Redacción (Viernes, 06-04-2018, Gaudium Press) Este es el único objeto litúrgico que puede ser visto apenas por cuarenta días. Surge en el inicio de la Vigilia Pascual y en el día de la Ascensión desaparece.
El Cirio Pascual es símbolo de la Resurrección de Nuestro Señor. Es la evocación de Cristo glorioso, vencedor de la muerte.
Originalmente el Cirio tenía la altura de un hombre, simbolizando Cristo-luz que brilla entre las tinieblas. Los teólogos francos y galicanos lo enriquecieron con elementos simbólicos.
Un acólito trae al celebrante el Cirio Pascual, que graba en el mismo las siguientes inscripciones (Entre comillas colocamos las palabras que el sacerdote pronuncia al colocar cada uno de los símbolos en el Cirio):
1º – Una cruz. Diciendo: «Cristo ayer y hoy. Principio y fin».
2º – Las letras Alfa y Omega, la primera y la última del alfabeto griego. Eso quiere significar que Dios es «El principio y el fin de todo», que todo proviene de Dios, subsiste por causa de él y va para él: «Alfa y Omega».
3º – Los números son colocados entre los brazos de la Cruz, marcando las cifras del año corriente. Eso está hecho para expresar que Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el principio y el fin de todo, el Señor del tiempo, es el centro de la Historia y a Él compete el tiempo, la eternidad, la gloria y el poder por los siglos, a Él ofrecemos este año y todo lo que en él hagamos; «A Él el tiempo y la eternidad la gloria y el poder por los siglos sin fin. Amén».
4º – Cinco granos de incienso en forma de clavos, en las cinco cavidades previamente hechas en el medio del Cirio, dispuestas en forma de Cruz. Ese ceremonial simboliza las cinco llagas de Nuestro Señor en las cuales penetraron los aromas y perfumes llevados por Santa María Magdalena y las santas mujeres al sepulcro. El incienso es una sustancia aromática que quemamos en alabanza a Dios; su humo, subiendo, simboliza nuestro deseo de permanente unión a Él y de que nuestra vida, nuestras acciones y nuestras oraciones sean agradables al Señor. Él representa también, nuestra oración, que deseamos llegue a Dios, como suave perfume de amor. Esos granos simbolizan además las cinco llagas gloriosas de Cristo Resucitado que le posibilitaron amarnos totalmente, conforme Él mismo dijera: ‘No hay mayor amor que dar la vida por los amigos’ (Jn 15, 13):»Por sus santas llagas, sus llagas gloriosas, Cristo Señor nos proteja y nos guarde. Amén».
El sacerdote enciende después el cirio, en el fuego nuevo por el bendecido. El cirio servirá para dar luz a las demás velas y a la lamparita del santuario.
Por Emílio Portugal Coutinho
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