jueves, 21 de noviembre de 2024
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Papa Francisco envía carta “al Pueblo de Dios que peregrina en Chile”

Ciudad del Vaticano (Lunes, 04-06-2018, Gaudium Press) Con ocasión de la visita de los obispos al Papa y la delicada situación que atraviesa la Iglesia de Chile, el pasado 31 de mayo se hizo pública la carta pastoral que el Santo Padre dirigió a los fieles chilenos en la que el Pontífice analiza los antecedentes de los que tomó conocimiento a través del denominado «Informe Scicluna» y entrega criterios para superar la crisis de confianza como consecuencia de los casos de abuso sexual y de conciencia.

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En su misiva, el Papa Francisco hizo un fuerte llamado a superar las divisiones entre los mismos católicos y a trabajar mancomunadamente por una transformación eclesial. «Cada vez que intentamos suplantar, acallar, ningunear, ignorar o reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios en su totalidad y diferencias, construimos comunidades, planes pastorales, acentuaciones teologías, espiritualidades, estructuras sin raíces, sin historia, sin rostros, sin memoria, sin cuerpo, en definitiva, sin vidas. Desenraizarnos de la vida del pueblo de Dios nos precipita a la desolación y perversión de la naturaleza eclesial; la lucha contra una cultura del abuso exige renovar esta certeza», expresó.

Precisó el Pontífice que «la renovación en la jerarquía eclesial por sí misma no genera la transformación a la que el Espíritu Santo nos impulsa. Se nos exige promover conjuntamente una transformación eclesial que nos involucre a todos».

Una cultura del cuidado y protección

Más adelante en su carta, el Sumo Pontífice destacó la importancia de abordar este proceso de transformación ungidos permanentemente por el Espíritu Santo, enfatizando que «una Iglesia profética y, por tanto, esperanzadora, reclama de todos una mística de ojos abiertos, cuestionadora y no adormecida».

«El Espíritu está continuamente en movimiento para ensanchar las miradas estrechas, hacer soplar al que perdió la esperanza, hacer justicia en la verdad y en la caridad, purificar del pecado y la corrupción e invitar siempre a la necesaria conversión. Sin esta mirada de fe todo lo que podamos decir y hacer caería en saco roto. Esta certeza es imprescindible para mirar el presente sin evasiones pero con valentía, con coraje pero sabiamente, con tenacidad pero sin violencia, con pasión pero sin fanatismo, con constancia pero sin ansiedad, y así cambiar todo aquello que hoy ponga en riesgo la integridad y la dignidad de cada persona; ya que las soluciones que se necesitan reclaman encarar los problemas sin quedar atrapados en ellos o, lo que sería peor, repetir los mismos mecanismos que queremos eliminar. Hoy somos retados a mirar de frente, asumir y sufrir el conflicto, y así poder resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo caminar», expresó.

Y añadió: «El «nunca más» a la cultura del abuso, así como al sistema de encubrimiento que le permite perpetuarse, exige trabajar entre todos para generar una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionarnos, de rezar, de pensar, de vivir la autoridad; nuestras costumbres y lenguajes y nuestra relación con el poder y el dinero. Hoy sabemos que la mejor palabra que podamos dar frente al dolor causado es el compromiso para la conversión personal, comunitaria y social que aprenda a escuchar y cuidar especialmente a los más vulnerables. Urge, por tanto, generar espacios donde la cultura del abuso y del encubrimiento no sea el esquema dominante; donde no se confunda una actitud crítica y cuestionadora con traición. Esto nos tiene que impulsar como Iglesia a buscar con humildad a todos los actores que configuran la realidad social y promover instancias de diálogo y constructiva confrontación para caminar hacia una cultura del cuidado y protección».

Jesucristo, el único que puede sanar nuestras heridas

Al término de su misiva, el Papa recuerda que la fe se cimienta y cultiva en la libertad de la persona humana: «La cultura del abuso y del encubrimiento es incompatible con la lógica del Evangelio ya que la salvación ofrecida por Cristo es siempre una oferta, un don que reclama y exige la libertad. Lavando los pies a los discípulos es como Cristo nos muestra el rostro de Dios. Nunca es por coacción ni obligación sino por servicio. Digámoslo claro, todos los medios que atenten contra la libertad e integridad de las personas son anti-evangélicos; por tanto es preciso también generar procesos de fe donde se aprenda a saber cuándo es necesario dudar y cuando no», dijo.

En esta línea, manifestó que «aceptar los aciertos, así como los límites personales y comunitarios, lejos de ser una noticia más se vuelve el puntapié inicial de todo auténtico proceso de conversión y transformación. Nunca nos olvidemos que Jesucristo resucitado se presenta a los suyos con sus llagas. Es más, precisamente desde sus llagas es donde Tomás puede confesar la fe. Estamos invitados a no disimular, esconder o encubrir nuestras llagas».

Finalmente, el papa Francisco concluyó invitando a todos los fieles a asumir el compromiso por generar una «cultura donde cada persona tenga derecho a respirar un aire libre de todo tipo de abusos. Una cultura libre de encubrimientos que terminan viciando todas nuestras relaciones. Una cultura que frente al pecado genere una dinámica de arrepentimiento, misericordia y perdón, y frente al delito, la denuncia, el juicio y la sanción».

 

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