Relato de un cura español –con problema de conciencia- acerca de una misión mariana

Madrid (Martes, 19-06-2018, Gaudium Press) El Padre Jorge González Guadalix, desde su tribuna en Infocatolica, se ha constituido en un alto referente de la opinión de Iglesia, opinión que en él con frecuencia -gracias a Dios- no es tan políticamente correcta. Licenciado en teología pastoral, y sacerdote diocesano de Madrid, se define nada más ni nada menos como eso, como un cura, y así tituló su muy leído blog «De profesión cura».

En reciente entrega de sus muy leídas líneas, da buena cuenta de la misión desarrollada por dos Heraldos del Evangelio en su parroquia, que es rural y ubicada en la Sierra Norte de Madrid.

Se lamenta el sacerdote de haber tomado el tiempo de los Heraldos -quienes estuvieron durante dos días, visitando familias de su parroquia- para un «un pueblo con doscientos empadronados de los que no creo vivan entre semana más de ciento cincuenta». «La Virgen de Fátima, los misioneros… y una respuesta escasa».

Entretanto, el sacerdote también fue testigo del a veces sutil y profundo accionar de la voz de la gracia: «Estos dos días de visitas con la Virgen a los distintos domicilios han sido una delicia. He visto muchos ojos emocionados, muchas confidencias que han salido del alma, gratitud sincera».

Siempre hay razones, siempre hay premio sobrenatural

Sin embargo, tal vez sea su sangre española, seguía lamentando la escasa respuesta a la misión, que no se reflejaba como él quería en la asistencia a la misa. Pero en medio de sus lamentos, no podía dejar de encontrar el sentido profundo de la visita de la Imagen y los misioneros.

«Ayer por la tarde en misa, diez o doce personas, les decía que estaba empezando a comprender por qué la Virgen estaba con nosotros, aunque uno tuviera esa sensación de un cierto abuso. Ya me entienden. Les decía que llegar la Virgen a un lugar y que salgan cientos y cientos a su encuentro es una gozada. Pero que ya salen. Y que nosotros, precisamente por ser pocos, por tener que vivir nuestra fe desde esta pobreza de los cuatro de siempre, por vivir en un lugar de «periferia», en unos pueblos donde no tenemos colegios, ni comercios ni tantas cosas, donde la vida y la fe son tan sencillas y simples, somos los más necesitados de su presencia. La buena gente de estos pueblos necesita más que nadie esa palabra de ánimo, la presencia de la Virgen que les anime en su ser sal desde su humilde pequeñez».

«La Virgen ha querido estar con los pobres, y se ha venido una semana a tres pueblos pequeños de la Sierra Norte de Madrid para animarnos en nuestro camino cristiano y realizar entre nosotros maravillas de fe y religiosidad que quizá no veamos a las claras, pero que yo sé que están llegando».

«Hoy solo puedo decir que me siento, como párroco, afortunado, y que doy gracias a la Virgen de Fátima y a los misioneros por haber querido acudir a Braojos, La Serna y Gascones para animarnos a ser más de Cristo». (Gaudium Press / SCM)