los seglares), es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc.» (Evangelii Nuntiandi N° 70 – del Beato Papa Pablo VI).

Con información de Aica

 

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