domingo, 24 de noviembre de 2024
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Aunque la vida de un drogadicto sea un "terreno de espinas y malezas", allí hay espacio para la buena semilla: Cardenal Turkson

Ciudad del Vaticano (Martes, 26-06-2018, Gaudium Press) Hoy, Día Internacional de la Lucha contra el Uso indebido y el Tráfico ilícito de Drogas, se ve iluminado por el Mensaje emitido por el Cardenal Peter Turkson -Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral- sobre el terrible y creciente flagelo de las drogas.

Relata el purpurado, con estadísticas, la extensión de tal problemática:

7.jpg«Del Informe Mundial sobre Drogas 2017 de la UNODC, se desprende que en 2015, alrededor de 250 millones de personas en todo el mundo consumieron drogas y de éstas, 29.5 millones sufrieron trastornos causados por su consumo. En particular, de los 12 millones que usan drogas intravenosas, más de la mitad (6,1 millones) se ven afectados por la hepatitis C, mientras que 1,3 millones viven con la hepatitis C y el virus VIH / SIDA. Los daños generalizados son causados por el uso y abuso de drogas, no solo para la salud sino también en términos de desarrollo, para la paz y la seguridad, en todas las regiones del mundo».

Las drogas no solo afectan a los consumidores, sino con mucha frecuencia también a su entorno. Y, algo más importante, pues tiene trasfondo teológico, el «lacerante drama de las drogas (…) progresivamente destruye la imagen que el Creador ha formado en nosotros».

¿Cuáles son las causas de que este flagelo se haya extendido tanto? El Cardenal Turkson apunta varios: «la exclusión social, la ausencia de la familia, la presión social, la propaganda de los traficantes y el deseo de nuevas experiencias». También señala el vivir en una cultura sumergida en el egoísmo y la mera lógica económica y utilitaria.

El mundo virtual de los jóvenes

«Los jóvenes son las primeras víctimas de las drogas», puntualiza el Cardenal. Y luego hace una disección de cierta mentalidad juvenil, que favorece la destrucción que producen las drogas:

«Inmersos en una sociedad relativista y hedonista, [los jóvenes] reciben propuestas que los alejan de los valores». «Las nuevas generaciones a menudo viven en un mundo ‘virtual’, en el que se les ofrece ‘una amplia gama de oportunidades para disfrutar de placeres efímeros, que al final no son más que venenos que corroen, corrompen y matan’. Paso a paso, una persona comienza a destruirse a sí mismo y destruir todo lo que lo rodea. El deseo inicial de huir, de buscar un momento de felicidad, se transforma en la destrucción de toda la persona, con repercusiones en todos los niveles de la sociedad «.

Está hecho el diagnóstico. ¿Y la cura? A los jóvenes hay que «educarlos en la alegría de la profundidad, no de la superficialidad. «En el proceso de ayudarlos, las relaciones humanas son importantes, en la medida en que ‘el llamado la alegría y la plenitud de la vida se encuentran dentro de un contexto cultural, y uno de las relaciones sociales’ «.

Hay que trabajar en prevención, pero también en rehabilitación, que restaure en los afectados la alegría de vivir. Aunque una persona, aquejada de una adicción, pueda vivir una vida que es un desastre, «Dios está en su vida». «Incluso si la vida de una persona es un terreno lleno de espinos y malezas, todavía hay un espacio en el que la buena semilla puede crecer. Debemos confiar en Dios». Un ejemplo que nos debe conducir a la esperanza son las muchas personas jóvenes adictas que hacen un esfuerzo para reconstruir sus vidas, mirando el futuro con confianza».

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