Ciudad del Vaticano (Lunes, 11-06-2018, Gaudium Press) Un soplo de aire renovado recorre Japón y se transforma en un desafío para la Iglesia local: jóvenes migrantes filipinos y vietnamitas llegan trayendo la Fe Católica y sorprendiendo la estructura eclesiástica japonesa.
En el ‘País del Sol Naciente’ los cristianos son apenas el 2% de la población.
Conforme relata el Padre Ignacio Martínez, un misionero mexicano que pertenece al Departamento de Asuntos Sociales de la Conferencia Episcopal de Japón, «La sociedad japonesa está cada vez más anciana así como nuestras comunidades».
El Padre Ignacio habla sobre la llegada de los jóvenes migrantes católicos: «Por un lado eso es un bien porque tenemos muchas personas con gran experiencia de vida; pero, por otro lado, están llegando muchas personas de otros países, y muchos de ellos son católicos y jóvenes, que viven de un modo diverso».
Para el misionero ese viento que trae un aire renovado, representa también, «un gran desafío, particularmente para las pequeñas parroquias en las áreas rurales».
El Padre relata: «Recientemente visité una parroquia cerca de Fukushima, al norte de Japón. Allí la comunidad contaba con cerca de veinte personas. Un día, llegaron cuarenta filipinos. Fue una verdadera sorpresa para los japoneses».
Los miembros del episcopado japonés «tienen consciencia de la situación y están intentando cambiar el modo de pensar y ser Iglesia Católica», dice.
Y entre novedades, señala el sacerdote, está el nombramiento, al final de 2017, de Mons. Tarcísio Isao Kikuchi, arzobispo de Tokio, que era misionero en Ghana, y que vino a África a dirigir la comunidad católica de la capital japonesa. Además de eso, tenemos un nuevo obispo que no es japonés. Desde diciembre pasado, el obispo de la Diócesis de Naha es el norteamericano Wayne Berndt».
El Padre Antônio Camacho Muñoz, otro misionero mexicano que es responsable por cinco parroquias de la diócesis de Kioto, expresa esperanza y alegría por la llegada de los migrantes católicos: «Estos jóvenes tienen una fe muy fuerte y son una bocanada de aire fresco para la Iglesia en Japón», dice el misionero.
Él narra que en algunos domingos, durante la misa, «hacemos la primera lectura en lengua vietnamita, la segunda en filipino y el Evangelio en japonés. De ese modo nuestra Iglesia se está tornando ‘internacional'».
El Padre Camacho apunta cual es el desafío que surge de esa inmigración.
Según él, para la Iglesia y para los Católicos en general, «nace un aspecto importante, principalmente si consideramos que Japón es un país tendencialmente cerrado con los extranjeros: cómo acogerlos. Este será un trabajo importante (un desafío) para la Iglesia Católica». (JSG)
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