Ciudad del Vaticano (Martes, 06-03-2018, Gaudium Press) La religión y la fe no son «un espectáculo». Este podría ser el resumen de lo que enseñó el Papa Francisco en la homilía que hizo durante la Santa Misa celebrada en la mañana de ayer lunes, en la capilla de la Casa Santa Marta, en el Vaticano.
El Santo Padre comentó las lecturas del día: la Primera de ellas dedicada a Naamán el Sirio y la segunda al propio Evangelio de Lucas, cuando Jesús explica que ningún profeta es bien recibido en su patria.
Conversión del pensamiento, de las obras, de los sentimientos
Francisco explicó que en este tiempo de la Cuaresma que estamos viviendo la Iglesia, nos hace reflexionar, con las lecturas de hoy, en la conversión del pensamiento, de las obras y de los sentimientos.
Dijo el Pontífice:
«La Iglesia nos dice que nuestras obras deben convertirse, y nos habla del ayuno, la limosna, la penitencia: es una conversión de las obras. Hacer obras nuevas, obras con estilo cristiano, el estilo que viene de las Bienaventuranzas, en Mateo 25: hacer esto. También la Iglesia nos habla de la conversión de los sentimientos: también los sentimientos deben convertirse. Pensemos por ejemplo en la Parábola del Buen Samaritano: convertirse a la compasión. Sentimientos cristianos. Conversión de las obras; conversión de los sentimientos; pero, hoy, nos habla de la ‘conversión del pensamiento’: no de aquello que pensamos, sino también de cómo pensamos, del estilo de pensamiento. ¿Yo pienso con un estilo cristiano o con un estilo pagano? Este es el mensaje que hoy la Iglesia nos da».
La religión, la fe, no son un espectáculo
A propósito del episodio de Naamán el Sirio, enfermo de lepra, el Papa Francisco recuerda que él «va hasta Eliseo para ser curado» y es aconsejado a bañarse siete veces en el Jordán.
Pero, Naamán imagina que los ríos de Damasco son mejores que las aguas de Israel, «queda irritado y se va», sin hacer lo que había recomendado Eliseo: porque «este hombre quería el espectáculo», afirma Francisco.
Naamán creía que «Dios venía solamente en el espectáculo. Y, dentro del espectáculo, la cura. ‘Yo pensaba que él saldría para recibirme y que, de pie, invocaría el nombre del Señor, su Dios, y que tocaría con su mano el lugar de la lepra y me curaría’; esperaba el espectáculo. Y el estilo de Dios es otro: cura de otro modo. Él debe aprender a pensar en un estilo nuevo, debe convertir el modo de pensar».
El Pontífice notó que lo mismo sucede con Jesús que vuelve a Nazaret y va hasta la Sinagoga. Inicialmente «las personas lo miraban», «estaban impresionadas», «contentas».
El Papa comenta:
«Pero siempre hay un hablador que comenzó a decir: Pero este, este es el hijo del carpintero. ¿Qué nos enseña? ¿En qué universidad él estudió? ¡Sí! Es el hijo de José. Comienzan a cruzar opiniones, cambia el comportamiento de las personas y quieren matarlo. De la admiración y sorpresa al deseo de matarlo. Ellos también querían espectáculo. Dicen que hizo milagros en Galilea y nosotros creemos. Jesús explica: ‘Yo les garantizo: ningún profeta es bien recibido en su patria’. Eso porque nos resistimos en decir que algunos de nosotros pueden corregirnos. Debe venir alguien con el espectáculo a corregirnos. La religión no es un espectáculo. La fe no es un espectáculo: es la Palabra de Dios y el Espíritu Santo que actúa en los corazones.»
Pedir la gracia de la conversión
«La Iglesia nos invita a cambiar la manera de pensar, el estilo de pensar. Podemos recitar el Credo y todos los dogmas de la Iglesia», recordó Francisco.
Es necesaria la » conversión del pensamiento». Con todo, afirma el Papa:
No es usual que pensemos de ese modo. No es usual. También la manera de pensar, la manera de creer debe ser convertida. Podemos hacernos una pregunta: ¿con qué espíritu yo pienso? Con el espíritu del Señor o con el propio espíritu, con el espíritu de la comunidad a la cual pertenezco o del grupito o de la clase social de la cual hago parte, con el del partido político al cual pertenezco? ¿Con qué espíritu yo pienso? Y buscar saber si pienso realmente con el espíritu de Dios. Pedir la gracia de discernir cuándo pienso con el espíritu del mundo y cuándo pienso con el espíritu de Dios. Pedir la gracia de la conversión del pensamiento.» (JSG)
(De la Redacción de Gaudium Press, con Informaciones de Vatican News)
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