Ciudad del Vaticano (Lunes, 02-05-2018, Gaudium Press) Este lunes pasado, el Papa Francisco abordó en su homilía de la misa en la Capilla de la Casa Santa Marta, el trecho del Evangelio (Jn 14, 21-26) propuesto para ese día por la Liturgia.
Fue la oportunidad para Francisco explicar cómo discernir entre las curiosidades buenas y las curiosidades malas. Cómo abrir el corazón al Espíritu Santo que da certeza.
En el Evangelio hay un diálogo entre Jesús y los discípulos, que el Papa define como «diálogo entre las curiosidades y la certeza».
Francisco explica, entonces, la diferencia entre las curiosidades buenas y las malas, porque «nuestra vida está llena de curiosidades».
Como ejemplo de curiosidad buena, se refiere a los niños cuando están en la llamada «edad del ¿por qué?». Ellos preguntan, porque, cuando están creciendo, perciben cosas que no entienden, están buscando una explicación.
Esa es una buena curiosidad, porque sirve para crecer y «tener más autonomía» y es también una «curiosidad contemplativa», porque «los niños ven, contemplan, no entienden y preguntan».
Al contrario, las maledicencias, los dice-que-dijo son una curiosidad no buena, «patrimonio de mujeres y hombres».
El Pontífice advirtió que la curiosidad mala consiste en querer «oler la vida de los otros»; en «intentar ir a lugares que acaban ensuciando otras personas»; en hacer entender cosas que usted no tiene el derecho de conocer. Y además explicó que este tipo de curiosidad mala «nos acompaña por toda la vida: es una tentación que siempre tendremos»:
Y advirtió: «No tener miedo, sino tener cuidado: «Eso yo no pregunto, eso yo no miro, eso yo no quiero». Y tantas curiosidades, por ejemplo, en el mundo virtual, con los celulares y cosas del género…
Los niños van allí y quedan curiosos para ver; y encuentran allí muchas cosas ruines. No hay disciplina en esa curiosidad.
Debemos ayudar a los niños a vivir en este mundo, para que el deseo de conocer no sea el deseo de ser curioso, y acaben prisioneros de esa curiosidad.
El Papa continuó explicando que la curiosidad de los Apóstoles, en el Evangelio, sin embargo, es buena: ellos quieren saber qué ocurrirá, y Jesús responde dando certezas, «nunca engaña», prometiendo a ellos el Espíritu Santo que «enseñará todo y recordará todo lo que yo les dije».
«La certeza nos la dará el Espíritu Santo en la vida:
El Espíritu Santo no viene con un paquete de certezas y usted acepta. No. En la medida en que caminamos en la vida y pedimos al Espíritu Santo, abriendo el corazón, él nos da la certeza para aquel momento, la respuesta para aquel momento. El Espíritu Santo es el compañero, compañero de camino del cristiano».
El Papa comenta que el Espíritu Santo «recuerda las palabras del Señor iluminándolas» y este diálogo en la mesa con los Apóstoles, que es «un diálogo entre curiosidad humana y certezas», termina precisamente con esta referencia al Espíritu Santo, «compañero de la memoria», que «conduce a donde hay la felicidad fija, que no se mueve».
Concluyendo, Francisco exhorta a ir donde hay la verdadera alegría con el Espíritu Santo, que ayuda a no cometer errores:
Pedir a Dios
«Pidamos al Señor dos cosas hoy: primero, de purificarnos al aceptar las curiosidades – hay curiosidades buenas y no tan buenas – y saber discernir: no, eso yo no debo ver, eso yo no debo ver, eso no debo preguntar. Y segunda gracia: abrir el corazón al Espíritu Santo, porque él es la certeza, nos da la certeza, como compañero de camino, de las cosas que Jesús nos enseñó, y nos hace recordar todo». (JSG)
(De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones de Vatican News)
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