Ciudad del Vaticano (Martes, 15-05-2018, Gaudium Press) «Mientras inaugura una nueva forma de presencia de Jesús entre nosotros, nos pide para tener ojos y corazón para encontrarlo, para servirlo y testimoniarlo a los otros. Se trata de ser hombres y mujeres de la Ascensión, esto es, que buscan a Cristo a lo largo de los caminos de nuestro tiempo, llevando su palabra de salvación hasta los confines de la tierra».
Fueron las anteriores, las palabras iniciales del Papa Francisco en su discurso que precedió a la oración de Regina Coeli en el VII domingo de Pascua, 13 de mayo, Solemnidad de la Ascensión del Señor.
Lo que el Señor resucitado a nosotros confía
Continuando, dijo el Santo Padre: «En este camino nosotros encontramos al propio Cristo en los hermanos, especialmente en los más pobres, en aquellos que sufren en su propia carne la dura mortificación de la experiencia de viejas y nuevas pobrezas».
La Ascensión nos invita a mirar para el cielo y después mirar hacia la tierra para realizar, entonces, las tareas que el Señor resucitado nos confía:
«Como al inicio Cristo resucitado envió a sus apóstoles con la fuerza del Espíritu Santo, también hoy Él nos envía, con la misma fuerza, para ser señales concretas y visibles de esperanza».
Tarea osada
Como se sabe, Jesús confió a un pequeño grupo de hombres una tarea realmente osada.
Eran hombres simples con pocas habilidades intelectuales.
Francisco acentuó que esta pequeña compañía, irrelevante delante de las grandes potencias del mundo, es enviada para llevar el mensaje de amor y de misericordia de Jesús a todos los rincones de la tierra.
Un proyecto que, sin duda, solo podría ser realizado por el poder que el propio Dios concedería a los apóstoles. En ese sentido, recuerda el Papa, que Jesús les asegura que su misión será sustentada por el Espíritu Santo.
«Así, esta misión puede tornarse realidad, y los apóstoles dieron inicio a esa obra, que después fue continuada por sus sucesores».
«La misión confiada por Jesús a los Apóstoles continuó a lo largo de los siglos y continúa hasta hoy: esa requiere la colaboración de todos nosotros. De hecho, cada uno, en virtud del Bautismo que recibió, es capacitado a proclamar el Evangelio».
Conclusión
La conclusión de la alocución del Pontífice fue hecha con un pedido a la Santísima Virgen Madre de Dios.
Fue Ella, dijo el Papa, que, como Madre del Señor, animó la fe de la primera comunidad de discípulos. Que Ella «nos ayude también a mantener «nuestros corazones a lo alto», como nos exhorta a hacer la Liturgia. Y al mismo tiempo nos ayude a tener «los pies en el piso» y a sembrar con coraje el Evangelio en las situaciones concretas de la vida y la historia». (JSG)
(De la redacción de Gaudium Press, con informaciones de Vatican News)
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