Ciudad del Vaticano (Miércoles, 21-03-2018, Gaudium Press) Hoy en la Audiencia General del miércoles en la Plaza de San Pedro, el Pontífice profundizó en el banquete eucarístico, y en la oración post-comunión, dando continuidad a sus catequesis sobre la Santa Misa.
«Hoy es el primer día de la primavera: ¡buena primavera! ¿Pero qué pasa en primavera? Las plantas florecen, florecen los árboles. Les haré algunas preguntas: pero respondan, ¿eh? Un árbol o planta enfermos, ¿florecen bien si están enfermos? ¡No!» «Un árbol, una planta que no es regada por la lluvia o artificialmente, ¿puede florecer bien?». «Y un árbol y una planta al que le han quitado las raíces o que no tiene raíces, ¿puede florecer? ¡No!» «Este es un mensaje, ¿eh?» «La vida cristiana es una vida que debe florecer: en las obras de caridad, en hacer el bien… Pero si no tienes raíces, no puedes florecer y ¿quién es la raíz? ¡Jesús! Si no estás con Jesús, allí, en la raíz, no florecerás»: así inició el Papa su catequesis, en la que meditó el capítulo 6 del evangelio de San Juan.
Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press |
«Celebramos la Misa para nutrirnos de Cristo, que se nos da en la Palabra y en el Sacramento del Altar. En el momento de la comunión que hoy contemplamos, Jesús se nos sigue dando en su Cuerpo y en su Sangre, por el ministerio de la Iglesia, como hizo con los discípulos en la Última Cena. Después de la Fracción del Pan, el sacerdote nos invita a mirar «al Cordero que quita el pecado del mundo», reconociendo la distancia que nos separa de la santidad de Dios y de su bondad al darnos como medicina su preciosa Sangre, derramada para el perdón de los pecados. Somos, por tanto, convocados «al banquete de bodas del Cordero», reconociéndonos indignos de que entre en nuestra casa, pero confiados en la fuerza de su Palabra salvadora», expresó.
Estamos invitados al banquete; allí seremos transformados por Quien recibimos
Estar invitados al banquete de las bodas del Cordero es una honra, pero también nos invita a un exámen de conciencia, que a su vez nos invita a acercarnos al sacramento de la confesión.
«Caminamos hacia el altar – prosiguió en español – para nutrirnos de la Eucaristía, para dejarnos transformar por quien recibimos, como dice san Agustín: «Yo soy el alimento de las almas adultas; crece y me comerás. Pero no me transformarás en ti como asimilas los alimentos de la carne, sino que tú te transformarás en mí».
«La Liturgia eucarística se concluye con la oración de la comunión. En ella damos gracias a Dios por este inefable don y le pedimos también que transforme nuestra vida, siendo medicina en nuestra debilidad, que sane las enfermedades de nuestro espíritu y nos asegure su constante protección».
«La Eucaristía nos hace fuertes para dar frutos, flores de buenas obras para vivir como cristianos», e invitó a acercarnos a Jesús eucarístico «que nos transforma en Él», y nos hace más fuertes.
«La Iglesia desea vivamente que también los fieles reciban el Cuerpo del Señor con hostias consagradas en la misma Misa», dijo, y que el signo del Banquete Eucarístico se expresa con mayor claridad si la Comunión «se hace bajo las dos especies», aún sabiendo que la doctrina católica enseña que «sólo bajo una especie se recibe el Cristo todo entero».
El Pontífice concluyó su meditación exhortando a la comunión frecuente.
Con información de Vatican News
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