Redacción (Miércoles, 28-02-2018, Gaudium Press) – Sí, tajantemente. Lo afirma Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, en su magnífica obra «San José: ¿Quién lo conoce?», de la cual tomaremos las citas para estas líneas. (1) Al punto que el referido autor lo llega a llamar de ‘corredentor’: «En los últimos años de vida, San José pasó por un verdadero calvario, que consumió sus fuerzas y salud. Su corazón fiel y paterno había adherido con tal vehemencia al plano de la salvación, que padeció anticipadamente los misterios dolorosos de su Hijo. Él participó de los tormentos de Jesús el Viernes Santo, acompañándolo en espíritu y experimentando en sí el océano de angustia que afligiría los Corazones de su Hijo y de su Esposa Inmaculada. Con eso se tornó corredentor del género humano, unido a la Redención de Jesucristo, por la mediación de María Santísima».
Sabía San José lo que sufriría el Redentor y su amor total por Él lo llevaba a sufrir anticipadamente con Él. Sabía el santo varón que las palabras del libro de la Sabiduría se aplicaban proféticamente a su Hijo adoptivo: «Armemos celadas al justo, porque su presencia nos incomoda: Él se opone a nuestro modo de actuar (…). Él declara poseer el conocimiento de Dios y se llama ‘hijo de Dios’. (…) Su vida es muy diferente de la de los otros, y sus caminos son inmutables. Somos comparados por él a la moneda falsa y huye de nuestros caminos como de impurezas; proclama feliz la suerte final de los justos y se gloría de tener a Dios por Padre» (Sab 2, 12-13. 15-16).
San José sabía que esas palabras calzaban perfectamente en el corazón de odio de los fariseos y de los doctores de la ley. Sabía el Padre putativo de Jesús que ellos lo condenarían a muerte y que no les importaba tentar a Dios: «Veamos, pues, si es verdad lo que Él dice, y comprobemos lo que va a suceder con Él. Si de hecho, el justo es ‘hijo de Dios’, Dios lo defenderá y lo librará de las manos de sus enemigos. Vamos a ponerlo a prueba con ofensas y torturas, (…) vamos a condenarlo a muerte vergonzosa, porque, de acuerdo con sus palabras, Dios vendrá en su socorro» (Sab 2, 17-20). Algunas cosas las intuía San José, le eran inspiradas por el Espíritu Santo. Otras el mismo Jesús se las anunciaba, pues:
«La intención de Él [Jesús] era unir sus padres a sus sufrimientos, pues, dada la altísima vocación de ambos [José y María], era preciso que también ellos bebiesen el cáliz del dolor por entero».
Sabía San José que el sacrificio de Cristo repararía las muchas infidelidades del pueblo judío y de todos los hombres, de todos los tiempos. Particularmente, sabía él, descendiente mayor de la Casa de David, que el Calvario repararía «los innumerables pecados de idolatría e inmoralidad de la dinastía davídica, que marcaron casi todos los reyes de Judá, desde el inicio hasta el ocaso de la monarquía» y «en su corazón ardía el deseo de reparar la gloria de Dios tiznada por ese pasado». Y al medir los innúmeros pecados de todos los hombres, medía también la inmensidad de los sufrimientos reparadores de Jesús. Pero San José deseaba acompañar al Señor en ese camino doloroso, lo que le traía un nuevo y grandísimo dolor pues:
habiendo «recibido directamente de Dios la misión de proteger a Jesús, pero, sabiendo que faltaba poco tiempo para que el Redentor iniciase su vida pública, San José intuía que no acompañaría a su Divino Hijo durante el apostolado ni en la hora auge de la Pasión» y creía que esa ausencia se podía deber a una «infidelidad suya».
Entretanto, «si esa era la voluntad de Dios, él se conformaría, aunque su celo paterno lo hiciese sufrir inmensamente por dejar a su Hijo sujeto a las celadas de sus enemigos, sin poder defenderlo». Por ello y mucho más, San José vivió de forma anticipada la Pasión del Señor.
Por Saul Castiblanco
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(1) São José: Quem o conhece? Mons. João Scognamiglio Clá Dias. Arautos do Evangelho e Instituto Lumen Sapientiae. São Paulo. 2017
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