Redacción (Jueves, 03-05-2018, Gaudium Press) Desde tiempos inmemoriales la Iglesia dedica el mes de Mayo a aquella que fue elegida para ser la Madre del Señor.
El lector ya se habrá preguntado ¿por qué el mes de mayo es dedicado a María, una vez que en otros meses hay fiestas litúrgicas hasta más importantes en honra de la Madre de Dios, como la Inmaculada Concepción, en diciembre, o la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, en enero?
Varios autores han tratado sobre el asunto e innúmeras hipótesis y explicaciones han sido levantadas.
Las que nos parecieron más interesantes fueron las referidas por el bienaventurado Cardenal John Henry Newman en su obra póstuma «Meditaciones y Devociones».
Dice el Cardenal inglés: «La primera razón es porque es el tiempo en que la tierra hace surgir el tierno follaje y los verdes pastos, después del frío y la nieve del invierno, de la cruel atmosfera, del viento salvaje y de las lluvias de la primavera».
Recordemos que el autor escribe en un país del hemisferio norte, donde el mes de mayo, «mes de las flores», corresponde al auge de la primavera.
Continúa el purpurado: En mayo «los días se tornan largos, el sol nace temprano y se pone tarde» concluyendo que «semejante alegría y júbilo externo de la naturaleza son los mejores acompañantes de nuestra devoción a Aquella que es la Rosa Mística y la Ciudad de Dios».
Hay autores que afirman que esa tradición remonta a tiempos muy antiguos y ya en la Edad Media se dedicaba ese mes a la Virgen Santísima.
Es muy significativo que la Santa Madre de Dios haya escogido precisamente ese mes para aparecer a los tres pastorcitos en Fátima, Portugal.
Con efecto, habiendo aparecido a los tres pastorcitos, Nuestra Señora no habló apenas para Portugal, sino para el mundo entero, exhortando a todos los hombres a la oración, la penitencia y la enmienda de vida.
De modo especial, habló Ella al Papa y a la Jerarquía de la Iglesia, pidiéndoles la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón.
La crisis moral en que se encontraba la humanidad en la época de las apariciones, esto es, en 1917, llevó a Nuestra Señora a afirmar que ya en aquel tiempo la situación era altamente calamitosa y apuntaba para los dramas y castigos que recaerían sobre la humanidad si los hombres no se convirtiesen.
Con insistencia materna dirigía a la humanidad un apelo, hoy más actual que nunca:
«Recen el rosario todos los días para alcanzar la paz para el mundo y el fin de la guerra».
Como amorosos hijos atendamos, pues, a los pedidos de nuestra Santa Madre, sigamos sus maternales consejos y, por más inciertos y sombríos que sean los días que se aproximan, tengamos la esperanza en el triunfo del Inmaculado Corazón de María y pidamos con toda confianza:
«Oh María mostrad la fuerza de vuestro manto protector a vuestros hijos e hijas que bajo el signo de la Santa Cruz os pertenecen».
Por el Hno. Alcídio Miranda, EP
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