Ciudad del Vaticano (Miércoles, 11-04-2018, Gaudium Press) En un evento organizado por el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, este martes 10/04, el Papa Francisco recibió en audiencia, en la Sala Regia, en el Vaticano, casi 600 misioneros de la misericordia.
Los Misioneros de la Misericordia concluyeron hoy una jornada de reflexiones y catequesis después de dos años de la experiencia nacida del Jubileo de la Misericordia.
Estos Misioneros son sacerdotes indicados por las varias diócesis del mundo, para que sean anunciadores de la Misericordia de Dios a través de un trabajo pastoral y espiritual, especialmente utilizando el apostolado de la escucha.
Hombres que llevan al mundo el perdón y la misericordia
El Papa hizo una larga reflexión para los misioneros estructurada en textos de Isaías y de las experiencias de San Pablo.
Dijo Francisco que, de hecho, la primera indicación ofrecida por el Apóstol es que los sacerdotes son colaboradores de Dios:
«El mensaje que llevamos como embajadores en nombre de Cristo es el de hacer las paces con Dios. Nuestro apostolado es uno en buscar y recibir el perdón del Padre. Como se ve Dios necesita de hombres que lleven al mundo su perdón y su misericordia.»
Esta responsabilidad requiere un estilo de vida coherente con la misión recibida, agregó el Papa.
Ser colaboradores de la misericordia presupone, por tanto, reconocer la misericordia de Dios primeramente en la propia existencia personal:
«Es preciso partir siempre de este punto firme: Dios me trató con misericordia. Esta es la clave para tornarse colaboradores de Dios.»
Los ministros no deben colocarse por encima de los otros como si fuesen jueces de los hermanos pecadores.
Un verdadero misionero de la misericordia se espeja en la experiencia de Pablo: Dios me escogió a mí; depositó su confianza en mí, no obstante yo sea un pecador para ser un colaborador suyo.
No tornar vana la acción de la gracia de Dios
«La reconciliación no es, como se piensa frecuentemente, una iniciativa nuestra privada o el fruto de nuestro empeño». La primera iniciativa es del Señor; es Él que nos precede en el amor, dijo.
Por tanto, afirmó Francisco, delante de un penitente, los ministros deben reconocer alguien que ya realizó el primer fruto del encuentro con el amor de Dios.
Tarea de los confesores
La tarea de los confesores consiste en no tornar vana la acción de la gracia de Dios, sino ampararla y permitir que llegue a su realización.
Pero infelizmente, admitió el Papa, puede ocurrir que el sacerdote, con su comportamiento, aleje envés de aproximar al penitente:
«No es preciso que haga sentir vergüenza a quien ya reconoció su pecado y sabe que se equivocó, no es preciso investigar allá donde la gracia del Padre ya intervino; no es permitido violar el espacio sagrado de una persona en su relacionarse con Dios.»
Al contrario, cuando se acoge al penitente, es preciso mirar a sus ojos y oírlo para permitir que perciba el amor de Dios que perdona a pesar de todo. El sacerdote no lo culpa por el mal del cual se arrepintió, sino lo alienta a mirar para el futuro con nuevos ojos, de mirar nuevamente para la vida con confianza y empeño.
La Misericordia abre, crea, nutre de esperanza
«La misericordia abre a la esperanza, crea esperanza y se nutre de esperanza», enfatizó Francisco: al final, el Dios que amó el mundo al punto de dar a su Hijo jamás podrá abandonar a nadie.
Su amor estará siempre allí, próximo, mayor y más fiel que cualquier abandono. Y los misioneros de la misericordia son llamados a ser intérpretes y testigos de este Amor. (JSG)
(De la Redacción de Gaudium Press, con Informaciones de Vatican News)
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