Ciudad del Vaticano (Martes, 12-06-2018, Gaudium Press) «Puede ocurrir que la fuerte envidia por la bondad o las buenas acciones de alguien lleve a una persona a acusar falsamente a otra. Este es el verdadero veneno mortal: la malicia premeditada que destruye la buena fama del otro», estas fueron palabras del Papa Francisco pronunciadas ante de millares de fieles que llenaban la Plaza de San Pedro, en el último Ángelus, 10-06, mientras comentaba el Evangelio de San Marcos, propuesto para el día.
Las reflexiones de Francisco giraron en torno de los dos tipos de incomprensión que Jesús enfrentó y que son una advertencia para todos nosotros, dijo: la de los escribas y la de sus propios familiares.
Hablar mal del otro: tentación y confesionario
«Dios nos libre de esta terrible tentación… y si examinando nuestra consciencia, percibimos que esta semilla maligna esta germinando dentro de nosotros, corramos a confesarlo en el sacramento de la Penitencia, antes que crezca y produzca efectos ruines».
Francisco recordó a la multitud que los escribas eran hombres instruidos en la ley y en las Sagradas Escrituras y eran encargados de explicarlas al pueblo.
Algunos de ellos fueron enviados a Galilea, donde la fama de Jesús comenzaba a aumentar. La misión de ellos era desacreditar a Jesús y destruirlo».
Negar el Amor de Dios que existe y actúa en Jesús es blasfemar
«Estos escribas llegaron con una acusación terrible. Decían que Jesús estaba poseído por Belcebú y que expulsaba los demonios por el príncipe de los demonios. O sea, afirmaban que ‘este hombre es un endiablado’.
Realmente Nuestro Señor «curaba muchos enfermos… pero querían hacer creer que Él lo hacía con el Espíritu de Satanás».
A esta embestida -aquí sí, satánica- Jesús no toleró y reaccionó con palabras fuertes, pues los escribas, en verdad, estaban cayendo en el pecado más grave que existe: negar y blasfemar el Amor de Dios que existe y actúa en Jesús.
Y, como se sabe, «El pecado contra el Espíritu Santo es el único pecado imperdonable, porque parte del cierre del corazón a la misericordia de Dios que actúa en Jesús.»
A esto el Papa agregó exhortando:
«Estemos atentos, ustedes, porque este comportamiento destruye familias, amistades, comunidades y hasta incluso la sociedad».
Incomprensión de la familia respecto al Señor
En seguida, Francisco evidenció otra incomprensión sufrida por Jesús: la de sus parientes y familiares, «que estaban preocupados porque su nueva vida de itinerante les parecía una locura y él no tenía ni tiempo para comer».
Cuando lo buscan para llevarlo de regreso a Nazaret, Jesús mira para las personas que estaban a su alrededor y afirma: «¡Son mi madre y mis hermanos!».
«Aquel que hace la voluntad de Dios es hermano, hermana y madre para mí».
«Jesús formó una nueva familia, no más basada en relaciones naturales, sino en la fe en él, en su amor que nos acoge y nos une, en el Espíritu Santo. Todos aquellos que acogen la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre sí», destacó Francisco, quien también afirmó que «aquella respuesta de Jesús no fue una falta de respeto por su madre y sus parientes; al contrario. Para María, fue el mayor reconocimiento, porque precisamente ella es la perfecta discípula que obedeció totalmente a la voluntad de Dios». (JSG)
(De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones de Vatican News)
Deje su Comentario