Redacción (Martes, 17-04-2018, Gaudium Press) Con la elocuencia y Sabiduría Divina que dimana de las Sagradas Escrituras, dice el libro del Eclesiástico, 6:14 : «Un amigo fiel es un refugio seguro: el que lo encuentra ha encontrado un tesoro».
Un verdadero amigo es ciertamente un tesoro, porque pocas cosas en el mundo tienen tanto valor y pueden ser tan estimadas y buscadas. Pero también indudablemente es un tesoro por su escasez, y la extrema dificultad de hallarlo.
Como todos sabemos, los tesoros de verdad no se encuentran a la vuelta de la esquina… Muchos han sido los exploradores que han dedicado una vida a la búsqueda de tesoros materiales y después de escrutar impenetrables selvas, mares infinitos, desiertos exhaustivos, desde las más altas cordilleras hasta las profundidades de la tierra, han encontrado solo el fracaso y la decepción.
Pero sin embargo nuestra sociedad cibernética, superficial, instantánea y egoísta, nos hace creer que tenemos la capacidad de encontrar miles de supuestos «amigos» al alcance de un click, como sucede por ejemplo en las redes sociales… Algo ridículo sin duda, una especie de parodia, que desvaloriza a más no poder algo tan sublime como la amistad.
Quizás vislumbrando nuestra decadente época preconizó el sabio Aristóteles: «No tiene ningún amigo el que tiene demasiados amigos.»
Falsos Amigos
En un mundo que parece dar la espalda cada vez más a la luz de la razón y del sentido común, para adentrarse en las densas tinieblas de la confusión ideológica y de la vacuidad sin principios, muchas palabras parecen poco a poco perder su verdadero significado, haciéndose plásticas, insípidas y hasta putrefactas. Tristes ejemplos de esto, las palabras: Amor, Igualdad, Equilibrio, Paz, y por qué no decirlo la palabra Amistad.
El instinto de sociabilidad en muchas ocasiones puede ser incluso más fuerte que el de conservación, y es por esto que una persona es capaz de hacer lo que sea por miedo al qué dirán los demás… Se llega a estar dispuesto a sacrificar la salud, la integridad moral, la vida incluso, con tal de no tener que enfrentar las burlas de los circundantes. Muchos ejemplos se podrían dar al respecto, pero quizás no haga falta, ya que todos vivimos en carne propia lo que es la presión del mundo, en los más variados ambientes.
Y en este contexto en que nuestra sociabilidad nos impulsa a buscar a toda costa la aceptación de los demás vemos ser profanada la palabra amistad constantemente…
En nombre de la «amistad» muchos se hacen cómplices en el pecado e incluso conspiran contra el bien, en nombre de la «amistad» algunos mediocres con sus palabras cargadas del nefasto veneno de la superficialidad y el relativismo piden a los que desean ser buenos no ser tan radicales, ser «prudentes» y no cortar los vínculos con el mundo.
Por eso el famoso escritor romano Cicerón muy sensatamente decía que: «La primera ley de la amistad es pedir a los amigos cosas honradas, y sólo cosas honradas hacer por ellos».
Puede que incluso dos o más personas tengan una gran afinidad temperamental, gustos muy similares, y sientan un agrado especial en pasar tiempo juntos… Sin embargo se engañan tontamente si solo por esto se consideran amigos.
Cualquier persona es capaz de compartir alegrías con quien tiene afinidad, incluso consolarse en las tristezas, y muchas veces sin darse cuenta utilizarse de esta «amistad egoísta» por puro interés, pero en este caso nunca llegará a ver más allá de lo exterior.
El interior, lo que pasa dentro de cada uno, las luchas, las alegrías profundas, los designios de Dios hacia cada alma, eso es lo que le interesa a un verdadero amigo.
«A las personas les interesa nuestro destino exterior; el interior, sólo a nuestro amigo». Heinrich von Kleist
¿Cuántos jóvenes, cuántas vocaciones religiosas por ejemplo, se pierden hoy en día porque dan oídos a supuestas «amistades» que les hacen retroceder en sus buenos propósitos, y porque no tienen la valentía de enfrentar el aislamiento y el rechazo de sus pares por amor a Dios?
Es por eso que la palabra amistad cuando es falsa, se convierte en una de las más poderosas armas del mal… sutil, interesada, camuflada, penetrante, que puede matar poco a poco o de un solo golpe, y al final de cuentas es siempre mortal.
La Amistad Verdadera
«La amistad es tan verdadera y tan vital que en el mundo no se puede desear nada más santo y ventajoso». decía San Agustín.
Y es por esto que es de suma importancia que todos tengamos muy claro en qué consiste entonces la verdadera amistad.
Explicaba de forma magistral el Dr. Plinio Correa de Oliveira:
«La amistad resulta de afinidades profundas y de la necesidad de establecer una convivencia que no es la de cualquier hombre con otro cualquiera, sino la de este hombre con alguien, en virtud de las peculiaridades que ambos poseen y que hacen que se comprendan y se estimen más definidamente…
…El verdadero sentido de la amistad es el encuentro de las almas en el fondo más espiritual y religioso de sí mismas; las cosas repercuten sobre ellas del mismo modo, y se da entre ellas algo que es como una unión, una como que fusión.
Se realiza aquella expresión de la Escritura: un amigo que ama a otro como su propia alma (cf. 1 Re. 18, 1; 20, 17). El papel de la amistad es ése.»
Entonces vemos que la verdadera amistad es aquella que se da en función del amor de Dios, y que por lo tanto, quien no ama a Dios realmente, jamás podrá ser un verdadero amigo.
Un verdadero amigo nunca nos apoyará en el error, si no que será el primero en corregirnos, en abrirnos los ojos ante la realidad y hacernos ver nuestros defectos.
«Mi mejor amigo es el que enmienda mis errores o reprueba mis desaciertos». San Martín, obispo de Tours, 316-397.
Un amigo real es aquel que conoce nuestras miserias, que sabe todo sobre nosotros, y aún así nos ama.
«La verdadera amistad llega cuando el silencio entre dos transcurre amenamente». Erasmo de Rotterdam
Unión al servicio de un ideal
Pero algo que podríamos llamar Suprema Amistad, solamente se da cuando dos o más personas se unen al servicio de un ideal.
Y esto puede surgir en los más diversos ámbitos, por ejemplo: dos esposos que se unen con el ideal de santificarse y formar una familia católica, o en la unión de un batallón de soldados que juntos están dispuestos a sacrificar su vida por una causa justa.
Pero el ápice de la amistad se da en lo que conocemos como la comunión de los santos.
Esa unión que encontramos en el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia es algo insuperable.
En este contexto encuentran mucho significado las palabras del antiguo Séneca: «Sabe que cuando uno es amigo de sí mismo, lo es también de todo el mundo».
Pues por la comunión de los santos una persona que se santifica, hace bien y eleva el resto del Cuerpo Místico.
Y aquí encontramos algo maravilloso. Existen personas que por sus oraciones y sacrificios se han hecho verdaderos amigos nuestros sin siquiera conocernos.
Unidos no lo son necesariamente aquellos que están juntos, sino los que miran hacia un mismo punto en el horizonte.
La distancia física no es tan importante aquí, sino que lo que determina la verdadera amistad es el ideal por el que se unen las almas.
¿Ahora, donde podemos encontrar la amistad de manera absoluta?
La amistad con todas las mayúsculas ya no es más un ideal, sino una persona que también es Dios, y que amó tanto la humanidad, que vino a la tierra a dar la vida por sus amigos.
¡Dichosos aquellos que encuentran ese tesoro, pues les será motivo de felicidad inagotable por toda la eternidad!
Por Santiago Vieto
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