martes, 26 de noviembre de 2024
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En la sinagoga de Nazaret, todo se decidió por la admiración

Redacción (Martes, 19-06-2018, Gaudium Press) La pequeña Nazaret, donde Jesús viviera por más de veinte años con su Madre Santísima y su padre virginal, quedó estupefacta al saber que Él había regresado.

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Los nazarenos quisieron matar a Jesús

Durante el tiempo en que residió en esa ciudad, Él no permaneció en un completo aislamiento, cerrado entre cuatro paredes, sino que tuvo contacto con muchas personas; no consta que haya hecho milagros, sin embargo su Persona causaba gran bien a todos.

Es que ahora Él comparece a la sinagoga; era un sábado. En el momento oportuno, Jesús se levantó e hizo la lectura de un trecho del libro del Profeta Isaías, que habla del Mesías.

«Después, cerró el libro, lo entregó al ayudante y se sentó. Los ojos de todos, en la sinagoga, estaban fijos en Él. Entonces, comenzó a decirles: ‘Hoy se cumplió este pasaje de la Escritura'» (Lc 4, 20-21). O sea, Yo mismo soy el Mesías.

Inicialmente, los asistentes quedaron admirados por sus palabras, pero luego después empezaron a cuestionar: «¿De dónde le viene esa sabiduría y esos milagros? ¿No es Él el hijo del carpintero?» (Mt 13, 54-55).

Jesús, entonces, los censuró diciendo que los profetas son rechazados por sus coterráneos, como sucedió con Elías y Eliseo.
«Todos los que estaban en la sinagoga, oyendo esto, se llenaron de ira. Se levantaron, lo lanzaron fuera de la ciudad, y lo condujeron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad, para precipitarlo. Pero, pasando en medio de ellos, se retiró» (Lc 28-30).

Bello, noble y distinguido en el más alto grado

Entre las muchas lecciones que ese episodio nos proporciona, consideremos apenas las siguientes.

«Nuestro Señor debería ser la perfección en los gestos, en las actitudes y hasta en el caminar. ¿Y qué decir de su voz incomparable? La belleza de su Alma se reflejaba maravillosamente en su rostro y, sobre todo, en su mirada. Dotado de todas las cualidades humanas posibles, Él era bello, noble y distinguido en el más alto grado. Todo en él translucía una misteriosa e inefable superioridad.»

La primera reacción que los asistentes tuvieron delante de Nuestro Señor fue de admiración. Luego hicieron la comparación de Jesús con ellos mismos, y se dejaron llevar por la envidia. Y de la envidia al odio, queriendo hasta matar al Divino Maestro.

Viendo un Varón sabio, virtuoso, muy superior a ellos, los nazarenos deberían amarlo.

Admiración: límite que separa el Cielo del Infierno

«El papel de la admiración y del amor es resaltado por Santo Tomás al afirmar que quien orienta su vida según su verdadero fin, amando un bien honesto más que a sí mismo, aunque no bautizado, obtiene por la gracia la remisión del pecado original. Y comenta sobre este particular Garrigou-Lagrange: ‘Está justificado por el Bautismo de deseo, porque ese amor, que ya es el amor eficaz a Dios, no es posible en el estado actual de la humanidad sin la gracia regeneradora.’

«Podríamos entonces invertir la afirmación del Doctor Angélico y decir que cuando una persona se ama a sí misma más que a un bien, se torna mediocre y egoísta, y, por tanto, se abre a toda forma de mal, pasando a ser ciega de Dios. Así como se une a Dios aquel que ama un bien superior más que a sí mismo, quien se ama a sí mismo por encima de todas las cosas, y más que a Dios, se une al demonio.

«Por consiguiente, en este sentido, el límite que separa el Cielo del Infierno es trazado por una palabra: admiración. La admiración por algo más elevado me aproxima del Cielo; y la admiración a mí mismo me aproxima del Infierno.»

El vicio de la envidia

Entretanto, los nazarenos envés de amar al Redentor tuvieron envidia de Él. San Basilio invectiva este defecto de alma: «La envidia es un género de odio, el más feroz, porque los beneficios aplacan quien por alguna otra causa es enemigo nuestro; el bien que se hace al envidioso, todavía, lo irrita más; y cuanto más él recibe, más se indigna, se entristece y se exacerba.

«Eso porque el disgusto que siente por el poder del bienhechor es mayor que la gratitud por los bienes que de él recibe […] Los canes se tornan mansos si alguien les da de comer; los leones se domestican, cuando se cuida de ellos; pero los envidiosos se enfurecen más con los beneficios.»

A respecto del hecho de los nazarenos llevaron a Jesús hasta los bordes de un precipicio para matarlo, habiéndose Él retirado tranquilamente pasando por medio de ellos, el Padre Fillion comenta:

«Hubo un verdadero milagro, un milagro de orden moral, que consistía en la victoria obtenida por la voluntad de Jesús sobre la de sus enemigos, reduciéndolos a la impotencia. A esta categoría de prodigios perteneció también la expulsión de los vendedores del Templo.»
Pidamos a Nuestra Señora que nos obtenga la gracia de tener admiración humilde y desinteresada por todo cuanto es más elevado y nos conduce a Dios.

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada» – Nº153)

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Bibliografía

CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2014, v. IV, p. 218.
Cf. SÃO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. I-II, q.89, a.6.
GARRIGOU-LAGRANGE, OP, Réginald. El Salvador y su amor por nosotros. Madrid: Rialp, 1977, p.34.

 

 

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