sábado, 23 de noviembre de 2024
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"La divina misericordia acompaña la vida del pueblo de Dios", recuerda Mons. Bucciol

Redacción (Lunes, 09-04-2018, Gaudium Press) Conocido como «Domingo Blanco», el segundo domingo de la Pascua es, para muchas personas, la recordación del día de la Primera Comunión o Comunión Solemne, una vez que era en esa fecha que se celebraba, preferencialmente, la primera comunión de los niños, considerada una forma de ligar la Eucaristía a la Pascua, completando la alegría por la resurrección de Jesucristo.

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En el mismo día, también es celebrada por la Iglesia la Divina Misericordia, invitando a los cristianos a aproximarse a Dios, motivación esa que partió de San Juan Pablo II, en mayo de 2000, ya que «fue en la resurrección que el Hijo de Dios experimentó de modo radical la misericordia del Padre, que es más fuerte que la muerte» (Juan Pablo II, Carta Encíclica «Dives in Misericordia»).

Acerca de esos asuntos, el presidente de la Comisión para la Liturgia de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB), Mons. Armando Bucciol, explicó que la decisión del Papa polaco tiene una larga historia, ligada de manera especial a Santa Faustina Kowalska. La mística polaca, el día 22 de febrero de 1931, en una de las primeras revelaciones de Jesús, recibió el pedido que se celebrase la Fiesta de la Misericordia.

«La elección de este domingo encuentra motivaciones significativas en los textos litúrgicos. La oración del día reza: ‘Oh Dios de eterna misericordia, que reencendisteis la fe de vuestro pueblo en la renovación de la fiesta pascual’. La divina misericordia acompaña la vida del pueblo de Dios que renueva su fe con la celebración del misterio pascual», afirmó Mons. Armando.
Para el obispo, es imposible hablar de misericordia sin recordar al Papa Francisco, que hizo de ella uno de los aspectos más significativos de su servicio eclesial.

Vale resaltar que el Pontífice decretó, inclusive, el Jubileo del Año Santo de la Misericordia, que tuvo inicio en 2015 y siguió hasta noviembre de 2016. «En el año de la misericordia que celebramos, fuimos invitados a crecer más y más en esa dimensión esencial al ser discípulos del Señor», comentó el presidente de la Comisión para la Liturgia de la CNBB.

Toda esa insistencia de Francisco en hablar de la misericordia, conforme Mons. Armando, revela una deficiencia y una urgencia. «Cuando se habla mucho de alguna cosa, significa que está en falta. Así, podemos observar con el agua, con la pureza del aire, la calidad de los alimentos, la paz. De verdad, precisamos comprender y acoger el fuerte mensaje de este domingo».

«Pedimos al Espíritu del resucitado que enseñe a vivir el pedido de Jesús: ‘Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso’ (Lc 6,36). Quien participa y vive de la liturgia, a la escucha de la Palabra y alimentado por el Pan del amor, con seguridad, aprenderá a ser más coherente con la fe que profesa. La Palabra de hoy (1ª lectura) ofrece, además, el ejemplo de la Comunidad de Jerusalén, donde los ‘fieles eran estimados por todos. Entre ellos nadie pasaba necesidad’. La misericordia se torna solidaridad, compartir y amor generoso», concluyó. (LMI)

De la redacción de Gaudium Press, con informaciones de la CNBB

 

 

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