Redacción (Martes, 08-05-2018, Gaudium Press) Mucho se ha discutido en el seno de la Iglesia Católica acerca de la injerencia del poder político en la vida de ella, desde que el emperador Galerio publicó en abril del 312 una ley que permitía a los cristianos profesar sin temor su religión, pasando por el edicto de Milán en 313 cuando Constantino y Licinio confirmaron ese permiso dando además otros pequeños privilegios.
Permitirlo no fue declarar al cristianismo religión oficial del imperio, ni siquiera lícita -que era el privilegio otorgado al judaísmo desde los tiempos de Julio César. Fue solamente una concesión que algunos califican de política y otros de milagrosa. Política, porque de hecho Constantino y Licinio, que eran los emperadores de Occidente y Oriente en ese momento, querían un imperio enteramente tranquilo a su interior para poder seguir expandiéndolo a pasos céleres como soñaban; y el derramamiento de sangre y martirios, junto al comprobado aumento de las conversiones, incluso en las clases altas, mantenía inquieta a la población, especialmente a la que habitaba en Roma y a los privilegiados judíos. Milagrosa, porque de alguna forma con la sorpresiva victoria de Constantino en la batalla del Puente Milvio, se cumplía el anhelo más virtuoso y puro de Santa Helena su sufrida madre, que ya era cristiana y repudiaba algunas costumbres pésimas de la corte de su hijo único.
San Silvestre bautiza a Constantino; óleo en Roma |
Constantino no se hizo cristiano sino en el lecho de muerte, asistido por un religioso más inclinado al semi-arrianismo que contrariaba al Papa e intentaba una mezcla entre la ortodoxia pura y la herejía arriana ya condenada. El emperador mismo incluso tenía sus veleidades con los arrianos y fue tolerante con ellos, a pesar de lo concluido en el Concilio de Nicea del 325 en el que el emperador pasa a la historia como el gran organizador. (1)
Y efectivamente Constantino se inmiscuyó demasiado en el Concilio, dejando el desagradable precedente que después traería tantos dolores de cabeza a los papas de la Edad Media. Sin embargo el responsable de todo eso fue Donato, un competente presbítero de Cartago en África que se opuso a la elección del obispo de la ciudad, alegando que entre los que se congregaron para consagrarlo estaba uno que había sido antes un renegado y había vuelto al seno de la Iglesia aunque comprobadamente arrepentido y penitenciado. Con su verba incendiaria y un apelo al emperador en Roma consiguió que se destituyera al obispo, se eligiera a otro que murió pronto, y que se le nombrara a él después. Dividiendo la comunidad hasta el conflicto físico, el nuevo prelado pero ilegítimo, no ocultaba su oportunismo y envidia ya que al parecer veía por fin que la Iglesia era reconocida y privilegiada, con lo se le abrían las puertas a él para hacer una carrera eclesiástica fenomenal. Movido por esa ambición tras años de haber padecido temores, hambres y pobreza en tiempos de las persecuciones, veía ahora la ocasión de ser acogido en el mundanal «establishment» romano y quizá llegar a ser Papa. Constantino tuvo que exigirle al pontífice del momento que se arreglara ese asunto para lo cual interfirió con vehemencia lo que le fue haciendo suponer un papel preponderante en la vida de la Iglesia, que lo llevó a ir bastante más allá de lo que le correspondía, ejemplo que seguirían después sus hijos y otros emperadores.
La actitud malévola y mezquina de un religioso, anhelando por fin disfrutar las mieles antes negadas de un poder temporal que el emperador les estaba dando ahora a los presbíteros y obispos como al Papa, lo llevó a dejarse tomar por la ambición y la envidia de la que al parecer no se arrepintió, creando así una herejía más (2) de las tantas que atormentaron y seguirán atormentando el santo Cuerpo Místico de la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, como las enfermedades frecuentes atormentan nuestro frágil cuerpo humano en esta tierra. Pero lo que es verdaderamente milagroso es la supervivencia de Ella, muy a pesar de esa maldad oculta que a veces se le inocula desde adentro y no ha conseguido matarla ni siquiera dejarla lisiada de por vida. (3) En cuanto al religioso Donato, bien se sabe que no está en el catálogo de los santos; quiera Dios esté en el de los del Purgatorio.
Por Antonio Borda
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1)Pierre Pierrard, Histoia de la Iglesia, IIa.Parte, Cap.1.
2)Fue condenada en 314 en el Concilio de Arlés.
3)Del escritor protestante Von Pastor autor de una historia de la Iglesia se cuenta que notando esto, fue lo que precisamente lo hizo convertirse al catolicismo.
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