Ciudad del Vaticano (Viernes, 08-06-2018, Gaudium Press) Hoy, día en que la Iglesia conmemora al Sagrado Corazón de Jesús, también se celebra la Jornada por la Santificación del Clero. Con tal motivo, la Congregación para el Clero ha emitido un importante mensaje.
Comienza el documento recordando «el entusiasmo con el que escogimos [los sacerdotes ndr.] caminar por la vía de la especial consagración al Señor y las maravillas que vemos en nuestra vida sacerdotal», maravillas que «tienen su origen en el cruce de miradas que ha habido entre Dios y cada uno de nosotros». El sacerdote es un elegido de Dios, sobre quien Dios puso sus complacencias.
En la vida del sacerdote, hay momentos duros
También ocurrió así con los apóstoles, primeros sacerdotes. Entretanto, «después del anuncio de la Pasión, se extendió sobre su corazón un velo de oscuridad que entenebró el camino. El ardor del seguimiento, el sueño del Reino de Dios inaugurado por el Maestro y los primeros frutos de la misión, chocan ahora con una realidad dura e incomprensible, que hace vacilar la esperanza, alimenta las dudas y amenaza con extinguir la alegría del anuncio del Evangelio». Esto puede ocurrir, y con frecuencia ocurre, en la vida del presbítero.
Sin embargo, en esos momentos duros, de oscuridad, Dios no abandona, sino que invita a subir al Monte Tabor, a irse con Jesús «a lo alto» y «aparte»: «Queridos sacerdotes, necesitamos, cada día, ser transfigurados con un encuentro siempre nuevo con el Señor que nos ha llamado. Dejarse «conducir a lo alto» y quedar «aparte» con Él». ¿Qué es esto?
Subir con Jesús al Monte Tabor
«1.- Subir a lo alto, porque si permanecemos siempre centrados en las cosas que hacer, corremos el peligro de convertimos en prisioneros de lo presente. (…) Tenemos necesidad (…) de sumergimos cada día en el amor de Dios, especialmente por medio de la oración.»
«2.- Dejarse transformar, porque la vida sacerdotal no es un programa donde todo ha sido ya estructurado por adelantado o un oficio burocrático de desarrollar según un esquema preestablecido». El sacerdote debe » ‘vivir el ministerio con gozo sin vivir momentos de oración personal, cara a cara con el Señor, hablando, conversando con El’ (Papa Francisco, Encuentro con los párrocos de Roma, 15 febrero 2018). En esta experiencia, somos iluminados por el Rostro del Señor y transformados por Su presencia».
Transformado, el sacerdote debe «3.- Ser luz para el mundo, porque la experiencia del encuentro con el Señor nos lleva al servicio a los hermanos. Su Palabra rechaza ser encerrada en lo privado de la oración personal y en el perímetro del tiempo, pues la vida sacerdotal es, sobre todo, una llamada misionera».
Así como después de la Transfiguración, los discípulos descendieron del monte, así los sacerdotes, serán «signo concreto del amor vivificante de Dios para todos nuestros hermanos, especialmente para los que sufren».
Con información de Ecclesia Digital
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